Jesús Gaviria nació en Medellín en 1949, estudió derecho, fue poeta, curador y crítico de arte. Aunque su nombre de nacimiento y de bautismo fue Jesús Gaviria Gutiérrez, toda la vida, familiares y algunos de sus amigos lo conocieron y lo llamaron Pacho. Este apodo fue puesto por Hermelina, la empleada que trabajó en casa de su madre durante 52 años y que fue parte importante de su vida y de su educación. Ella lo llamó así a partir de la canción de “Pachito E’ Ché”. Otros amigos le decían Jesús o Chucho.
En el barrio Prado se crió y vivió la mayor parte de su vida. Allí pasó su niñez, su juventud, y su vida de casado con Constanza. Fue un barrio al que quiso entrañablemente y que de alguna manera insufló la atmosfera que impregna los primeros poemas publicados en el libro Una corta danza (1976) y algunos poemas publicados en los libros siguientes. Finalmente, Jesús Gaviria pasa sus últimos años en la ciudad de Envigado viviendo con su hermana Martha María Gaviria, en donde muere (2015), acompañado de sus hermanos y sobrinos.
Su poesía se caracteriza por su brevedad y por, lo que es poco común, la ausencia de adornos y figuras. Son poemas que el autor quiso que fueran escuetos. Que se parecieran un poco al haikú, aquella forma de poesía japonesa, muy breve, que consta de tres versos (diecisiete sílabas) y que icónicamente tienden a la brevedad y a la necesidad de, tal vez, detener el instante.
Fernando Pessoa decía que los versos se escriben todos al otro día. Sin embargo, con el haikú, con el poema breve en general, los poemas no se escriben al otro día, se escriben al momento. Entonces, no hay un periodo de maduración, no hay un periodo de, digamos nostalgia, no tienen absolutamente nada de elegíaco, son detenciones del instante.
Su primer libro, Una corta danza, comienza con un epígrafe del poeta romántico inglés John Keats, quien falleció a los 26 años: “Las melodías oídas son dulces, pero las no oídas lo son más”. Este verso de Keats define, no solo el tono de este primer libro, sino en general, el de toda su poesía que busca el silencio.
Su segundo libro, Veinte piezas para instrumento de percusión, se caracteriza porque sus poemas son muchísimo más breves, de ahí su título. El autor quiso extremar el principio de que la estructura brillara por su ausencia. Son poemas que tienden a una absoluta delgadez de la forma despojándolos de adornos, dejando el poema raso, escueto. Es una declaración de principios poéticos. Esto se puede ejemplificar en un poema perteneciente a este libro, un poema sumamente breve de dos versos, titulado “Ars” de dos versos: blanco y desnudo hueso / ajeno al dolor. Este es, digamos, el talante que movió la escritura de estos brevísimos poemas.
En Cuarta de libre disposición el autor reúne los dos libros anteriores y otra serie de poemas escritos entre 1980 y 1996 que habían sido publicados en revistas y en periódicos pero que no habían sido recogidos aún en un libro. Este es un título que por antiestético le costó peleas con sus amigos, pero que analizado en contexto tiene una clara explicación. “Cuarta de libre disposición es una figura del derecho de sucesiones según la cual el testador dispone de una cuarta parte de sus bienes para legársela a quien él libremente desee” (en palabras del autor). El padre de Jesús Gaviria muere cuando él era aún un niño; de alguna manera él siente que el legado de su padre fue el amor hacia los versos, hacia la poesía.
Este libro parece dedicado a su padre, a ese amor y al mismo tiempo a esa ausencia de la figura paterna y que tuvo la urgencia de llenar con algunas palabras, con algunos versos. El libro tiene cuatro poemas dedicados a su memoria: “A mi padre” (que hace parte de los tres poemas burgueses), “Amor constante más allá de la muerte” (título tomado de un soneto de Quevedo) y “Cuarta de libre disposición”, poema que le da título al libro. Además, contiene poemas que son escritos a la manera de haikú y otros poemas.
El último libro se llama El oro, el marfil y el mar de vino, título que hace referencia al mundo griego, a los materiales más característicos de su cultura visual, como lo son el oro y el marfil. No así el mármol que era un material de construcción, de fácil extracción y manejo, tanto es así que al mármol lo pintaban: “El Partenón y sus frisos eran pintados. Solamente con el advenimiento del neoclasicismo y con cierta visión del mundo clásico devino el mármol en un material noble. El oro y el marfil, las estatuas crisoelefantinas, fueron, esas sí, las que cuajaron las artes plásticas, sobre todo la escultura griega (palabras de Jesús Gaviria en una de sus presentaciones).
El mar de vino recuerda la manera en que Homero llamaba al Mediterráneo, al vinoso mar. Según se dice, era porque el mar tenía color de vino tinto. Sin embargo, cree el autor de este libro, que Homero lo llamaba así refiriéndose al hecho de que todo el Mediterráneo era cruzado, durante todos esos años de la colonización y de los siglos preclásicos, por buques mercantes griegos en cuyas bodegas cargaban ánforas de vino y de aceite.
La primera parte de El oro, el marfil y el mar de vino alude a algunos personajes históricos: ceramistas, escultores, poetas que vivieron en Grecia en el siglo VI a. C. El poeta trata de revivir y de mirar, casi que fisgonear como un voyerista, ciertos momentos mínimos, significantes y trascendentes en sus vidas, mientras actuaban en la vida cotidiana. Otra sección del libro incluye estampas que no pretenden ser religiosas ya que no son tomadas de los evangelios, fueron escritas en una Semana Santa y no con una inspiración muy religiosa sino basándose en las películas de televisión que presentan durante esas celebraciones. Estas películas, de alguna manera, revelaron y le hicieron ver esas estampas como si fueran parte de la vida cotidiana. Trató, entonces, de ver ciertos momentos de Jesús, de María, de José; trató de escudriñar y registrar qué hacía María, qué hacía José cuando trabajaba en la carpintería, y a Jesús jugando con los muchachos en la calle. En fin, actividades despojadas de lo sagrado de las Escrituras, buscando mirar lo sacro en lo cotidiano, de lo que significa el trabajo hecho con amor, de lo que significan las dudas, de todo aquello que conforma la existencia común y corriente. Adicionalmente, encontramos aquí dos poemas que no tienen nada que ver con los temas ya mencionados, llamados “Génesis” y “Altamira”.
Esta compilación también contiene los poemas publicados en el libro Pintura sobre porcelana. Poemas que no fueron leídos en el Festival de Poesía de Medellín, por lo que no se cuenta con comentarios del poeta sobre ellos ni sobre el libro.
Los últimos poemas aquí incluidos son una serie de sonetos, algunos de ellos dedicados a personas queridas por el poeta, como Miguel Escobar y su hermano mayor Enrique Gaviria, ambos ya fallecidos.