El Magazín Cultural

Marta Elena Vélez: "Me gusta el riesgo y eso es algo de mi temperamento"

"La máxima sabiduría es la bondad", afirma esta artista, que acaba de cumplir 80 años, siempre luchando por mostrar su concepción de la vida.

Óscar Jairo González Hernández
09 de octubre de 2018 - 09:53 p. m.
Pintura de la serie Arte erótico, de Marta Elena Vélez, de 1979.  / Cortesía
Pintura de la serie Arte erótico, de Marta Elena Vélez, de 1979. / Cortesía

¿Podría decirnos un poco sobre su vida como artista, dónde se inicia, dónde se te revela que su vida iba a ser en el arte?

No sé desde muy temprano yo creo que eso casi que es de nacimiento, no como pintora propiamente pero yo si desde muy niña. Me disfrazaban a la hora del rosario, luego entré al colegio y después muy joven entro a clases de pintura en el Palacio de Bellas Artes con el maestro Rafael Sáenz y el me enseñó a amar la pintura, dialogábamos mucho, eran esas clases como muy académicas, muy profesionales. Ahí pues prácticamente era la única mujer, era una atmosfera muy hermosa   casi qué europea pienso yo, sublime.

¿Cómo hizo para ir a Bellas Artes?

Eso me empujó un amigo de ese momento. Él vio que yo tenía mucho talento y él era también como muy intelectual, muy artista y me dijo: deberías entrar a clases y entré a clases.

¿En qué momento se interesó por el arte?

Yo diría que es como un ADN espiritual, es muy similar, entonces uno no tiene que hacer muchos esfuerzos para que las cosas le lleguen.

¿Considera que la formación en la academia o el taller es esencial al artista?

Es muy bueno escuchar a los maestros, hacer los ejercicios, la clase de carboncillo, acuarela, y es una cosa fascinante, no admite prácticamente error o corregir, luego viene el óleo que es más racional, es otra cosa diferente, entonces es muy bueno que alguien lo induzca a uno en estas cuestiones. Yo realmente duré muy poco, después tuve la ocasión de  ser profesora de artes y al final de cuentas yo saco la conclusión de que el arte no se enseña o es muy difícil enseñarlo, uno puede inspirar o dirigir, conseguir un método de inspiración o guiar pero  el que tiene el empeño de hacer lo que tiene que hacer, sale adelante solo; pero lo más grande que uno pueda tener en la vida es un buen maestro. La academia es para después botarla, porque eso ya es una cosa personal.

¿En el sentido de su técnica, como hace un cuadro?

Hay muchas maneras de cómo llego yo, por lo general tengo una idea, ideas buenas tampoco son muy comunes, pero yo trabajo a partir de una idea, medito porque la pintura es una meditación, toca con mil cosas hasta que no sé cómo que sin pensarlo mucho uno sin calcular demasiado, uno empieza a elaborar esa idea que fue la que te impulsó.

¿Esa meditación es en qué orden de tu vida artística, en su técnica, como hace esa meditación?

Eso tiene que ver con todo, con el momento presente, con lo que estás viviendo, con lo que vives el país, Suramérica, el mundo; eso tiene que ver con un todo y de pronto de ese todo salen si se puede poéticamente una idea o una cosa, a mí no me gustan las cosas muy pensadas, es una cosa más bien expresiva. Entonces yo hago un dibujo para como cristalizar esa idea y dibujo preliminar y luego ahí va apareciendo el resto, lo mejor de un cuadro si es todo este proceso porque te da sorpresas, el cuadro te pide, y esos son momentos felices que son muy cortos,

¿El arte le ha proporcionado felicidad?

Si gracias a Dios me siento completa cuando estoy pintando; cuando no puedo hacerlo, me descompenso.

¿En la medida en que usted dice que su arte está dominado por la realidad, de qué realidad se trata?

Es por la imaginación, a mí la imaginación me funciona perfecto, por eso no se en algún momento Marta Traba me ubico como en el realismo mágico, que eso era algo como para la literatura, pero a mí me ubico como ahí. Ya la magia y todas esas palabras están muy gastadas y pasan a ser otra cosa, como más en desuso, pero como te digo, en el proceso aparece la poesía, es todo eso dentro de esa meditación que sucede dentro del proceso.

