Mario Benedetti o un camino por el pensamiento de América
Presentamos un perfil del poeta uruguayo en el marco del centenario de su nacimiento.
A Mario Benedetti lo bautizaron como Mario Orlando Hardy Hamlet Brenno Benedetti Farrugia. Sus padres, Brenno Benedetti y Matilde Farrugia, siguieron la tradición italiana de los cinco nombres.
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A Mario Benedetti lo bautizaron como Mario Orlando Hardy Hamlet Brenno Benedetti Farrugia. Sus padres, Brenno Benedetti y Matilde Farrugia, siguieron la tradición italiana de los cinco nombres.
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Durante los primeros dos años de vida de Benedetti, la familia residió en Paso de los Toros, Uruguay. Luego, se trasladaron a Tacuarembó y finalmente a Montevideo, en donde empezó sus estudios en 1928, que, hacia la mitad de la secundaria, abandonó por una progresiva crisis económica que sus padres venían enfrentando desde Tacuarembó.
Benedetti trabajó desde los 14 años. Empezó en la empresa Will L. Smith, en donde fue vendedor, cajero, contable, hasta 1939, cuando se trasladó a Buenos Aires como secretario del líder de la Escuela Raumsólica.
Fue en esos años de Buenos Aires que descubrió su vocación poética, precedida o, más bien, determinada, por la mirada tierna que mantuvo desde su infancia, esa época en la que “un charco era un océano”, como escribiría en su poema Cuando éramos niños. En la ciudad del fervor se reveló ante él la poesía.
En Buenos Aires supo que era y sería poeta, por sus lecturas de Baldomero Fernández Moreno, aquel poeta que fue médico rural, aquel médico rural que fue poeta.
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Dos años después, Benedetti regresó a Montevideo a trabajar como funcionario del gobierno. En 1945 se integró al semanario Marcha, en donde también escribían Juan Carlos Onetti, Idea Vilariño, Ángel Rama y en donde escribiría más adelante Eduardo Galeano, entre otros escritores y periodistas que fueron conformando una voz crítica en torno a Uruguay, América Latina y el papel de Estados Unidos frente a ambos. En ese mismo año publicó su primer poemario, La víspera indeleble, que nunca se volvió a editar.
A La víspera indeleble, le siguieron el ensayo Peripecia y novela (1948), su libro de cuentos Esta mañana (1948) y el poemario Solo mientras tanto (1950). En esos años Benedetti militó en el movimiento en contra del Tratado Militar de Uruguay con Estados Unidos. Escribiendo y actuando, el poeta había trazado una ruta que seguiría hasta el final de sus días y que consistiría en la coherencia entre la palabra y la acción: la comunión de la experiencia y del pensamiento.
Ya en 1960 se había adscrito como un intelectual afín a la Revolución Cubana. Ese año publicó El país de la cola de paja, por el que en 1973, cuando el Golpe de Estado instaurara la dictadura uruguaya, tuvo que abandonar su país.
A partir de ese año se prohibieron en el país todas sus publicaciones y tuvo que exiliarse junto a su esposa, Luz López, con quien compartió más de 60 años. “A Luz, como siempre”, le escribió en El olvido está lleno de memoria (1995). El exilio duró doce años.
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En ese tiempo vivieron en Argentina, Perú, Cuba y España. Cuando estuvieron en Argentina, Benedetti fue incluido en una lista de indeseables en el país: “Yo era el único extranjero y si no salíamos en 48 horas nos mataban”, según contaría para el portal uruguayo La Voz de la Arena.
Durante el exilio y a pesar de, siguió escribiendo. Algunos de sus poemas de 1973 y 1974 fueron escritos hacia aquello que dejó en Uruguay. Reflexiones sobre la infancia, el amor y su país, todo en tiempo pasado. El exilio fue una experiencia sobre la que Benedetti seguiría escribiendo, como en su poema Rastros:
Un país lejano puede estar cerca
puede quedar a la vuelta del pan
pero también puede irse despacito
y hasta borrar sus huellas
en ese caso no hay que rastrearlo
con perros de caza o con radares
la única fórmula aceptable
es excavar en uno mismo
hasta encontrar el mapa.
En 1974, la película La tregua, basada en su novela homónima (1959), fue nominada a los Premios Oscar en la categoría de mejor película extranjera. Además del cine, la obra de Benedetti también cohabitó la música: Joan Manuel Serrat musicalizó varios de sus poemas.
Las búsquedas, los mapas y la memoria siguieron germinando en su poética. En su poema Señales escribiría, a propósito del tiempo y el desvanecer de la vida: “si habito en tu memoria no estaré solo”.
Y es que tejida a su memoria y a su mirada permanente en retrospectiva sobre lo andado, estuvo la reflexión constante sobre América, más sobre América del Sur. Benedetti participó en numerosos encuentros de escritores e investigadores de la literatura en América. Trabajó también con el Premio Casa de las Américas de Cuba.
Desde que comenzó a publicar, por ejemplo en su poema Un padrenuestro latinoamericano, escrito a finales de los 50, trató la soledad, el hambre y el olvido en los pueblos americanos, cerrando el poema así:
no nos dejes caer en la tentación
de olvidar o vender este pasado
o arrendar una sola hectárea de su olvido
y ahora que es la hora de saber quiénes somos
y han de cruzar el río
el dólar y su amor contrarrembolso
arráncanos del alma el último mendigo
y líbranos de todo mal de conciencia
amén.
Incluso en la década del 80 escribió en homenaje a José Martí, autor del ideal de hacer de América, Nuestra América. En una estrofa le canta:
José Martí pregonero
no moriste en tu pregón
tus versos viven y son
pregones de un pueblo entero
También le escribió un poema a Salvador Allende, que así lo termina:
para matar al hombre de la paz
para golpear su frente limpia de pesadillas
tuvieron que convertirse en pesadilla
para vencer al hombre de la paz
tuvieron que afiliarse para siempre a la muerte
matar y matar más para seguir matando
y condenarse a la blindada soledad
para matar al hombre que era un pueblo
tuvieron que quedarse sin el pueblo.
Y a Diego Maradona le dedicó su poema Hoy tu tiempo es real.
Benedetti no pasó todo el exilio junto a López. Ella estuvo por temporadas en Uruguay cuidando a las madres de ambos. Ya después del exilio, vivieron entre Montevideo y Madrid. Hasta que, por la muerte de López en 2006, Benedetti se trasladó del todo a Montevideo, en donde falleció el 17 de mayo de 2009.
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Aún hoy, en el 7 de la calle de Ramos de Carrión en Madrid, hay una tarjeta sobre el buzón que dice: Aquí vive Mario Benedetti.
En total publicó más de ochenta libros, entre los que se incluyen los poemarios Recuerdos olvidados (1988), Viento del exilio (1981), Primavera con una esquina rota (1982), Preguntas al azar (1986), Las soledades de Babel (1991), El mundo que respiro (2001), Insomnios y duermevelas (2002), El porvenir de mi pasado (2003), Existir todavía (2004), Adioses y bienvenidas (2005), Testigo de uno mismo (2008). Y la narrativa Geografías (1984), La borra del café (1992), Andamios (1996).
Además, en el reciente homenaje por el centenario de su nacimiento, la fundación Mario Benedetti dio a conocer el manuscrito de una novela inconclusa que contiene alrededor de 80 folios escritos.