De niña soñaba con ir a los Juegos Olímpicos y darle vueltas al mundo, muy rápido, en mi bicicleta rosada. Me enamoré de la adrenalina y la velocidad desde pequeña. A los cuatro años empecé a competir contra niños, contra el miedo, contra el cansancio. A veces era en casa; otras, a miles de kilómetros del país. Me caí muchas veces, pero también gané. Fui cumpliendo mis sueños, uno a uno: en carreras nacionales, latinoamericanas, mundiales… y en los Olímpicos. Escribí mi nombre en la historia del deporte.
Crees que ganas para ti, porque entrenaste durante años, hiciste sacrificios, soñaste con ese podio. Al principio lo sientes así: lo lograste por ti, por tu familia, por tu entrenador, por tu equipo. Pero después llega ese momento, te subes al podio, empieza a sonar el himno, ves tu bandera subir y ahí entiendes que no es solo para ti. Se te mueve algo adentro.
Representar a Colombia es todo para mí. Es lo que me impulsa, lo que me sigue dando fuerza. Cuando dicen tu nombre junto al de tu país, cuando te pones el uniforme de la selección, sientes algo distinto. Un impulso extra.
No es una presión mala, es bonita. Es saber que llevas a todo un país en los hombros. Que eres embajadora dentro y fuera de la pista. Y eso se asume con amor, con compromiso y con orgullo.
No dimensionas el impacto que tienes hasta que alguien se te acerca y te lo dice. Regresas al país y un niño te ve y corre a abrazarte. O una persona mayor te toma la mano y te dice: “Gracias por lo que haces por el país. Gracias porque ese día la estaba pasando realmente mal y me diste mucha alegría. Gracias por demostrarnos que podemos”. Y ahí lo entiendes todo. Dices: “Qué responsabilidad tan grande… pero qué lindo”. Porque ya no se trata solamente de tus triunfos, sino de lo que eres capaz de hacer con ellos.
Cuando las niñas y los niños se me acercan, para mí es lo más hermoso. Me dicen: “Estás haciendo todo bien. No importa si ganas o pierdes”. En ese momento tus triunfos están dejando un legado y dándole un ejemplo a un niño. Cuando me dicen: “Yo quiero ser como tú, yo quiero competir como tú”, sé que mi misión está cumplida. Les digo que sigan soñando, que no hay ningún sueño demasiado grande, que todo lo pueden lograr. Hay que trabajar por eso. Y hay que ir por las oportunidades, no esperar a que ellas lleguen. Hay que abrirse su propio camino, muchas veces en contra de todo.
Hoy vivo otra etapa. Ahora soy mamá. Y cuando estás en ese nuevo rol, se vienen pensamientos, inseguridades, cosas hermosas… todo al mismo tiempo.
Mi esposo, Vincent Pelluard, y yo decidimos que nuestro hijo naciera acá. Que sea colombiano, colombiana. Que crezca en un entorno sano. Nos duele mucho nuestro país, pero ahora duele un poquito más, porque ya no es solo por ti. Es por lo que quieres para tu hijo.
Tengo cinco meses de embarazo. Y si él o ella quiere ser deportista, ahí estaré. Si quiere tocar piano, cantar, lo que sea… también. Lo importante es estar. Acompañar. Creer.
He podido seguir entrenando. Incluso monté en la pista hasta que ya fue riesgoso. Me pararon. Lo asumí. El cuerpo cambia. Vas creciendo hacia adelante, pesas más. Todo se vuelve más retador, pero hay que seguirse moviendo. Me he preparado para que ese bebé que tanto añoramos llegue… y para volver a las pistas de la mejor manera, porque mi carrera sigue. Viene cargada de sueños grandes. Porque los sueños no se acaban. Cuando cumples uno, te das cuenta de que puedes ir aún más lejos. Después de ser mamá, de adaptarme, de dar vida, todo tendrá un nuevo sentido. Ser mamá era un impulso que necesitaba, y ahora me imagino unas manitos chiquitas y unos gritos en las tribunas de Los Ángeles, gritando por la mamá.
Ahora no solamente competiré en BMX, sino también en pista. En la modalidad de velocidad por equipos. Siempre me ha gustado mucho la pista. Siempre ha sido parte de mi entrenamiento para el BMX y siento que puedo aportar por ahí. Me dicen que estoy loca, pero soy una soñadora y no me quedo quieta.
Uno no arranca pensando que va a ser un ejemplo. Uno empieza por amor, por pasión, por las ganas de cumplir sus propios sueños. Te concentras en entrenar, en mejorar, en llegar más lejos. Solo en eso. Pero con los años uno madura. La experiencia te va mostrando que los triunfos no son el final, sino apenas el comienzo. Y entonces te preguntas: ¿qué más puedo aportar, además de ganar?
He tenido la fortuna de contar con un equipo increíble y, sobre todo, con los valores que me inculcaron desde niña. El deporte me formó, sí, pero lo que realmente ha formado a Mariana ha sido mi familia. No a la campeona. A la persona.
Y sí, claro que me he equivocado. He hecho cosas que después me hacen pensar: “¿Por qué no lo hice mejor? Ojo, que los niños me están viendo”. Pero equivocarse también enseña. Equivocarse te vuelve más humano. Te obliga a parar, reconocer y crecer.
También está el Gran Fondito, que es mi otro bebé. Un festival deportivo para niñas y niños entre los 12 y 14 años, y sus familias. Ya tiene dos ediciones. Este año se hará en Barranquilla. Lo que se vive ahí es alegría, valores, respeto, deporte, bicicleta, patines, running y familia. Es mi forma —y la de mi familia— de devolverle algo al país. De sembrar.
Creo que he aportado una forma de pensar. Una mentalidad fuerte. Una forma de decir: “Sí se puede”. Que si lo sueñas y lo trabajas… llegas. Que te puedes levantar de una lesión. De un golpe. De lo que sea. También creo que he aportado para que nuestro gobierno, nuestras instituciones, públicas y privadas, entiendan que el deporte es un medio de construcción de país. Es invertir en un país, es construir generaciones sanas, con valores, con sueños.
Hoy, 20 de julio, quiero dejar un mensaje: empatía, respeto y orgullo de ser colombianos. Sí podemos salir adelante. Sí podemos levantarnos de las tristezas, de los golpes. Sí podemos pensar distinto y, aun así, construir un mismo país. Sí podemos respetarnos y reconocer que todos tenemos algo valioso que aportar. Gracias, Colombia, por permitirme ser embajadora de esta tierra que llevo en el corazón.
Adaptado por Kevin Stiven Ramírez Quintero | kramirez@elespectador.com