Madres pandémicas (Diario del confinamiento XV)

"Todas las mujeres tienen derecho a una experiencia de parto positiva, tengan o no una confirmación de la infección de COVID-19", dijo la OMS. Muchas mujeres embarazadas han tenido que padecer los colapsos del sistema de salud por estos días. Texto sobre partos en medio de la pandemia y celebraciones del día de la madre en medio del confinamiento.

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Daniela Siara
10 de mayo de 2020 - 09:32 p. m.
Familia protagonista de esta historia. Pamela Vidal dio a luz a su segundo hijo en medio muchas restricciones a causa de la emergencia sanitaria por el coronavirus.   / Cortesía
Familia protagonista de esta historia. Pamela Vidal dio a luz a su segundo hijo en medio muchas restricciones a causa de la emergencia sanitaria por el coronavirus. / Cortesía
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Tommaso nació en la madrugada del seis de abril en la Clínica Teknon de Barcelona, tras un parto intenso. A su madre, Pamela Vidal, no le hizo efecto la epidural y se desmayó del dolor. Fue su marido quién la ayudó a volver en sí y le dio ánimos para continuar. A partir de ahí todo fue mejor, sin complicaciones, y en menos de cuatro horas Tommaso ya daba su primera bocanada de aire. Una gran alegría después de la incertidumbre que vivieron los días previos.

Lo que la pareja no sabía era que lo más difícil vendría después. “Yo tenía una ginecóloga, un plan de parto y una clínica ya definidas, pero cuando comenzó la crisis todo se complicó”, me comentó hace unos días Pamela por videollamada. “Me cambiaron de ginecólogo varias veces, cuando pedía información nadie sabía cuáles serian los protocolos a seguir para las embarazadas y, finalmente, el hospital donde tenía planeado parir lo destinaron para atender únicamente a pacientes de coronavirus”, recordó la colombiana, radicada en Barcelona hace16 años.

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Antes de dar a luz, Pamela llevaba varios días con mucho miedo. Para ese momento en Cataluña ya había más de 26.000 personas infectadas por el coronavirus y unos 2.750 fallecidos. Todos los hospitales públicos y privados de Barcelona habían destinado zonas controladas para atender a los enfermos de COVID-19. Sin embargo, lo que más la atemorizaba era que la entrada de Urgencias y la entrada principal en todas las clínicas eran la misma para todos los pacientes.

Y sus miedos estaban justificados. Al llegar al hospital, acalambrada por unas contracciones muy intensas, no había nadie en la recepción para hacerle la admisión. Así que su marido se internó en los pasillos de la Clínica hasta que encontró un camillero, que la ayudó a salir del carro y a entrar al hospital.

Estaba sola y asustada pues su marido había tenido que ir a aparcar el carro. La llevaron por interminables pasillos vacíos hasta llegar a la zona de quirófanos en un sótano. En el vestidor le pidieron desnudarse. Nadie la ayudó a hacerlo a pesar de las contracciones, le daban las instrucciones guardando una inhumana distancia de seguridad. Le pidieron guardar la ropa en una bolsa y ponerse una bata. Y a partir de allí una enfermera le dio la mano para conducirla a la sala de partos. Allí nació Tommaso.

A las 24 horas de parir le dieron el alta voluntaria para reducir riesgos de contagio.

La pesadilla comenzó cuando volvieron a casa con el recién nacido. Su hijo mayor estaba raro y pensaron que tenía celos. Al otro día comenzó a tener fiebre muy alta así que llamaron a su pediatra que les dijo: "Aíslense". Al día siguiente vino otra pediatra domiciliaria a examinarlo. Dedujo que tenía una otitis y le recetó un antibiótico. La fiebre continuó. A los dos días le salió un brote en todo el cuerpo y empezó a tener diarrea. “Lo tuvimos que llevar de urgencias a la Clínica San Juan de Dios y dejamos al recién nacido con mi madre”, me explicó Pamela. “Allí le hicieron una placa y descubrieron que tenia una neumonía oculta, sin tos.

