El Magazín Cultural

Manifiestos nadaístas

El manifiesto es un género literario. Desde que Horacio escribiera su Arte poética, mostrando que el escritor podía dar cuenta de su forma de concebir el arte, la historia de la literatura constató que podía mutar tanto como los autores fueran capaces de reinventarse.

Juan José Escobar López
19 de septiembre de 2019 - 09:15 p. m.
Imagen de la portada del Manifiesto Nadaísta, el último movimiento artístico colombiano.
 / Cortesía
Imagen de la portada del Manifiesto Nadaísta, el último movimiento artístico colombiano. / Cortesía

Todo sucedió en el siglo XIX: un siglo de transformaciones culturales y artísticas. La fotografía confrontó a los pintores realistas, de ahí surgió el impresionismo y todos sus derivados que explotaban la forma de representar lo real. El psicoanálisis puso en jaque el racionalismo y abrió las puertas que tenían que ser abiertas; tras esto la ciencia y el arte se sintieron provocados a recorrer abismos del entendimiento. El lenguaje y la historia, manifiesta su no linealidad, su artificialidad, confrontaron al hombre –que de ser algo es lenguaje-, a explotar el sentido equívoco y plural de estos. ¿Qué lugar ocupaba el manifiesto? Habían caído en desgracia los sistemas filosóficos, la Ilustración así como la Enciclopedia alcanzaron la decadencia; el existencial pesimismo como el camino elegido por tantos daba lugar a que los artistas debieran reinvidicar su arte desde la manifestación directa de sus posturas e inquietudes. Fue así como el manifiesto se convirtió en el vehículo por excelencia del arte moderno, el mismo artista estaba reivindicando su búsqueda generacional; ello es una característica esencial, el arte se hacía en grupo, aun siendo cada artista una entidad difusa y su genio, una manifestación legítima y autónoma.

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El Nadaísmo sería el último literario en Colombia, pues luego solo habría autores dispersos sin alguna consigna o lucha común. Que el Nadaísmo nunca se definiera fue, siguiendo a Jotamario, la razón para que este nunca pudiera terminarse. Incluso, antes que hablar de una literatura Nadaísta habría que pensar en la estética Nadaísta. Una estética que se convirtió en una forma de vida. Una estética-ética: desacralizando falsos mitos, provocando a los escritores reconocidos, abriendo heridas, moviendo juventudes, aliándose con el naciente rock and roll criollo, creando premios literarios propios y festivales de vanguardia donde divulgar su arte. Sin duda, el Nadaísmo fue solo literario: Alvaro Barrios y Pedro Alcántara fueron expresiones genuinas de un nuevo arte conceptual y pictórico. Pablus Gallinazus y Eliana pusieron a cantar a Colombia a favor de la revolución y los oprimidos. 

Cuando Gonzalo Arango escribió el Primer Manifiesto Nadaísta en 1958, lo hizo tras una crisis personal. Exiliado en Cali por haber sido partidario y señalado de colaborar con Rojas Pinilla en Medellín, sin un peso, viviendo de la caridad de sus hermanos y amigos, comprendió que una salida a ese atolladero era poner en jaque a la sociedad conservadora colombiana. El momento histórico era el propicio. La transición que dio lugar al Frente Nacional en lo político, donde el populismo había sido derrotado, donde el mismo Bolívar y la fe cristiana seguían siendo las banderas (como en los gobiernos anteriores), condujo a la quietud de los sectores. La llegada de la televisión, la creación de universidades privadas, la profesionalización del arte: con excelentes dramaturgos, el cine despegando, librerías con gran oferta internacional, programas que fomentaran la lectura como las ediciones realizadas por Colcultura y luego Procultura. 

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Los años sesenta fue una década donde la juventud tomó fuerza y se hizo visible, luchó por ideales sociales en contra de la guerra, desinhibió sus placeres, confrontó la tradición goda de sus padres. El hipismo, la moda de la marihuana, la liberación sexual, el uso de la píldora anticonceptiva, los festines orgiásticos, todo esto era el devenir histórico en el cual Gonzalo Arango a punta de publicidad convenció a los jóvenes de subvertir el orden. ¿Cómo confrontar una ideología dominante? La ironía ha sido siempre la más eficaz herramienta para discutir contra el poder. La publicidad fue el arma usada por el nadaísmo. Poner de moda todo tipo de slogans provocadores, donde el erotismo, los juegos de palabras, la crítica al establecimiento deformara en burlar todo lo oficial. 

Le debemos a Eduardo Escobar la primera versión de Manifiestos nadaístas (Arango Editores, Bogotá, 1992), lo diferente de esta edición son dos cosas: sacamos los manifiestos de Amílcar Osorio y en donde firman todos los nadaístas (a excepción de uno por su valor histórico, con el que Gonzalo incluso va a la cárcel de la Ladera), de otro lado ingresamos nuevos manifiestos, sino inéditos, no vueltos a publicar desde su primera transcripción; los hemos sacado de los mecanuscritos conservados por el Archivo Nadaísta de la Piloto. En la versión de Escobar, se cuenta en la solapa que el Primer Manifiesto Nadaísta “estuvo financiado con recursos del escritor Humberto Navarro, según recuerdo, y del arquitecto Rafael Arango, el marido de Martaisabel”, mientras que Alberto Aguirre, en entrevista hecha por Gonzalo Arango para Cromos, afirma que él pagó ocho pesos para poder hacer la impresión. 

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Gonzalo Arango. Manifiestos Nadaístas. Medellín. Fallidos Editores. 2018. Págs. 9-10.

Por Juan José Escobar López

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