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La contradicción llega con suma elocuencia, entre silencios largos y espantosos diciéndome lo que quiero escuchar. Ensimismada estoy, negando una respuesta. La voz siempre me ha venido bien cuando tomo mi sueño con la palma de la mano, observando el deseo de ser escuchada y con el útero que llevo conmigo dándome de a pocos bocados de feminidad. Dichos sueños son de una mujer que no ha estado del todo libre. Fue expulsada del paraíso y ahora anhela volver a él, ¿bajo qué condiciones? ¿podré ser amiga de la serpiente? ¿de esto se trata el sentido de la vida? ¿hablar con el deseo? Me sugiero esta noche –para merecer- que mi cuerpo no me corresponde, incluso, ningún cuerpo me corresponde, y sin embargo, lo cuido por si alguien viene a reclamarlo. Hay que cuidar, aunque no corresponda.
Tal vez me encuentre con la serpiente en la vigilia, o tal vez en el sueño, disimulando ser mi amiga, haciéndome creer que estoy soñando, cuando sé que últimamente he dejado de recordar lo que sueño. Hay alguien que me mira, que me observa y me dice que me mire y yo, llegando al último suspiro de la noche, no logro verme dentro. Quiero recordar el ahora de estar despierta ¿podrá acompañarme la realidad? Estoy en otro paraíso con los ojos cerrados, el paraíso que no tiene nombre, no tiene cuerpo, ni morbo, ni siquiera tentación. No hay sentimiento alguno que degrade a la mujer porque simplemente no hay mujeres que degraden. Hay egos, hay caprichos que no me dejan respirar. Pero también, hay miel en los labios, hay sabores escuchados, hay anhelos, recuerdos y tacto imaginado. Estoy del otro lado, el de la causalidad. Me basta así.
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Anexo: La imagen es del Album “Artaud” de Pescado Rabioso. A propósito de que Luis Alberto Spinetta habla de los sueños y de cómo saborear los sonidos y sentidos que acompañan un verde, o un amarillo. Para cada persona un color, para cada sabor su propio sueño.