Por eso nos sorprendió cuando nos dijeron que tenían que hacerle una prueba de coronavirus. Entonces apareció una persona vestida de astronauta y le hizo una aspiración con una maquina que hacía muchísimo ruido. Nos dijeron que el brote había sido una reacción alérgica al medicamento.

Después nos dieron el alta”. Luego le cambiaron de antibiótico y les recomendaron estar aislados hasta que recibieran los resultados de la prueba. “Pasamos varios días muy estresantes, separados en las diferentes habitaciones de la casa. Yo con el bebé en una, mi marido con el niño en otra y mi madre encerrada en la suya.

Me preocupaban todos, especialmente mi mamá que había venido desde Colombia para acompañarnos en el postparto y tiene 65 años. Para no poner en riesgo al bebé y a mi mamá, me cambiaba de ropa y me duchaba cuando entraba en la habitación del niño mayor. Él estaba asustado, fueron muchas situaciones nuevas en poco tiempo y, además, podía percibir nuestro miedo. Fue una semana emocionalmente dura, hasta que después de tres días nos llamaron del hospital para darnos el resultado de la prueba. ¡Negativo, el niño estaba bien!”, exclamó Pamela emocionada a través de la pantalla de mi ordenador, mientras Tommaso se explayaba en su pecho y Bruno, el mayor, jugaba con unos cochecitos en su falda.

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Hablamos un buen rato más y, antes de despedirnos, Pamela comentó algo que me reafirmó la sensación de que todos desconfiamos de todo en estos días inciertos: “Sí, la prueba de mi hijo dio negativa, pero tenemos nuestras dudas con el diagnostico pues algunos de sus síntomas están relacionados con los que los pediatras han identificado en niños con COVID-19”.

Por suerte, para Pamela y su familia esa pesadilla ya es parte del pasado. Han podido retomar la vida normal en casa y la adaptación al nuevo bebé sin miedo.

Junto a Pamela, otras cuatro amigas han dado a luz en estos días de pandemia. Tres en hospital y una en casa. Mi opinión es que son unas campeonas. Cuanta fortaleza en cada una de las mujeres que están pariendo en estos momentos. La vida se sigue abriendo paso a pesar de que son tiempos de muerte.

Varias asociaciones que luchan contra la violencia obstétrica han denunciado que los protocolos para los nacimientos se están desdibujado en esta crisis. Muchos recién nacidos están siendo aislados de sus madres si estas presentan síntomas de COVID-19. Muchas mujeres están pariendo sin tener un familiar acompañándolas. Otras están padeciendo las consecuencias de los servicios mínimos y están siendo atendidas por personal sanitario que está cumpliendo turnos interminables para cubrir a sus colegas de baja. Según la web española Redacción Médica, a día de ayer 47.781 médicos, enfermeros y técnicos han sido contagiados de COVID-19 en el país.

Paralelamente, la OMS ha subrayado varias veces una recomendación para tranquilizar a las embarazadas y devolverle la dignidad al parto en estos tiempos de crisis de salud: Todas las mujeres tienen derecho a una experiencia de parto positiva, tengan o no una confirmación de la infección de COVID-19.

Tener la enfermedad no significa que la mujer pierda sus derechos. Ibone Olza, psiquiatra infantil y perinatal, madre y activista, dice que en algunos lugares de España, se han aprovechado del miedo para no respetar los derechos de la mujer. “La OMS lo dice muy claro, incluso si la mujer tiene coronavirus, tiene los mismos derechos básicos que cualquier embarazada durante el parto: estar acompañada por alguien de su elección, optar a estrategias de alivio del dolor, poder moverse durante el trabajo de parto y, por encima de todo, ser respetada. También deben exigir al personal sanitario una información clara”, enfatiza Olza en un vídeo de libre difusión, que trata todo lo que se conoce sobre parir y nacer en tiempos de coronavirus.

El vídeo es muy riguroso y desarrolla con claridad los aspectos emocionales y el impacto psicológico de la pandemia en la vivencia materna. Acá el link para las familias interesadas: https://saludmentalperinatal.es/parir-y-nacer-en-tiempos-de-pandemia-clase-online-ibone-olza/

Por otro lado, la OMS también señala que las cesáreas están justificadas solo si hay riesgo para la salud de la madre o el bebé. Y, por último, asegura que una mamá con coronavirus sí puede tener contacto directo y temprano con su bebé y también puede amamantarlo. Para ello, simplemente debe llevar mascarilla, lavarse las manos con frecuencia y limpiar las superficies.

