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                                                                                                                              Margarita Londoño Vélez: entre bloqueos, pérdidas y escritura

                                                                                                                              La escritora caleña falleció en la madrugada de ayer, 18 de noviembre de 2021. Su vida la dedicó, sobre todo, a la escritura de libros infantiles, pero también escribió ficción para adultos, fue senadora y hasta dirigió un medio de comunicación.

                                                                                                                              Laura Camila Arévalo Domínguez

                                                                                                                              Editora de El Magazín cultural
                                                                                                                              Margarita Londoño Vélez nació el 23 de noviembre de 1951. / Archivo particular

                                                                                                                              Después de haber estudiado periodismo en la Universidad del Valle, especializarse en Administración de Comunicaciones en Boston y recibir el título de magister cum laude en Periodismo, otorgado por la Universidad de São Paulo con la tesis titulada “Las Hojas del Diario”, Margarita Londoño se convirtió en docente. Y mientras enseñó, también dirigió el periódico Lunes de por medio, de la misma universidad de la que se graduó. Y, además, colaboró en la creación de Telepacífico, un canal regional que se estrenó en 1988. Paralelamente fue columnista de El Espectador, El País, El Tiempo y Occidente de Cali, que también dirigió.

                                                                                                                              Y mientras todo esto ocurría, ella se “bloqueaba” y “desbloqueaba” para las historias que más adelante escribiría, porque así definía al momento en el que nada se le ocurría. Así nombraba a los días en los que ninguna historia parecía valer la pena o en los que se sentía incapaz de ser la narradora de una historia que valía mucho la pena.

                                                                                                                              Le puede interesar: Jairo Pinilla, el cineasta popular que quedó en la quiebra

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                                                                                                                              El accidente ocurrió un domingo. Su esposo, que era profesor de arquitectura, se llevó a su hijo a almorzar con él y ella se quedó trabajando. A su hija menor, Gabriela, no la dejó ir por “alguna fiesta que tenía”. Ese día, alrededor de las 6 de la tarde, la llamaron a contarle que un bus “de esos de la guerra del centavo” que iba hacia Pance, pasó a un carro y se estrelló con el de su familia, que venía en la vía contraria. Su esposo murió instantáneamente y su hijo sobrevivió al choque alrededor de cuatro horas, pero finalmente murió. “Quedé loquita. Un golpe muy duro que sobrepasé por mi hija, que tenía tres años. Tuve que aguantar las ganas de morirme”. Esta historia la contó en una entrevista que le hizo Proclama del Cauca, en 2019.

                                                                                                                              La depresión por estas pérdidas logró tumbarla, pero se levantó, y entonces retomó la crianza de su hija, Gabriela Supelano; no abandonó la escritura y se lanzó a la política, otra de las tantas cosas a las que les dedicó su tiempo: fue candidata a la Alcaldía de Cali en dos ocasiones y senadora de la República entre 1998 y 2002. También fue directora del Departamento de Gestión Ambiental. La labor que Londoño desempeñó como funcionaria pública se centró en elevar la calidad de vida de las personas más vulnerables, promover la educación de los primeros años, la conservación del medio ambiente y el fin del conflicto en Colombia.

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                                                                                                                              “Decidió contar aquellas vidas, aquellas mujeres, y sus propios miedos y deseos, los de sus amigas y familiares, los de su mundo y los del otro. ‘Esas ganas locas de matarlo’, garabateó un día a modo de prueba en una hoja. Puso su nombre debajo, Margarita Londoño Vélez. Se encerró. Habló. Estudió. Se inventó a una mujer, Elisa, a quien le traspasó algunos de sus rasgos, y a un marido, Fabio Millán, a quien deseaba matar. Entonces comenzó a teclear: ‘Ese día, después de hacer el amor, sentí por primera vez un deseo irrefrenable de matarlo’”, escribió Fernando Araújo Vélez sobre la escritora nacida en Bogotá, pero criada en Cali, y el origen de su novela.

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              A Londoño le gustaban la salsa y la poesía, dos aficiones que le heredó a su hija, quien estudió Literatura en la Universidad de los Andes, pero siempre quiso ser música y alguna vez, en alguna entrevista, dijo que su poeta favorita era Alfonsina Storni.

                                                                                                                              Le sugerimos: La palabra monumento entra al “Pequeño glosario de antintelectualismo académico”

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              Londoño también escribió libros infantiles Tortuguita se perdió, ¿Por qué los chinos no se caen?, Los goles de Juancho, Los duendes de las horas, Ernesto, el elefante grandulón, entre muchos otros. Hablando de su rutina para escribir, que se desarrollaba en su finca con la compañía del canto de los pájaros y la ayuda de quien le llevara el café o el agua a su rincón para trabajar, se refirió a uno de esos bloqueos de los que a veces es tan difícil desprenderse.

                                                                                                                              En un video colgado en YouTube llamado “Conoce a Margarita Londoño” contó que, alguna vez, le pidió a la enfermera que estaba con ella (A Londoño la diagnosticaron con ELA) que la acompañara a regar las matas. Cuando la enfermera se dispuso a hacer un arreglo, lanzó un grito “Ayyyy, un sapo horroroso”. Y fue entonces cuando ese bloqueo que la había pausado por meses se fue: una historia de un sapo con el que nadie quiere vivir sería ideal, pensó.

