El Magazín Cultural

Marta Lucía Ramírez: fe y política

La candidata vicepresidencial de Iván Duque ha sido políticamente coherente y por ello su fe podría ponerse en tela de juicio.

Leonardo Muñoz Guerrero / @CulturaLumpen
17 de junio de 2018 - 01:37 a. m.
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Una señal de divina 

A los 16 años Martha Lucía Ramírez se debatía entre dos carreras bien diferentes entre sí, por un lado quería estudiar derecho en la Universidad Javeriana y por el otro medicina en la Universidad Nacional. Ambas carreras estaban motivadas por su deseo de ayudar a los demás, de serle útil a la sociedad, de estar acorde con la premisa de ayudar al prójimo. El momento de indecisión fue tan grande que su dilema incluso llegó hasta el jefe de su madre, quien muy acorde a su tiempo le ofreció el camino que una dama de clase media bogotana debía seguir, hacer un secretariado bilingüe, un trabajo de mujer. Marta Lucía sabía que ese no era su camino y sus padres le dieron la razón, así que se lanzó hacia la primera posibilidad que le fuera favorable, asumiendo la respuesta como una señal de Dios, pues Marta siempre se caracterizó por su ferviente fe católica, heredada de sus padres. Dios habló y como es lógico escogió a la Pontificia Universidad Javeriana, así llegó a la carrera de derecho, dejando atrás la Universidad Nacional y el camino de la medicina. 

Conoció a su esposo, Álvaro Rincón, cuando ella tenía 16 y él 17, es decir, recién entrada a la carrera de derecho. Fue amor a primera vista. Él estudiaba arquitectura y al igual que Marta tuvo una educación religiosamente católica, gracias al colegio benedictino en el que estudió el bachillerato. Marta y Álvaro se casaron cuando ella acabó la carrera a los 21 años, él entonces tenía 22, y hoy llevan 43 años de casados. Su matrimonio está cimentado en la convivencia, en largas charlas en la sala de su casa, su lugar favorito, y el reflejo del matrimonio de sus padres, quienes también se casaron jóvenes y llegaron a la vejez juntos. Un modelo a seguir. 

Su única hija, María Alejandra, fue concebida 8 años después del matrimonio y la asumieron como un milagro, pues los médicos eran escépticos ante la posibilidad de concebir de la pareja. Dios habló una vez más. Marta ha dicho que su dificultad para tener hijos ha sido uno de las principales razones, además de su fe, para estar en contra del aborto, aunque ha matizado diciendo que en casos excepsionalísimos lo aceptaría y siempre y cuando esté en el marco de la ley. De los casos excepsionalísimos no ha dicho cuáles podrían ser, pero su actitud recuerda al también católico rey belga Balduino I, quien en los 90 renunció a su corona por 36 horas, pues no era capaz de firmar la ley del aborto que se tramitaba en el parlamento, ya que él y su esposa eran incapaces de tener hijos. Fabiola, la reina belga, tuvo 5 abortos espontáneos.

De su fe católica está muy orgullosa, aunque ha mencionado que se aparta de algunas posturas radicales de la iglesia, si bien no dice cuáles, sí afirma que el Papa Francisco las está reformando y eso la ha llenado de alegría. Su talante conservador la ha llevado a rechazar el aborto y afirmar que el matrimonio solamente es posible entre hombre y mujer, pues el objetivo del mismo es la procreación. Marta ha dicho que tiene amigos homosexuales muy queridos, pero ese amor al prójimo no ha bastado para cambiar su opinión. El matrimonio y la familia para ella tienen un carácter sagrado, inquebrantable, como su propia fe.

La política como camino para ayudar al prójimo 

Un día cualquiera, mientras se miraba al espejo y se cepillaba el cabello, le dijo de repente a Álvaro que un día sería presidenta de Colombia. Álvaro la conocía muy bien, así que en vez de risas frunció el ceño y sopesó la idea, él le contestó “lo serás”. Martha quería ayudar al país, y si bien tenía un buen puesto como presidenta de la Asociación Nacional de Instituciones Financieras - ANIF- empezó a trazar nuevamente su camino. 

Los caminos de Dios son misteriosos, dicen, tal vez por eso su salto al sector público llegó de la mano del liberal César Gaviria, y no de un conservador, quien le ofreció la dirección del Instituto Colombiano de Comercio Exterior -Incomex-, el cual ella convertiría en el Ministerio de Comercio Exterior. Al tiempo que duró planificando y diseñando el ministerio y tramitando la ley para su creación, también estuvo alimentando la ilusión de ser su primera ministra, pero un baldado de agua fría la despertó cuando César Gaviria le daría el ministerio a Juan Manuel Santos. Un amigo de confianza le diría después que pese a su buena preparación, ella no era nadie políticamente hablando. Marta Lucía iba aprendiendo que el apellido en la política tradicional colombiana cuenta más que cualquier cosa. 

Pero en juego largo hay desquite, y el suyo llegó de la mano del presidente Conservador Andrés Pastrana, quien la nombró ministra de esa cartera entre 1998 y 2002. De allí saltó al Ministerio de Defensa en el primer gobierno de Uribe ¡Una mujer saludando a las tropas como su jefa! gritó el país entero, una imagen imposible de pensar apenas unos meses atrás, pues la guerra es juego de hombres. Marta se erigía como la primera mujer ministra de defensa del país y la segunda en toda América Latina. 

Pero no todo fue alegría. Como ministra de defensa Marta Lucía redactó la política de Seguridad Democrática de Uribe, esa misma política que violó las prerrogativas de alcaldes y gobernadores como jefes de policía, facilitó el espionaje parainstitucional y fomento los Falsos Positivos, se centró en lo militar dejando atrás los derechos civiles y empeoró la seguridad ciudadana a manos de las bandas emergentes pos desmovilización paramilitar que el Estado no supo controlar. 

La Operación Orión en la comuna 13 de Medellín también tuvo lugar mientras estuvo al frente de la cartera de defensa, en el año 2002. Más de mil hombres de la fuerza pública, incluyendo helicópteros artillados, incursionaron en la zona y sumieron a la comuna en 3 días de absoluto terror, que dejaría un saldo, según Corpades, de 88 muertos, 80 civiles heridos, 370 detenciones arbitrarias y 95 desapariciones forzadas. Según varios medios e instituciones, la alianza entre el ejército y los paramilitares fue obvia durante la operación. Tras la expulsión de las FARC el bloque de las AUC Cacique Nutibara llenaría el vacío del poder dejado por la guerrilla. 

Su vida pública la ligó a Uribe desde entonces. Lo apoyó como congresista del Partido de la U, y por tanto de la coalición de gobierno, entre el 2006 y el 2009. Durante las elecciones de 2010, Marta apoyó a la conservadora Noemí Sanín, amigas desde la universidad, en su aspiración presidencial, tras ser derrotada en las consultas internas de ese partido por Noemí. En el 2014 logró competir como candidata oficial del conservadurismo, pero perdió en primera vuelta. Volvió a la coalición uribista para la segunda vuelta y se convirtió en la jefe de debate del candidato uribista Óscar Iván Zuluaga.

En estas elecciones, Marta renunció al partido Conservador recordando las palabras del Álvaro Gómez Hurtado “en Colombia hay más conservadurismo que partido conservador” y de esta manera saltó a su candidatura presidencial por firmas. Pero en el camino se alió con Alejandro Ordóñez y con el candidato del Centro Democrático, Iván Duque. Tras las consultas interpartidistas Marta pasaría a ser la candidata vicepresidencial del candidato uribista. 

 

Por Leonardo Muñoz Guerrero / @CulturaLumpen

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