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Mientras escribo este texto escucho los ruidos que hace mi hijo en su juego del dragón. Desde que Miquel le explicó la leyenda de Sant Jordi, se convierte en uno varias veces al día, incluso la voz le cambia. El juego consiste en que, en vez de un niño, tenemos un dragón que nos dice que no a todo lo que le proponemos. A veces logramos negociar, otras veces nos come. Sigo escribiendo, el dragón me ronda. Luego oigo los golpes que hace con sus garras. Golpea el sofá, aruña las paredes y ataca un peluche. Me da risa escucharlo con esa voz impostada.

Tengo esa bonita sensación de bienestar al sentirlo contento y concentrado en su juego. La presencia de nuestro hijo alegra nuestras vidas. De hecho, las ha cambiado completamente para bien. Desde que parí me siento unida a todas las mujeres que han pasado por esa experiencia y están sumergidas en la crianza. Hoy es nuestro día en Colombia, en España fue el domingo pasado. Toda esta semana he tenido tiempo para reflexionar sobre lo que ha significado ser madre, y he sacado en claro algunas ideas. Las comparto a modo de celebración:

-Los hijos sí vienen con pan bajo el brazo. Inicialmente pensaba que no era cierto por el cansancio permanente y la perdida del yo; pero luego entendí que el pan que nos traen es el aprendizaje de disfrutar el tiempo presente. Nos impulsan a ser personas más íntegras y nos recuerdan el gozo de pasar el tiempo cantando, jugando, riendo y haciendo lo que nos apasiona.

-Ser madre es un viaje absolutamente terapéutico. Mi autoindagación me ha llevado a descubrir que llevo cosas de todas las madres de mi familia. Incluso soy madre como lo son las de mi cultura. Sin embargo, después de informarme mucho sobre maternidad y crianza (vivir en otro país y no tener a tu madre cerca te impulsa hacerlo), he redefinido mi maternidad con otras formas de hacer. En nuestra familia aplicamos la crianza con apego y la educación viva. Criamos y educamos desde la confianza en la autorregulación del niño y desde la aceptación de que nos podemos equivocar. Estamos aprendiendo a ser padres, cada día.

-Durante estos tres años de maternidad he sido consciente de la importancia del autocuidado. Cada vez tengo el oído más sensible para escucharme y poder atender a mis necesidades reales, tanto físicas como emocionales. Con pequeños avances he sido consciente de cómo me estoy haciendo responsable y dueña de mi destino. El amor con el que trato a mi hijo ha sido inspirador para empezar tratarme de la misma manera.

-Y por último, acá viene un súper tópico: ser madre me ha ayudado a comprender y valorar mucho más a la mía. Empatizo mucho con su fortaleza: una madre monoparental que lo dio todo por mí. La siento más humana, más cercana. Una maestra que me enseñó a moverme feliz por su mundo y me dio libertad para conquistar el mío. Me ha hecho mejor persona y se lo agradezco.

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Hablando de súper-madres, les cuento que hoy asistiré a mi primera serenata por Zoom. Toda mi familia paterna se conectará a las 11 de la mañana para celebrar el día de la madre con mi abuela, el pilar que nos sostiene a todos. Tiene 85 años y está confinada y sola en su apartamento de Manizales. Hemos instaurado la costumbre de reunirnos todos los domingos para sentirnos mas acompañados y cuidados. Algo bonito que ha nacido fruto de esta situación, que tanto nos está quitando y dejando al mismo tiempo.

En definitiva, ser madre es una joya, es un motor, pero ser hija también lo ha sido.

Sin embargo, también tengo a mi alrededor amigas que no son madres y son mujeres plenas, que igualmente pueden ofrecer ese amor incondicional a sus sueños, creaciones y proyectos.

¡Feliz día a todas las madres y a las no madres!  

 

 

Por Daniela Siara

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