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Margaret Mitchell: una huella indeleble en la cultura (Plumas transgresoras)

Además de escribir “Lo que el viento se llevó”, la autora nos dejó un retrato del sur, una forma de ver la Guerra Civil, las cuestiones raciales, el papel de la mujer en la sociedad, el amor, la lealtad, la supervivencia, el cambio social, la raza y una huella indeleble en la cultura americana.

Mónica Acebedo

19 de abril de 2025 - 11:00 a. m.
Margaret Mitchell publicó “Lo que el viento se llevó” en la primavera de 1936.
Foto: ASSOCIATED PRESS - Archivo Particular
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“Las mujeres sabían que un país donde los hombres están contentos, donde no se les contradice y no se les hiere en su vanidad, es probablemente el mejor país para una mujer (…).

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En realidad, los hombres daban con gusto cualquier cosa a las mujeres, excepto el reconocimiento de su inteligencia”.

“Lo que el viento se llevó”

Aunque escribió otras historias, en vida solamente publicó una novela, “Lo que el viento se llevó”, en 1936. Fue tan impresionante el éxito de esa obra, que se convirtió en un ícono no solo de la literatura estadounidense, sino de la cultura en general. Ese solo hecho es suficiente para considerar la pluma de esta autora como “transgresora”. La reseña de “The New York Times” del 5 de julio de 1936 decía: “Esta es, sin lugar a duda, una de las más notables “primera novela” producida por un escritor estadounidense. Y también es una de las mejores. “Lo que el viento se llevó” es evidentemente una gran novela. Pero, además, hace mucho tiempo que no se le ofrecía al público lector una fiesta narrativa como esta” (traducción libre, “The New York Times”, Book Review, 125 Years of Literary History, Clarkson Potter Publishers, 2021 p.105). El éxito monumental no ha parado, la novela se sigue imprimiendo, leyendo, analizando y ocupa un lugar referencial en el canon americano.

Margaret Munnerlyn Mitchell nació el 8 de noviembre de 1900 en Atlanta, Georgia, Estados Unidos de América. Hija de un abogado aficionado a la historia (fundador de la Sociedad Histórica de Atlanta), que le transmitió el interés por los grandes conflictos americanos. Sus antepasados fueron personajes activos en eventos cruciales del sur a lo largo del siglo XIX, como la Guerra de Independencia y la Guerra Civil. Creció rodeada de historias familiares sobre cómo estos sucesos afectaron a sus ascendientes. Tuvo acceso a una educación de calidad, lo que era inusual para una mujer de comienzos del siglo XX. Desde muy joven empezó a escribir historias y a armar libros llenos de narraciones sobre la familia, las guerras, el amor y muchos otros. A los 18 años se comprometió con un teniente del ejército, que murió durante la Primera Guerra Mundial. Después trabajó unos años como periodista, reportera del “Atlanta Journal”. Podría pensarse que este paso por el periodismo le ayudó a afilar la pluma y mejorar las técnicas narrativas. Escribió numerosos artículos periodísticos, reportajes y reseñas de libros. Luego se casó con John Marsh, y se retiró de este oficio. Empezó a escribir su gran obra mientras se recuperaba de una lesión grave en el tobillo. Antes de la publicación de “Lo que el viento se llevó” escribió novelas cortas y cuentos que se publicaron después de su muerte, como “Lost Laysen” (1996), que escribió con solo 16 años. Murió atropellada por un conductor de taxi ebrio el 11 de agosto de 1949.

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“Lo que el viento se llevó” ganó el Pulitzer Prize y el National Book Award. Se ambientó en Atlanta durante los años anteriores a la Guerra Civil (1861-1865) y la Reconstrucción (1863-1877). Narró la historia de Scarlet O’Hara, hija de un irlandés, dueño de una plantación. Contó la vida y los amores de Scarlet y su familia, que luchó por sobrevivir en medio de la guerra: “—Dios sea testigo de que los yanquis no van a poder conmigo. Voy a sobrevivir a esto, y cuando todo termine no volveré a pasar hambre otra vez. Ni yo ni ninguno de los míos, aunque tenga que robar o matar. ¡Dios sea testigo de que nunca más voy a pasar hambre!”. Las convenciones éticas, la pobreza, el amor por un hombre sin principios que se casó con otra, la recuperación del amor marital y muchos más temas se entrelazaron en una prosa larga y entretenida. La mirada de la mujer sonó unas veces a denuncia y otras a complacencia: “Dios quiso que las mujeres fuesen criaturas tímidas y asustadizas, y hay algo antinatural en una mujer que no siente el miedo… Scarlett, procura tener siempre algo que te infunda miedo… lo mismo que te debe quedar siempre algo que amar…”; “Se añadía a ello el usual desencanto masculino al descubrir que una mujer tiene cerebro”; “¡Las mujeres pueden hacer cualquier cosa, todo, sin el auxilio masculino… excepto parir hijos, y Dios sabe que ninguna mujer con los sentidos cabales tendría hijos si pudiese evitarlo!”.

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En fin, Margaret Mitchell no solo nos dejó una popular novela, sino también un retrato del sur, una forma de ver la Guerra Civil, las cuestiones raciales, el papel de la mujer en la sociedad, el amor, la lealtad, la supervivencia, el cambio social, la raza y una huella indeleble en la cultura americana.

La película del mismo nombre, dirigida por Víctor Fleming en 1939 y protagonizada por Vivien Leigh y Clark Gable, también se convirtió en un hito de la historia cinematográfica. Obviamente, el paso del tiempo y las perspectivas sociológicas modernas le dieron diversas interpretaciones críticas a la novela, en especial en relación con los temas raciales y esclavistas. Pero, independientemente de miradas ajenas a su momento histórico, lo cierto es que Margaret Mitchell fue, sin duda, una escritora que rompió paradigmas.

Por Mónica Acebedo

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