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Su pelo plateado es una característica infaltable en cualquiera de los retratos que le han escrito, una característica que parece repetitiva y casi sobrevalorada, sobre todo si se piensa que los escritores de la edad de Michael Ondaatje (66 años) suelen tener ya su pelo despercudido de color. Lo cierto es que el de Ondaatje tiene una clase de desparpajo, una manera desordenada que hace que deje de ser un simple look para convertirse en un indicio de la compleja moralidad, de la pasión por la aventura, del juego incesante con las formas y la extraña estructura de las palabras que se esconden en su cabeza tras esas hebras.
Michael Ondaatje es autor de El paciente inglés (1992), novela que cuatro años después de su publicación fue llevada al cine por Anthony Minghella para arrasar con nueve Premios Oscar. Nació en Sri Lanka, en el suroeste de India, pero a los 11 años se fue junto a su madre a vivir primero en Inglaterra y luego en Toronto. Quizá por ese primer destierro heredó la manía de salir de casa con sus maletas cada vez que decide escribir una novela. Cuando escribió El paciente inglés se trasladó a una pequeña casa en el campo italiano; luego, cuando fue el turno de El fantasma de Anil logró encontrar una casa en su natal Sri Lanka, y hace poco se adueñó de un lugar en el campo francés para escribir apartes de su más reciente novela Divisadero, la quinta de su carrera.
Fue la poesía el lugar por el cual conquistó desde niño las letras, pero serían sus novelas las que lo consagrarían. Suele decir que cada vez que termina un libro siente que es el último. “No hay mapas detrás del mapa cuando estás escribiendo”, sentencia para luego dejar claro que escribe privadamente, casi para sí mismo y se sorprende cuando lo logra mejor de lo que creía. El Espectador habló con este escritor, comparado con grandes como Ian McEwan y Martin Amis.
¿Cómo es escribir en inglés, un idioma que no es su lengua materna?
Bueno, yo hablaba inglés desde niño, de hecho esa fue la primera lengua que conocí. Yo también aprendí sinhala cuando era niño y algo de tamil, no mucho la verdad, pero yo dejé Sri Lanka cuando tenía 11 años, desde entonces perdí esos otros lenguajes. Asumo que están en algún lugar, probablemente influenciando mi inglés.
¿Aún tiene recuerdos de Sri Lanka?
Sri Lanka fue y es una gran influencia. Es el terreno fundacional de todas mis percepciones, mi lenguaje, incluso mi sentido del tiempo y la forma en la que imagino el arte y lo hago. Hay un libro de Donald Richie que recientemente leí en el que habla acerca del concepto japonés del arte, según el cual simplemente “sigues la brocha”. Esto se siente muy cercano a la forma como yo entiendo el arte. Así que quizás haya mucho más de la perspectiva asiática en mi trabajo de lo que creo.
Sus personajes no suelen tener descripciones físicas...
Es verdad, cuando escribo trato de meterme dentro de los personajes. Escribo dentro de un hombre o una mujer con la intención de acercarme a ellos. Así que quizá no pueda decir cómo luce Hana, Katherine o Anil, alguno de mis personajes, pero sí puedo decir cómo sienten y qué piensan.
¿Cuál es su relación con los personajes que crea?
No hay relación antes de que el libro empiece entre mí y mis personajes, pero en la medida en la que el libro es escrito y gradualmente inventado yo me quedo muy cerquita a ellos para que ellos me ayuden a encontrar la historia.
¿Por qué se siente tan cerca a Gamini, ese personaje indio cazador de minas de ‘El paciente inglés’?
Simplemente lo amo. Él es complicado, generoso, difícil. Me gusta la línea que dice: “Cualquier pequeño comentario que se pueda decir de él muere cuando se está en su cercanía”. En muchas maneras él es para mí un héroe. La gente perdida tiene su atractivo en las obras de ficción; en la vida real no ocurre lo mismo. No estaba esperando su aparición cuando empecé el libro, así que a él lo sentí como un regalo.
¿Por qué cree que su libro ‘El paciente inglés’ fue escogido para una película?
Sólo creo que a Anthony Minghella, el escritor y director, y Saul Zaentz, el productor, les gustó la historia y ellos vieron cómo era posible adaptarla. Yo nunca vi una película en ese libro, pero creo que es porque un escritor no puede imaginar por segunda vez una misma historia.
¿De dónde salió esta novela?
La mayor parte fue inventada después de encontrarme con unos personajes históricos que fueron exploradores del desierto antes de la Segunda Guerra Mundial; junto con ellos construí esta historia ficcional.
¿Por qué volver sobre la Segunda Guerra?
Porque la mayoría de escritura sobre la Segunda Guerra que he leído está enfocada en personajes americanos o ingleses, así que yo quería tener un miliciano indio y otras nacionalidades activas en la historia. Además uno siempre quiere reescribir la historia dentro de su propio tiempo.
¿Por qué gasta tanto tiempo escribiendo cada libro?
Simplemente me toma mucho tiempo primero encontrar la historia y luego escribirla, reescribirla y editar y editar. La verdad creo que no debería haber mucha prisa por terminar un libro, después de todo, la escritura es la parte más amena y divertida de escribir.
¿Cuál es el mejor comienzo para un escritor: tener en mente un personaje o tener una idea acerca de una buena historia?
Creo que es terrible empezar con una idea. Una idea es muy superficial y su energía se diluye después de algunas páginas. Prefiero contar con unos personajes y así ir descubriendo la historia mientras se escribe. Ornette Coleman, el músico de jazz, tiene una frase maravillosa: Lo que tocas al principio es el territorio, lo que sigue es la aventura.
¿Qué pasa cuando escribe como una mujer?, el caso de su obra ‘Divisadero’.
Esto tiende a doblar la percepción en la escena y yo ya no suelo escribir desde lo que conozco, por eso escribir desde mujeres me seduce tanto. En Divisadero, mi más reciente novela, quería mostrar cómo pueden emerger la rivalidad y el afecto entre dos mujeres al mismo tiempo.
En sus historias suelen aparecer muchos libros y referencias literarias...
Es extraño, hemos llegado a un punto donde si alguien lleva armas en la historia de un libro se siente muy normal, pero si por el contrario en la historia alguien gasta la tarde leyendo un libro o refiriéndose a una novela la gente lo encuentra bizarro.
¿Por qué le gusta escribir en lugares diferentes a su casa?
Eso ya está casi superado, estoy feliz de nuevo escribiendo en casa, pero la verdad es ahora que puedo escribir en cualquier lugar, mi cabeza ya no necesita un lugar.