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Es licenciada en psicología y tiene una Maestría en Artes Visuales. ¿Cómo llega a la escritura?
Siempre me gustó escribir, desde niña lo hacía. Lo difícil fue decidir dedicarme a eso profesionalmente. Por otro lado, también me interesaba conocer más sobre psicología y arte. Al final de cuentas, estas dos disciplinas también tienen que ver con el tema de la narrativa: Ya sea el discurso que nos configura como sujetos o el que da sustento a una obra de arte.
Su primera novela infantil fue Las sirenas sueñan con trilobites, antes de eso estaba escribiendo sobre todo no ficción, ¿qué la llevó a emprender la aventura de escribir una novela juvenil?
En realidad, he escrito ficción y no ficción casi de forma paralela. Ambos géneros me gustan mucho. Por casualidad, mi primer trabajo editorial fue como colaboradora en una revista para adolescentes, así que comencé a publicar primero no ficción.
Mostrar mis novelas me llevó más tiempo, tal vez porque eran más personales.
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Entre sus distintas obras podemos encontrar poesía, cuento y novela, ¿cómo decide en qué género escribir?
Cada proyecto me va llevando. En algunos como Lunática o Buenas noches, Laika, desde el inicio tuve claro si se trataría de un libro de poesía o una novela. En otros, como Orfeo, me tomó más tiempo averiguarlo. Últimamente, me interesa explorar más a fondo esa zona gris en la que se traslapan distintos géneros y lenguajes. Creo que ahí podemos encontrar algo interesante.
Muchos de los temas sobre los que escribe son temas reales y muchas veces tabú en la literatura infantil y juvenil, sin embargo, logra crear universos fantásticos y espaciales. ¿Por qué cree que es importante que la literatura infantil y juvenil hable de estos temas?
A veces se nos olvida que las niñas, niños y jóvenes viven en el mismo mundo que nosotros. El peligro de la censura es que con frecuencia impide que las personas tengan acceso a esos relatos que necesitan y/o desean escuchar.
La literatura, sin importar a quien vaya dirigida, nos permite nombrar y elaborar simbólicamente aquellos aspectos de la realidad que, vistos de otro modo, resultan demasiado amenazantes. Los mitos, los cuentos de hadas, nos han demostrado ya desde hace siglos que podemos invocar al lobo y aún así, salirnos con la nuestra.
Y como sucede en el cuento de Rumpelstiltskin, el llamar las cosas por su nombre nos da poder.