Someter a una reflexión todo cuanto nos pasa en la vida puede ser una virtud si se mira por encima, pero quien asume esta actitud sabe que el peso crece y a veces se hace insostenible. Parece que esto es lo que le ocurre por momentos al profesor Francisco, el personaje principal de la novela de Luis Eduardo Hoyos, que quizá haya dejado sembrado en el también narrador varios pensamientos y momentos de su vida, pues si algo tienen en común es el estudio de la filosofía.
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La muerte y el amor. La paternidad. La religión. La esperanza. Interrogantes sobre estos conceptos se presentan en una novela que nos lleva por la vida de Francisco, de sus dos exparejas y de sus dos hijos. Schopenhauer, Spinoza, Kant y Miguel de Unamuno se asoman en las ideas de un profesor que ve cómo estas parecen ser refutadas por la misma realidad.
¿Cómo fue todo ese proceso de creación del personaje y la historia?
Bueno, el personaje... digamos que no es algo que esté planificado, se va dando, hay destellos y va saliendo. Tal vez lo primero que empezó a salir fue, curiosamente, este personaje, que evidentemente tiene muchas cosas mías, pero yo cuidé de hacer una construcción, de crear un personaje. Eso fue de las cosas que más esfuerzo me costó, si no la que más, porque hay otras que salieron más fácil, entonces estaba muy orgulloso de eso. Ahí metí mucha tijera y creo que se construyó un personaje, pues, neurótico, reflexivo, neuróticamente reflexivo, con dificultades para las relaciones, para el amor... Ese es otro eje del libro: esta incapacidad de este tipo de sostener, de amar, pero al mismo tiempo necesitando mucho y volcándose hacia sus hijos, tanto en la circunstancia de la separación como en la de Pedro y su fallecimiento. Entonces, eso fue algo que se iba dando, pero que costó trabajo y tiempo. Y repito, no solo fue teclear, sino también usar tijeras.
Hablemos de ese componente que seguro es uno de los más autobiográficos del personaje: su relación con la filosofía. Sobre todo porque, si bien el libro arranca hablando de Miguel de Unamuno, también hay referencias a Spinoza sobre todo, y también a Schopenhauer. Y lo interesante es que en varios momentos la realidad es la que termina refutando a la filosofía, a las teorías y las ideas.
Yo respondería en dos partes. Tiene dos aspectos. Primero, el aspecto eminentemente literario: se trata de un personaje que es profesor de filosofía, que escribió una tesis sobre Spinoza y que es un gran fan de él. Ese es el aspecto, digamos, casi de artificio literario. Bueno, “artificio” suena un poco despectivo, pero no lo veo así.
El otro aspecto es ya no literario, sino visceral. La misma filosofía de Spinoza atraviesa todo el libro, pero concretamente el personaje principal, Francisco Salamanca, parece haber introyectado varias de las preocupaciones fundamentales de la obra de Spinoza y las asume. Entonces, hay una relación vital, existencial con ese autor, especialmente en dos aspectos fundamentales: uno, la idea de Spinoza de que a través de la comprensión logramos la redención, la salvación, la beatitud, como él dice. Y eso, en parte, lleva a la tranquilidad.
Por otro lado, Spinoza es eminentemente un filósofo de la vida, y este libro es sobre la muerte. Pero un punto clave que usted menciona en su pregunta es que todo puede entenderse como una gran refutación de Spinoza. Es una lectura válida. Alicia, en una observación que hace, y el mismo personaje principal, asumen las preocupaciones de Spinoza, pero las ven constantemente defraudadas. Spinoza es racionalista, su aspiración es racionalista, pero todo el tiempo la vida lo está refutando. Y, sin embargo, él sigue. Sabe que hay que asumir la realidad de la muerte con serenidad, y eso ya no es Spinoza, sino Schopenhauer, Séneca, o varias otras influencias que se mencionan en el libro.
Ya que mencionó la muerte, que es central en el libro, hablemos de esta frase: “Difícilmente puede hacerse filosofía sin la muerte”…
Esa es la primera frase de un párrafo que es parte de un ensayo que el personaje está escribiendo sobre la muerte. Schopenhauer dice que la muerte es la musa inspiradora de la filosofía y que sin la muerte difícilmente se puede hacer filosofía. Quiere decir lo siguiente: se suele decir que la filosofía nace del asombro, como decía Aristóteles. Pero Schopenhauer va un poco más lejos y dice que el asombro primordial es el de la muerte. Cuando el ser humano experimenta la muerte de los otros, se pregunta inmediatamente, casi instintivamente, por el sentido de su propia existencia.
Ese asombro entre la aparición y la desaparición de la individualidad es lo que da lugar a la metafísica, a la filosofía y también a la religión. Es un punto fundamental en la novela.
Por ahí también hay un diálogo entre el profesor Francisco y Alicia que me pareció muy interesante, cuando ella le pregunta por qué no cree en Dios. Pero hablemos de Alicia como personaje, porque siento que representa un contraste.
Alicia es el toque de esperanza en el libro. Tiene una relación genuina, casi infantil, con la religión, pero también una grandeza moral impresionante. Cuando Francisco descubre que ella habla con Dios, le parece grandioso, a pesar de ser un ateo absoluto. Es un personaje que introduce un sentido de humanidad y compasión. Alicia no argumenta filosóficamente, pero su intuición refuta las teorías de Francisco de una manera que lo confronta.