El Magazín Cultural

Maryse Condé recibe la medalla "Grand Vermeil" de París

La ganadora del Premio Nobel Alternativo 2018 recibió una de las mayores distinciones otorgadas por el Ayuntamiento de París. La poeta Martha Asunción Alonso, traductora al español de Maryse Condé, nos cuenta sus impresiones de la ceremonia que se celebró el pasado viernes en la capital francesa.

Marta Asunción Alonso
28 de marzo de 2019 - 01:55 p. m.
Maryse Condé, autora de "Corazón que ríe, corazón que llora" (1999). / Cortesía
Maryse Condé, autora de "Corazón que ríe, corazón que llora" (1999). / Cortesía

El homenaje a Maryse Condé se celebró en el centro cultural Les Plateaux Sauvages del Ayuntamiento de París, un lugar para la creación y el intercambio artístico, recientemente rehabilitado e inaugurado en el distrito XX, en el barrio popular de Ménilmontant. Para llegar desde el boulevard de Belleville, hay que subir una calle empinada repleta de bazares árabes, carnicerías halal y salones de té marroquíes con diminutas terrazas en la acera donde alternan, frente a teteras de menta y pastelillos de pistacho, ancianos con chilaba y chicos que escuchan música raï a todo volumen en sus Smartphones. La fachada del recinto está decorada con murales de graffiteros locales. Hay seguridad en la entrada, por el plan anti-terrorismo conocido como Vigipirate.

A las siete de la noche la sala está llena. Laëtitia Guédon, directora del centro, aparece en la oscuridad del escenario y nos cuenta que la novela Tituba fue su primer contacto con Maryse Condé. Dice que a los 14 años descubrió el libro por azar en la biblioteca de sus padres, en un momento crítico de su existencia: andaba luchando con su identidad de joven negra, judía,
antillana y magrebí. “Maryse Condé –dice– me extendió desde las páginas de aquel libro un permiso para existir”. Luego suben a escena: George Pau-Langevin, ex Ministra de ultramar; Christophe Girard, adjunto de Cultura en el Ayuntamiento de París; y Laurent Gaudé, escritor francés que obtuvo el Premio Goncourt (2004) por su novela El sol de los Scorta.

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Maryse Condé llega al escenario en su silla de ruedas. Lo hace acompañada por la música de un trío de gwokà guadalupeño. La gente anima la melodía dando palmas. La guadalupeña lleva la misma chaqueta de tweed, los mismos pendientes de oro y las mismas zapatillas de tela oscura que llevaba hace unas semanas en Barcelona. Pau-Langevin, visiblemente conmovida,
se pregunta por qué a Maryse Condé la prensa francesa no le ha reservado el mismo trato que a otros Premios Nobel, como Patrick Modiano. “¿Tal vez porque las novelas de Condé nos muestran realidades hirientes, rostros que en Francia duelen demasiado?”.

Es la primera vez que el escritor Laurent Gaudé conoce a Maryse Condé en persona. Pero siente que la conoce desde hace tiempo, por sus libros. Siente que sus personajes, los de la guadalupeña y los suyos, hablan de una estantería a otra cuando nadie los ve. En su discurso, pone a dialogar un personaje femenino de Condé con un personaje femenino de uno de sus libros. Recibe una gran ovación.

Ahora es Christophe Girard quien se dirige a la guadalupeña: “Leyendo sus historias, el joven homosexual que yo fui, perdido en un instituto de Angers, fue también una mujer negra”. Le agradece a Maryse Condé ese sentimiento de identificación, y recuerda la importancia que ha tenido París en la vida y en la formación de la autora. Finalmente, le hace solemne entrega de
la medalla "Grand Vermeil" del Ayuntamiento de París. El trío guadalupeño vuelve a tocar, y al fondo del escenario, una pantalla proyecta imágenes de diferentes etapas de la vida de Maryse Condé.

A las ocho de la noche, los invitados al banquete pasamos a un espacio preparado con bancadas en forma de U colocadas alrededor de una pantalla. Laëtitia Guédon nos explica que todo girará en torno al libro Mets et merveilles, la autobiografía culinaria que Maryse Condé publicó en 2015. Nos presenta a la chef brasileña que ha ideado el menú: Rosilene Vitorino,
encargada del mejor restaurante brasileño de París. Comeremos ceviche de pescado, ensalada de lentejas coral, cereales con cilantro y pollo especiado. Para terminar, dos interpretaciones de uno de los postres preferidos de Maryse Condé: flan de coco típico antillano.

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Maryse Condé comparte algunas impresiones sobre las actuaciones que se van sucediendo entre plato y plato. Un réquiem de Mozart, una versión del grupo haitiano Karimi o un vídeo en el que Jacques Schwarz-Bart, el saxofonista hijo de los escritores Simone y André Schwarz- Bart, le dedica una canción compuesta en su honor: Queen Maryse. La guadalupeña expresa su
agradecimiento y, haciendo gala de su franqueza habitual, lleva la contraria cada vez que se tercia: “Lo has dicho todo mal”, bromea con Laëtitia Guédon, cuando ésta comenta que Maryse Condé empezó a escribir de África cuando regresó del continente. “Siempre he escrito de África, incluso antes de conocerla”, afirma Condé. También le comenta: “Has escogido un réquiem demasiado solemne, pero gracias igualmente”. Los invitados se ríen viendo a Maryse Condé en estado puro.

El ambiente de fraternidad y vibrante alegría recuerda al de una boda familiar. Entre las personas que toman la palabra en el centro de la sala, destacan la escritora franco-marroquí Leïla Slimani (Premio Goncourt, 2016), la escritora martiniquesa Gaël Octavia o el hijo de Robert Laffont, que ha sido el principal editor parisino de Maryse Condé durante toda su carrera.

Una nieta de Maryse Condé, visiblemente nerviosa, empieza a leer algo que ha escrito. La joven viste de negro, lleva el pelo largo y trenzado, y tiene en la mirada un pozo de tristeza que recuerda a los ojos de su abuela. Comienza diciendo que antes le costaba asumir que las dos llevaran el mismo nombre. Dice que no es un nombre moderno para los de su generación, y
que cuando era una adolescente bromeaba llamándose a sí misma Maryse II. Cuenta cómo Maryse Condé fue para ella, por mucho tiempo, simplemente “abuelita”. Y explica que descubrió que su abuela escribía cuando leyó el relato juvenil que le dedicó: Hugo el terrible. Recuerda los viajes que han hecho juntas, también en compañía del "tito Richard" (así llama al esposo de su abuela). Termina diciéndole: “Esta noche, abuelita, estoy aquí para otorgarte un título importante. Después del Premio Anaïs Ségalas, del Premio Fémina, del Premio Putterbaugh, del Premio Nobel Alternativo, estoy aquí para entregarte el título de Maryse I”.

Por Marta Asunción Alonso

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