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“Todo empezó hace dos años, me invitaron a viajar a Colombia a participar en un festival literario en Medellín. Fue mi primer contacto con la ciudad, estuve en bibliotecas y colegios, ese contacto con la gente, con los paisas y los niños, la mayoría de barrios desfavorecidos, fue el germen de la novela. Volví a España y regresé obsesionado por escribir sobre lo que había visto y sentido”. Así relata el escritor español Alfredo Gómez Cerdá, ganador del premio de literatura infantil en España en 2009 e invitado este enero al Hay Festival de Cartagena, la experiencia de escribir Barro de Medellín, un ejemplo más de su propensión a convertirlo todo en literatura: su propia vida, sus experiencias cotidianas.
En ese breve viaje Alfredo, que se ha consagrado en la escritura de cómics y literatura juvenil e infantil, tuvo contacto con varios niños que vivían en zonas de alta tolerancia y cuyos alrededores y familias no les podían dar ninguna herramienta para escapar de ese poco alentador destino. “Santo Domingo Sabio, ese barrio me impactó sobre todo, así que lo retraté. La ubicación de la novela es casi exacta, se podría recorrer las estaciones de metrocable y los barrios aledaños a través de esta historia”, comenta el escritor.
Fue en ese barrio humilde en el que decidió situar a dos personajes: uno de 10 años y otro de 12, dos niños marginados y que a la vista de su propio entorno se dan cuenta de que va a ser muy difícil salir de ahí. Uno de ellos se ha resignado a ser ladrón, lo fue su padre y lo fue su abuelo. El otro, se resiste, tiene otros sueños. “Esta novela corta fue todo el tiempo un proceso de adentrarse en la mente de esos dos niños, qué pasaba por su cabeza sobreviviendo en ese ambiente, qué sentían, qué soñaban, ese acercamiento fantástico al espíritu de esos dos niños, que podrían ser cualquiera de los que conocí, es mi búsqueda en este libro que a demás del premio ha causado mucho revuelo en los colegios en los que lo he presentado”.
La confesión de Gómez Cerdá no es más que un eco de la pasión que habita en la escritura de esta historia, en la que se evidencia cómo unos ojos extranjeros logran encontrar belleza en el barro y sorprenderse de esa consigna que parecen perseguir las bibliotecas y autoridades públicas en Medellín: “Contra la violencia, cultura”. Y es que en Barro de Medellín hay algo más determinante que los libros: la bibliotecaria, sin su complicidad, sin su solidaridad, posiblemente nada cambiaría.
Además de esta capacidad de asombro que inunda el libro, está también presente un tono particular que ha caracterizado la obra de Gómez Cerdá y que tiene que ver con no hacer concesiones con el público más pequeño. “No hay que renunciar a nada en la literatura infantil, puedes tocar todos los temas, las historias y los conflictos, la única preocupación debe ser cómo contarlo y por supuesto que te entiendan”. Esto se evidencia también en otras de sus novelas, como Eskoria, en la que subyace el tema del acoso escolar, y Noche de alacranes, una historia sobre la posguerra y las consecuencias de la locura de la guerra.
Barro de Medellín ha sido ilustrado por Xan López Domínguez, y también recibió el Premio Ala Delta 2008 (convocado por la propia Edelvives) y el White Raven de Alemania. En 2009 Alfredo Gómez Cerdá también fue merecedor del Premio Cervantes Chico por toda su obra.