Un texto más sobre María Mercedes Carranza. Algunos lo verán con tedio, seguramente ya muchos saben al derecho y al revés la vida y legado de la poeta, gestora cultural y periodista bogotana, pero en tiempos que seguramente no cambiarán no deja de ser importante recordar a quienes exploraron el sentido de nuestra existencia desde las artes y la cultura. Sin que deba haber pretextos para hacerlo, en esta ocasión volvemos a hablar de Carranza por cumplirse este sábado 24 de mayo 80 años de su natalicio.
Gánale la carrera a la desinformación NO TE QUEDES CON LAS GANAS DE LEER ESTE ARTÍCULO
¿Ya tienes una cuenta? Inicia sesión para continuar
En entrevista para la revista Raya, Melibea Garavito Carranza, hija de María Mercedes, dijo: “Yo creo que debo haber leído la obra completa de mi mamá unas 10 o 15 veces. Y por eso llega un momento en que, además de descubrir que mi mamá era una escritora y poeta de gran hondura, empiezo a descubrir que en esa poesía hay un dolor del que no fui consciente nunca. Ella era una muy fuerte, muy vital, que siempre estaba al pie del cañón, y de repente, de tanto leerla en orden, empieza uno a aislar ese ser que está ahí oculto entre sus versos”.
“Un día escribiré mis memorias, ¿quién / que se irrespete no lo hace? Y / allí estará todo. Estará el esmalte / de las uñas revuelto / con Pavese y Pavese con las agujas y / una que otra cuenta de mercado. Donde / debieran estar los pensamientos / sublimes pintaré / tus labios a punto de decirme / buenos días todos los días. Donde / haya que anotar lo más importante / recordaré un almuerzo / cualquiera llegando al corazón / de una alcachofa, hoja a hoja. / Y de resto, / llenaré las páginas que me falten / con esa memoria que me espera entre cirios, / muchas flores y descanse en paz", dice su poema Aquí entre nos.
Entre lo dicho por su hija Melibea y la misma poesía que escribió, parece estar la clave de lo que fueron los versos en la vida de María Mercedes Carranza. A pesar de su fuerza, había en ella una tendencia a la tristeza, a la depresión, había una honda angustia y un profundo dolor por la realidad de la que le tocó ser testigo. Quizá era necesaria su voz en un momento de bombas, asesinatos y desesperanzas, pero también nos preguntamos si el tiempo no debió ponerla en otro lado.
“Jamás pensé que fuera a suicidarse, pero siempre tuvo un carácter depresivo, muy inclinada a la melancolía. Ella no creía en nada, sobre todo en los últimos años de vida”, contó en diálogo para este diario José Luis Díaz-Granados, poeta cercano a María Mercedes Carranza y quien fuera uno de los autores que ella promovió cuando estaba en El Siglo.
La poesía es sin duda el bastión de su legado, pero también dejó huella en el periodismo, oficio que empezó a cultivar desde sus 18 años. Trabajó primero en el periódico El Siglo de Bogotá y luego en El Pueblo de Cali. En este último empezó a dejar una huella no menor en el periodismo cultural al dirigir las páginas literarias Vanguardia y Estravagario, Según el Banco de la República, durante trece años fue jefe de redacción de la revista Nueva Frontera para luego dedicarse a la crítica literaria en la revista Semana.
En el especial “El mundo es esto que miro: vida y obra de María Mercedes Carranza”, hecho por la revista 070, entre tantos otros textos, hay uno que explora la faceta de periodista cultural de Carranza. Allí recuperaron la primera nota editorial de la poeta en Vanguardia, titulada “La esperanza, verdad de todos”, publicada el 21 de agosto de 1966. Uno de sus fragmentos dice: “No aman lo que los rodea, no lo desean; elaboran obras como se hacen ladrillos o ganchos de pelo. No están en contacto directo con el pueblo […]. Si no existe este contacto, no puede haber comunicación, si no hay comunicación, ¿para qué el arte?”.