¿Considera que es la poesía la que determina lo que hace o no?

No, a mí no me marca nada, ni quiero que me marque ningún hito ni ninguna tendencia, para mí son libertades que uno se va ganando hasta el punto en el que ya tampoco es tan importante, lo que piense la gente o lo que piense el crítico, es una libertad que se alcanza.

Cuando uno dice marta Elena tiene un poco de Naif, otro poco de arte kitsch, de arte expresionista, arte de Hokusai… ¿Qué ocurre allí, porque esas mezclas?

Por eso es libertad, mira uno la historia del arte, se compenetra con un determinado artista que tiene lenguaje con uno, hay que descubrir esa empatía y la única  manera es como: venga, deme la mano…, entonces sí.

¿Habla con él?

Sí, es como un médium, le pido permiso.

¿A todas estas, el color es bastante preponderante, obsesivo, que es el color para usted?

El color tiene cualidades en sí mismo, entonces el color hace que uno lo trate de acuerdo a esas cualidades: es la magia, es el esplendor, es un lenguaje juntar un color con otro. El color es muy exigente, porque uno puede hacer o puede tener un resultado aterrador o armonioso.

¿Usted lo llama o el color viene?

El color llega, yo no me predispongo mucho, no me gustan las obras muy  pensadas, muy premeditadas, no me gusta premeditar.

¿Es más a lo inconsciente?

También la razón me salva, pero como te digo me gusta el riesgo y eso es algo de mi temperamento.

¿Cuándo se lee historia del arte, qué le ha formado y qué le ha pesado la historia del arte en tu carrera?

En este momento no la necesito, pero ya está.

¿Y cuando se formaba, le parecía esencial y básica para la formación del artista?

Me parecía muy bueno porque era lo que yo estaba estudiando, como piensa este señor, como maneja el color, un matiz, un lugar; entonces esos maestros me enseñan con seguridad, eso, cuando uno está joven, estoy impresionada tremendamente, como te impresiona un buen libro entonces eso queda dentro de ti y ya uno lo elabora, porque uno es también único.

¿Cómo observa la naturaleza, qué le causa, cómo incide en su obra?

A mí me emociona mucho, claro que los paisajes pueden ser dentro de uno, son invención también. No he pintado al frente de un paisaje, sino que es a partir de una observación, de un sentimiento, de una emoción. Me gustaría posicionar esa emoción, a veces me produce una excitación grande, a mí una tempestad me parece espectacular, un atardecer hermoso. Puede ser triste, melancólico, me causa múltiples emociones.

¿Porque en vez de naturaleza usted hablo de paisaje?

La naturaleza es todo, también el ser humano, lo es. Siempre me ha interesado el ser humano, como su condición, reacción, como actúa, como crea que hace todo eso, me ha impresionado. Los animales por supuesto, todo, tenemos un animal adentro, que nos identifica.

¿Es intuitivo en usted?

Es todo, algo que te enseña la academia es que tienes que mirar todo, y somos nuestra madre. A mí todo me llega. Yo creo que cualquier acontecimiento en la vida, así sea triste, puede ser emocionante. Es una manera de ver la vida, yo no me retículo en nada.

¿Por qué retratos y por quér autorretratos?

Ese autorretrato es una idealización también muchas  veces, hay uno que es exacto hecho con marcador, rápido, es que hay momentos en los que uno quiere verse, verse no es fácil,  o conocerse también es difícil, pero hay que empezar por el físico. Del retrato  me interesa esa parte como genética, me interesa la psicología de la gente, me interesa describir esa tristeza, su alegría, entonces ahí descubro un montón de cosas y todos tenemos una forma de espiral, hay un ritmo y eso lo va descubriendo uno cuando se adentra en una persona.

¿Cómo hizo el de Bernardo Salcedo, el de Caballero?

Esos retratos son como un momento conmemorativo del descubrimiento de América y todos los retratos son de seres que están vivos, entonces hay gente de Bogotá, hay del gobierno, hay amigos, hay algunos de mis hijos.

