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La misiva enviada a Penguin Random House, HarperCollins, Simon & Schuster, Hachette Book Group, Macmillan y todas las demás editoriales de Estados Unidos por un grupo de 70 escritores dejó en claro la posición del gremio literario frente al uso de la inteligencia artificial.
Entre los firmantes se encuentran Samira Ahmed, Colleen Hoover, Leigh Bardugo, David Arnold, Rainbow Rowell, Veronica Roth, Cassandra Clare, Benjamin Dreyer, Lauren Groff, James Bird y muchos más.
De acuerdo con la National Public Radio: “Su principal exigencia es que las editoriales nunca publiquen libros creados por máquinas. Resolver el problema de cuándo usar IA, si es que se usa, junto con el temor a ser reemplazados por ella, es un desafío que enfrentan decenas de industrias”.
“En su nivel más simple, nuestra labor como artistas es responder a la experiencia humana. Pero el arte que creamos es una mercancía, y nuestro mundo quiere cosas rápidas, baratas y a la carta. Nos dirigimos hacia un futuro donde nuestras novelas, biografías, poemas y memorias —nuestros registros de la experiencia humana— están «escritos» por modelos de inteligencia artificial que, por definición, no pueden saber qué es ser humano. Sangrar, morir de hambre o amar", escribieron los autores en su carta.
Uno de los reclamos que expresaron fue cómo el lenguaje sintético con el que responde una IA es entrenado con la obra y la voz que a ellos les “tomó años perfeccionar” y que es tomada “sin nuestro consentimiento, sin pago, sin siquiera la cortesía del reconocimiento”.
Adicionalmente, aseguraron que las historias que han plasmado con sus palabras, en las que hablan desde la pérdida de sus padres, hasta el nacimiento de sus hijos, han sido robadas y usadas para entrenar máquinas que “si la codicia capitalista miope triunfa, pronto podría generar los libros que llenan nuestras librerías. ¿Es este el objetivo final: eliminarnos por completo de la ecuación para que quienes están en la cima de la estructura capitalista puedan beneficiarse aún más de nuestro trabajo? En lugar de pagar a los escritores un pequeño porcentaje de lo que nuestro trabajo les genera, alguien más recibirá una remuneración por una tecnología construida sobre nuestro trabajo no remunerado", escribieron.
Por otro lado, hablaron sobre la forma en la que el auge de la inteligencia artificial pone en peligro no solo su trabajo, sino el de muchos otros en el entorno editorial, como los editores, los narradores de audiolibros, publicistas y más.
El objetivo de la carta abierta no era solo dejar clara su posición, sino pedir a las editoriales que hagan una promesa de no publicar libros que hayan sido creados con inteligencia artificial. Pidieron también que sus editoriales se comprometan a:
“No publicar, ni abierta ni secretamente, libros escritos con herramientas de IA que robaron a nuestros autores.
No inventar “autores” para promocionar libros generados por IA ni permitir que autores humanos usen seudónimos para publicar libros generados por IA basados en el trabajo robado de nuestros autores.
No utilizar IA basada en el trabajo robado de artistas para diseñar ninguna parte de los libros que publiquemos.
No reemplazar a ninguno de nuestros empleados, ni total ni parcialmente, con herramientas de IA.
No crear nuevos puestos que supervisen la producción de textos o arte generados por la IA basada en el trabajo robado de artistas.
No reescribir las descripciones de puestos de nuestros empleados actuales para convertirlos en monitores de la IA basada en el trabajo robado de artistas. Por ejemplo: los correctores de estilo seguirán editando sus títulos, en lugar de supervisar y corregir el trabajo de edición de una IA.
En todas las circunstancias, solo contratar narradores de audiolibros humanos, en lugar de “narradores” generados por herramientas de inteligencia artificial que se crearon a partir de voces robadas".