Ese texto, una crítica a la distancia de los intelectuales de la época con la gente de a pie y con todo lo que sucedía en el país a raíz de la violencia y sus múltiples actores, también es un reflejo del compromiso ya mencionado, de lo que se notó también cuando hizo parte de la Asamblea Constituyente en 1991, específicamente de la Comisión Primera, en la que trataron, entre otros asuntos, el papel de los medios y el derecho a la información en Colombia.
El canto de las moscas, el dolor y la cumbre de la poesía de María Mercedes Carranza
Muchos son los poemas que hablan del legado de Carranza en la literatura colombiana, pero quizá es El canto de las moscas en el que muchos coinciden como un punto alto de su creación poética, pero también de uno de los temas centrales de su obra: la violencia.
Dijo el escritor y periodista Albeiro Guiral en su blog en El Espectador: “Allí las palabras pintan, y en su color se mezcla el sonido mustio de las pequeñas alas de la descomposición, el olor de las fosas comunes, el humo de los cilindros después de un ataque de la brutalidad. Un libro compuesto por pequeños cuadros de pueblos donde ocurrieron masacres a lo largo de esta república de palomas. Un recorrido por la elegía; un álbum de las muertes más injustas del momento, retratos de los caídos que llevamos los colombianos aún en el pecho”.
Dedicado a Luis Carlos Galán Sarmiento, este libro de Carranza es eso, una elegía a Colombia, a las tantas y tantas masacres que sacudieron al país en las últimas décadas del siglo XX y que, lastimosamente, aún hacen parte de nuestro tiempo. Quizá no con la misma frecuencia, pero que persistan hacen que estos poemas, por no decir que toda la obra de María Mercedes, sigan vigentes.
Dice en el Canto 1, llamado Necoclí: “Quizás / el próximo instante / de noche tarde o mañana / en Necoclí / se oirá nada más/ el canto de las moscas”. Dice el Canto 2, llamado Mapiripán: “Quieto el viento, / el tiempo. / Mapiripán es ya / una fecha”. Dice el Canto 4, llamado Dabeiba: “El río es dulce aquí / en Dabeiba / y lleva rosas rojas / esparcidas en las aguas. / No son rosas, / es la sangre / que toma otros caminos”. Dice el canto 17, llamado Pore: “En Pore la muerte / pasa de mano en mano. / La muerte: / carne de la tierra”.
“Nosotros nos conocimos de adolescentes. Ella dio un paso muy audaz porque no tuvo ninguna influencia de la poesía de papá. Buscó su propio camino. María Mercedes escribió poemas rebeldes, de izquierda, y los publicaba en El Siglo. Ella se labró su propio camino. El canto de las moscas es un testimonio lírico, único, en su lenguaje, en su síntesis, en una belleza crítica. Hay un antes y un después de la poesía colombiana con María Mercedes Carranza”, dijo José Luis Díaz-Granados.
En perspectiva, quizá que naciera un 24 de mayo sería un vaticinio del final de su vida. En esa misma fecha, en distintos tiempos, se suicidaron José Asunción Silva y Silvia Plath. María Mercedes Carranza tomó la misma decisión el 11 de julio de 2003, tras varios años al frente de la Casa de Poesía Silva y como consecuencia de una depresión que la acompañó por tanto tiempo.
“La Esperanza no está: / las nubes muestran escenas demasiado conocidas / y te pesan el vestido y las horas una a una; / el suelo que pisas / cede a cada paso: te lleva siempre más abajo. / Eres entre los vivos un rehén, / pero ¡pobre de ti!: / ni tan siquiera la Muerte te mira", escribió en el Poema del desasosiego.
Pocos días después de la muerte de Carranza, Luis Sandoval, uno de sus amigos cercanos, publicó este homenaje en El Espectador y escribió: “¿Por qué María Mercedes Carranza Coronado, poeta de paz, se quita ella misma la vida? ¿Por qué?... Porque hemos devenido un país de espanto para los y las poetas. No se puede en Colombia cometer poesía impunemente. Somos una sociedad farisea que aplaude pero cierra el camino a los poetas. Hasta allá hemos llegado. Un verso que conmueve puede ser tomado como un peligro por alguien, por alguien...“.
Si le interesa seguir leyendo sobre El Magazín Cultural, puede ingresar aquí 🎭🎨🎻📚📖