Así como los maestros de ciencias naturales suelen ignorar la historia de las teorías o verdades que enseñan, la educación religiosa encuentra innecesaria o, incluso, inoportuna una explicación secular de sus prácticas o creencias. Es una lástima que lo que llamamos educación religiosa no vaya más allá de lo puramente doctrinal. Me habría encantado para mí, para mis hijos y para todo el mundo algo más de historia de las religiones en nuestra educación. ¿Qué tanto conocen los católicos sobre el origen y la difusión del cristianismo, la historia de la Biblia o de la Iglesia? ¿Qué tanto sabemos de los debates teológicos o contextos políticos que dieron lugar a las grandes rupturas, como la creación de una iglesia ortodoxa independiente de Roma en la Edad Media, la emergencia del islam en el siglo VII y la Reforma protestante en el Renacimiento? Me atrevo a pensar que no lo suficiente y es lamentable por una razón de peso: la ignorancia y la intolerancia han sido siempre grandes aliados.
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Bajo la influencia de pensadores como Martín Lutero (1483-1546) y Juan Calvino (1509-1564) tomó forma una nueva doctrina cristiana que en el siglo XVI se distanció de la tradición católica romana y dio origen a la influyente Iglesia protestante.
Lutero fue un sacerdote alemán de la orden agustiniana que viajó a Roma en 1510. Sin mucho fundamento, se dice que fue testigo de la vida escandalosa del papa, regresando a Alemania decepcionado por la banalidad del clero romano. Como profesor de Teología en la Universidad de Wittenberg, Lutero dio a conocer sus ideas en 95 tesis que, según la leyenda, fueron clavadas sobre la puerta de la Iglesia de Wittenberg en 1517.
Independientemente de la realidad de este acto simbólico, sí estamos seguros de que gracias a la imprenta sus ideas se difundieron con velocidad, motivo por el cual fue excomulgado por el papa León X en 1521. Con diversos movimientos reformistas en curso, Lutero no fue el único crítico de la Iglesia de su tiempo, pero sus ideas no pudieron ser ignoradas, pues desafiaron de forma directa la autoridad del papa y la legitimidad de varias enseñanzas de los católicos.
Para empezar, Lutero proclamó las sagradas escrituras como fuente única de la doctrina cristiana, negando que los sacerdotes tuvieran el privilegio de ser los únicos legítimos intérpretes de la palabra de Dios. Para el teólogo alemán, la interpretación de la Biblia era un derecho y una posibilidad de todos los fieles. Un principio polémico, incluso entre protestantes más adelante, que cuestionaba de manera fundamental el papel de la Iglesia. Entre otros reparos a las tradiciones católicas, sobresale la inconformidad con la entonces difundida práctica de las indulgencias y el supuesto de que con dinero donado a la Iglesia se podía ganar un lugar en el cielo. Para Lutero, la salvación no es el resultado de buenas acciones o sacrificios, sino de la fe.
El gran ideólogo de la Reforma protestante fue amigo cercano del afamado artista y empresario Lucas Cranach, el padre (1472-1553). La estrecha relación de estos dos personajes ayudó a configurar un momento definitivo de la historia religiosa y política de la Europa moderna. Si Lutero puso en palabras las grandes ideas de la Reforma, Cranach y su hijo, con el mismo nombre, hicieron lo propio con sus pinturas y grabados. Por un lado, los retratos que Cranach hizo de Lutero se volvieron íconos de la Reforma, y más importante aún, del taller de los Cranach salieron numerosas pinturas y grabados que ilustraron y celebraron sus ideas centrales.
La famosa Biblia que Lutero publicó en alemán en 1535 fue ilustrada con elocuentes imágenes elaboradas en el taller de los Cranach. Si la interpretación y comprensión de la palabra de Dios por parte de los fieles fue central en la Reforma, la traducción de la Biblia a lenguas vernáculas y sus ilustraciones jugaron un papel definitivo. Por siglos, la Biblia aceptada por el catolicismo, conocida como la “vulgata”, fue la versión que san Jerónimo tradujo al latín a finales del siglo IV. La traducción de esta al alemán y otras lenguas implicó diversos y complejos debates teológicos.
Para entender el papel de la imprenta y de las imágenes en la difusión de la Reforma, en esta oportunidad comentamos sobre uno de los 13 pares de imágenes que componen el pequeño libro La pasión de Cristo y el anticristo, publicado en Wittenberg en 1521. El propósito del panfleto fue contraponer enseñanzas de Cristo con el comportamiento poco cristiano de la Iglesia católica y del mismo papa.
En la imagen 12 de esta serie aparece en el recuadro de la izquierda la imagen de Jesús expulsando a los mercaderes del Templo de Jerusalén. Jesús no oculta su enojo, derribando una mesa con mercancía y flagelando con un látigo a quienes han hecho del templo un centro de lucro. La imagen de la derecha nos muestra cómo el papa acumula dinero de la Iglesia, fruto de la venta de indulgencias y otros negocios, obrando de manera inapropiada en nombre de Dios. Mientras sus acciones se enumeran en la inscripción en alemán, la imagen de Cranach hace evidente el antagonismo entre las enseñanzas de Jesús y las acciones del papa, quien es señalado aquí como el anticristo.
Llama la atención que este grabado, en el cual se condena el afán de lucro de la Iglesia, saliera del taller de uno de los más ricos y poderosos artistas de Europa. Además de virtuoso pintor, Lucas Cranach fue un empresario visionario, quien compartió los ideales reformistas de Lutero, pero trabajó para clientes de todo tipo, incluyendo a mecenas católicos. Cranach entendió el poder de la imprenta y supo leer un creciente mercado entre el que se destacaban retratos para sus mecenas, biblias ilustradas y, no menos importante, la creciente demanda de sensuales desnudos femeninos.
Hay cierta paradoja en la importancia que tuvieron las imágenes en la difusión de las ideas reformistas: una de las diferencias importantes de Lutero y de Calvino con el mundo católico fue, justamente, el peligro de los íconos religiosos para difundir la doctrina, cuya única fuente debió ser la palabra de Dios. A pesar del repudio, tanto ortodoxo como protestante, de las imágenes como medio de transmisión del dogma religioso, la imprenta y la floreciente cultura visual del Renacimiento jugaron un papel definitivo en la configuración de la educación religiosa y científica en el mundo moderno.