En su obra observo una cierta tendencia hacia la interioridad, a lo íntimo, a lo que hablaba ahora del alma de las personas o de la espiral

Eso es un momento, estás hablando de la serie de lo erótico, es un momento especial, era como una audacia que yo tenía en ese momento. Yo quería un poco de cámara, por decir algo. Eso es en los 70. Y es un momento en que se trata de la liberación de la mujer, hay una liberación, entonces quería también irme contra las leyes morales, todo esto en una forma natural, y ahora los veo hasta ingenuos.

¿No tenía un propósito pues con estos interiores eróticos de mucho erotismo, de una densidad del cuerpo?

Si, pues quería también descubrir el cuerpo humano, es la primera vez que hago una exposición individual, es la primera vez que yo veo algo como un público, como artista. Entonces ahí me quiero consagrar y quiero investigar sobre el cuerpo humano, sobre esa cuestión del amor, de la pareja, la sexualidad, tanto en interior como en el paisaje, que son paisajes inventados, claro que yo tome fotos de árboles y paisajes y me ayudo con eso, pero como te digo es un momento de salir detrás, de simular.

¿En ese sentido la fotografía de qué le ha servido, considera que la fotografía es un arte o simplemente un medio para el artista?

Hay fotografías que trascienden, son arte, indudablemente y por lo general son las que aprisionan un momento, pero eso requiere de una sensibilidad muy grande. Hay fotografías hermosas, en este momento la fotografía ya está pasando un poco en Europa pero acá ha habido buenos fotógrafos, Fernell Franco me ha gustado mucho, ese tenía ese poder, el aprisionaba el momento, la parte interior de la persona.

¿Cómo le va en su relación con la ciudad, qué sentido tiene en su obra la  presencia o no de la ciudad, son importantes las ciudades para usted?

Pues es querida, pues la siento, yo también la siento, como te digo mira eso ya es temporal, ahora es como importante trabajar en equipo. Yo si en algún momento quise hacer arte urbano pero no me fue fácil por muchas razones, de la vida, entonces yo no sé, por eso me dan hasta brega diría yo, las exposiciones.  Sí, yo soy solitaria y hay cosas que uno hace que piensa que son solo para uno y no más, que nadie las va a ver y me da duro, pero en este momento ya es otra   cosa pues, uno cita su propia revolución.

¿Su técnica artística proviene de su soledad?

Es necesario el silencio, sobre todo para el pintor; el silencio es importantísimo, es importante salir, comunicarse con la gente, reírse, a mí me gusta la gente, pero amo mi soledad, mi silencio.

¿De allí provienen quizás tus contactos con el arte japonés, con Hokusai, con todos estos artistas del arte oriental, cómo se conecta con ello y cómo los transmite también en su obra de manera irónica, incluyendo a Supermán?

No sé, estudiando a Hokusai me pareció que se podía comunicar  con el comic, y políticamente hablando son dos potencias, que están ahí enfrentadas, hay una figurita, un humano ahí chiquito que está pidiendo socorro, le está pidiendo socorro a Superman que es el símbolo del salvador de Estados Unidos.

¿Cómo le ha ido entonces con este contacto con la naturaleza oriental, básicamente con estos artistas, cómo fue ese contacto con el arte oriental?

A mi parece que, no sé, en la simplicidad. Me seduce, me arrastra la simplicidad, tanto en el dibujo y en el color. A mí me parece que es un arte supremo, sobre todo el del siglo pasado, la pintura antigua japonesa. Entonces esas cosas llegan a uno como muy contemporáneas, pero artísticamente te tocan profundamente y uno tiene que resolver ese problema, es algo muy hondo y personal. Hokusai a los noventa años escribió una carta donde dice que apenas se está deslumbrando y ya había hecho La gran ola de Kanagawa,  que es un tsunami.

¿Cómo llegó a la realización de ese cuadro, por qué?

Por el libro, me lo inspiro el libro, Memorias de una Geisha, de Arthur Golden;  se trata de  una mujer anciana o mayor, y ella le pide que por favor eso, que le ha relatado,  no lo divulgue hasta la muerte de ella. Entonces eso ya llega a mi imaginación, ya como después de muerta pues, pero le hago un homenaje a esa Geisha que se consigue un preferido, un cortesano.