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              Cuando se jubiló, decidió retirarse a escribir y encontró un lugar en Santander de Quilichao en el que sembró bosques frutales y árboles. Allí construyó su finca, metió “lo que le cupo” y asumió una enfermedad degenerativa que, poco a poco la fue reduciendo. “A uno le puede pasar cualquier cosa. Lo único seguro en esta vida es la muerte, así que me hago a la idea”, dijo en 2019, mientras se movilizaba en una silla de ruedas eléctrica que le daba cierta autonomía.

                                                                                                                              Podría interesarle: Jorge Rausch: “El día que uno deje de crear, se aburre” (Historias de Vida)

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                                                                                                                              Con la misma humanidad con la que asumió su diagnóstico, renunció a Occidente del Cali cuando concluyó que ella había sido contratada como directora para hacer cambios “jartos”: despedir a personas que llevaban trabajando allí más de una década. Con la misma consciencia se enfrentó a la realidad de que su hija de tres años, después de la muerte de su padre y hermano mayor, no podía quedar sin madre, y se sobrepuso a pesar de que durante esos años haya vivido medio “chiflis”, como ella mismo lo describió. Londoño murió ayer, 18 de noviembre de 2021, a pocos días de cumplir 70 años.

                                                                                                                              Finalmente, desbloqueó un inevitable final al que llegó con una obra dedicada a los viajes reveladores que los niños comienzan a descubrir y las facetas de los humanos que los adultos casi nunca saben enfrentar.

                                                                                                                              Margarita Londoño Vélez nació el 23 de noviembre de 1951. / Archivo particular

                                                                                                                              Después de haber estudiado periodismo en la Universidad del Valle, especializarse en Administración de Comunicaciones en Boston y recibir el título de magister cum laude en Periodismo, otorgado por la Universidad de São Paulo con la tesis titulada “Las Hojas del Diario”, Margarita Londoño se convirtió en docente. Y mientras enseñó, también dirigió el periódico Lunes de por medio, de la misma universidad de la que se graduó. Y, además, colaboró en la creación de Telepacífico, un canal regional que se estrenó en 1988. Paralelamente fue columnista de El Espectador, El País, El Tiempo y Occidente de Cali, que también dirigió.

                                                                                                                              Y mientras todo esto ocurría, ella se “bloqueaba” y “desbloqueaba” para las historias que más adelante escribiría, porque así definía al momento en el que nada se le ocurría. Así nombraba a los días en los que ninguna historia parecía valer la pena o en los que se sentía incapaz de ser la narradora de una historia que valía mucho la pena.

                                                                                                                              Le puede interesar: Jairo Pinilla, el cineasta popular que quedó en la quiebra

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                                                                                                                              El accidente ocurrió un domingo. Su esposo, que era profesor de arquitectura, se llevó a su hijo a almorzar con él y ella se quedó trabajando. A su hija menor, Gabriela, no la dejó ir por “alguna fiesta que tenía”. Ese día, alrededor de las 6 de la tarde, la llamaron a contarle que un bus “de esos de la guerra del centavo” que iba hacia Pance, pasó a un carro y se estrelló con el de su familia, que venía en la vía contraria. Su esposo murió instantáneamente y su hijo sobrevivió al choque alrededor de cuatro horas, pero finalmente murió. “Quedé loquita. Un golpe muy duro que sobrepasé por mi hija, que tenía tres años. Tuve que aguantar las ganas de morirme”. Esta historia la contó en una entrevista que le hizo Proclama del Cauca, en 2019.

                                                                                                                              La depresión por estas pérdidas logró tumbarla, pero se levantó, y entonces retomó la crianza de su hija, Gabriela Supelano; no abandonó la escritura y se lanzó a la política, otra de las tantas cosas a las que les dedicó su tiempo: fue candidata a la Alcaldía de Cali en dos ocasiones y senadora de la República entre 1998 y 2002. También fue directora del Departamento de Gestión Ambiental. La labor que Londoño desempeñó como funcionaria pública se centró en elevar la calidad de vida de las personas más vulnerables, promover la educación de los primeros años, la conservación del medio ambiente y el fin del conflicto en Colombia.

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              A Londoño le gustaban la salsa y la poesía, dos aficiones que le heredó a su hija, quien estudió Literatura en la Universidad de los Andes, pero siempre quiso ser música y alguna vez, en alguna entrevista, dijo que su poeta favorita era Alfonsina Storni.

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                                                                                                                              Londoño también escribió libros infantiles Tortuguita se perdió, ¿Por qué los chinos no se caen?, Los goles de Juancho, Los duendes de las horas, Ernesto, el elefante grandulón, entre muchos otros. Hablando de su rutina para escribir, que se desarrollaba en su finca con la compañía del canto de los pájaros y la ayuda de quien le llevara el café o el agua a su rincón para trabajar, se refirió a uno de esos bloqueos de los que a veces es tan difícil desprenderse.

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                                                                                                                              Finalmente, desbloqueó un inevitable final al que llegó con una obra dedicada a los viajes reveladores que los niños comienzan a descubrir y las facetas de los humanos que los adultos casi nunca saben enfrentar.

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                                                                                                                              Periodista en el Magazín Cultural de El Espectador desde 2018 y editora de la sección desde 2023. Autora de "El refugio de los tocados", el pódcast de literatura de este periódico.@lauracamilaadlarevalo@elespectador.com

                                                                                                                              Ver todas las noticias
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