¿En esta medida o visión del arte que usted tiene, qué papel tiene la mujer allí, o usted no es mujer feminista o qué? ¿Qué sentido tiene para usted la mujer en el arte?

A mí me libera, como te digo  me siento muy bien, le doy gracias a Dios de poder hacer lo que hago, desde muy temprano descubrí que no era ningún genio o algún cosa así. Y eso me dio la oportunidad de aprender a no calcular mucho, de estar un poco alejada de los acontecimientos del arte en sí dentro del país. Qué se yo, también por circunstancias de la vida, entonces es como una defensa, pero a mí el arte me interesa como para mí.

¿No por ser mujer, ni hombre ni nada?

No, yo creo que el arte no tiene género, me invitan a exposiciones de mujeres y a mí me parece horrible, me parece aterradora esa separación de géneros. Una mujer que pinta también es hombre, es un trabajo muy complejo, es un compromiso con la vida, con el arte, con todo, el arte no tiene género.

En ese mismo sentido, ¿usted consideras que el arte es entonces una utopía o se puede concretar en una realidad?

Uy que pregunta tan difícil, eso ya tendría que ser yo una filosofa para decirte, pues, sí. Yo creo que fuera del arte no hay salvación, a mí me parece fabuloso que la gente cree, que haga cosas, yo creo que el arte pude enseñar y más en este momento. Ahora hay una proliferación de artistas jóvenes, hay unos buenísimos, los jóvenes en este momento para mí son pensantes, el arte ya es otra cosa muy diferente. Creo que el arte para conseguir dinero no sea, pero uno puede llegar a la iluminación, es como una liberación, es una posibilidad de conocerse a uno mismo, es una posibilidad de estudiar por todos los medios a parte del arte; pero yo creo que hoy en día en el mundo, aparte de tomarlo como una inversión, también puede ser poesía.

Cuándo usted dice: Los jóvenes pensantes hacen mucho arte: ¿Con jóvenes pensantes qué quiere indicar frente a su creación que era más espontánea e intuitiva?

Dentro de mi generación también ha habido gente muy racional, hay pintores abstractos que son maravilla; no sé si son de mi generación, pero por ejemplo Negret, Ramírez Villamizar, Carlos Rojas,  que son mayores, pero pues, es la modernidad, entonces hoy hay maravillas. Pero en este momento uno ve unas Instalaciones que…, pero una instalación puede ser en sí, un poema, un poema puede ser cualquier cosa pero todo depende de cómo se manifieste la idea  entonces me parece que en esta época hay jóvenes que siento que son gente pensante.

¿Usted por qué le da tanto poderío entonces a la eficacia de la pintura, es eficaz la pintura?

No pues yo puedo prescindir de ella también,  es decir como lo necesaria  tampoco, sino que me toco la suerte, pero no así como que sea de tanto poder para mí, no, es como un talento se puede decir, que me dio Dios.

¿Podría prescindir de ella?

No sé  si prescindir, pero como te digo es como una suerte, desde muy temprano. Yo diría desde muy pequeñita entonces no sé, si eso se llama destino porque yo creo que el destino lo hace uno, pues hay que estudiar hay que trabajar, uno aprende a pintar pintando; uno está inmerso en muchas cosas  que hace, que nunca salen a relucir al público, porque son experimentos, es una búsqueda personal, interior y eso es continuo eso va creciendo.

¿Su consideración sobre la crítica del arte, es necesaria para su carrera o no?

Yo creo que sería buenísimo que hubiera buena crítica de arte, con gente muy profesional. Un crítico de arte también es un artista y que no haya,  predisposición sino que sea por el arte, el arte por el arte,  y puede impulsar. Es que un buen critico te puede impulsar, así sea una crítica un poco densa, pero te impulsa, te hace pensar, te empuja hacia adelante. Aquí estamos muy mal de crítica de arte, en Colombia, hay algunos que han hecho cosas buenas, no se puede negar, pero si estamos faltos de una buena crítica, que se acerquen al artista así hablen mal. Muchas veces es más favorable para el artista que hablen mal (Risas).

Bueno, lo haré (Risas)

No, pero que sea verdadero, porque ahí hay bondad,  yo creo que la máxima sabiduría es la bondad.

 

Por Óscar Jairo González Hernández

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