No hay silencio para quienes se atreven a hablar con la verdad. Esa fue una de las lecciones que dejó el exdirector de El Espectador, Guillermo Cano Isaza, asesinado el 17 de diciembre de 1986 bajo las órdenes de Pablo Escobar. Lo que en principio fue un acto de venganza de un capo del narcotráfico desenmascarado se convirtió rápidamente en uno de los acontecimientos capitales de esta casa editorial y en la razón por la cual, más que nunca, se selló un compromiso en la lucha contra quienes quisieran utilizar su poder para ocultar la información a la que tenía derecho el pueblo colombiano.
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Es por eso que, ahora que se cumplen cien años de su nacimiento, nos hemos puesto a la tarea de reavivar su legado. Algunos de los que lo conocieron personalmente han prestado sus voces y testimonios para reconstruir una figura del periodismo. Se revivieron viejas columnas, se recordaron anécdotas con algunas de las voces reconocidas del país e, incluso, la Biblioteca Nacional de Colombia preparó una colección de tres volúmenes dedicada a su vida y obra, titulada El país de Guillermo Cano. Y entre todos estos esfuerzos destaca uno impulsado por esta casa editorial, que ha tomado más de ocho meses para su materialización: la creación de nuestro primer corto animado.
A finales de 2024, la unidad de video de El Espectador, en colaboración con Jorge Cardona, exeditor general del periódico, puso en marcha “Mientras haya tinta”, un proyecto que buscó desde el principio ser una forma distinta de homenajear al antiguo director. El archivo donde reposaban algunos de sus textos fue el primer insumo al que recurrieron para construir el guion, pero muy pronto se dieron cuenta de que, en realidad, todo lo que necesitaban para contar la vida de Guillermo Cano ya estaba ahí. “Nos preguntamos: ‘¿Necesitamos escribir algo más?’ Y la conclusión fue que no. Sus escritos eran tan valiosos que no fue necesario”, contó Nicolás Achury, director del corto.
Ahora bien, que no tuvieran que escribir nada nuevo no les simplificó el trabajo, porque, cuando tomaron esta decisión, tuvieron que escoger, entre las decenas de volúmenes que guardan la obra de Cano, aquellos textos que representaran episodios claves de su vida y del diario que dirigió desde el 17 de septiembre de 1952 hasta el día de su muerte. Durante esa tarea se dieron cuenta de que había un hilo que unía muchos de esos episodios: la presión a la que eran sometidas constantemente su integridad y su credibilidad.
Se escogieron cinco textos para la producción del corto, incluyendo la crónica que escribió Cano apenas unos días antes de asumir la dirección, en la que detalló cómo una horda de manifestantes atacó e incendió las instalaciones de El Espectador; también está el momento en el que denunciaron un caso de corrupción en el Grupo Grancolombiano, uno de los conglomerados económicos más grandes y poderosos de ese momento, y, por supuesto, no podía faltar el episodio que desencadenó la ira de Pablo Escobar, cuando se vio despojado de su disfraz de congresista y expuesto por este diario por lo que realmente era: un narcotraficante prófugo de la justicia.
Con estas cartas sobre la mesa comenzó la animación del corto, a cargo de Jaime Alberto Lecompte y Carlos Eduardo Díaz, diseñadores visuales sénior de la unidad de video. Ellos fueron los encargados de crear la animación que le daría una nueva vida a estas historias. “Nosotros tuvimos que conocer a Guillermo Cano por medio de las fotografías, las columnas y las entrevistas que tiene el archivo de El Espectador. Así comenzamos a entender quién era él, no solo físicamente para el diseño del personaje, sino también personalmente para todo el desarrollo de la historia. Aprendimos que era una persona muy familiar, al igual que un periodista de grandes valores”, comentó Díaz.
Recurrieron a varias técnicas como la creación cuadro a cuadro, que implicó el diseño de cada uno de los planos que se ven en el corto. En secuencias más largas se utilizó el método non photorealistic render (NPR), en el que se modeló un escenario en 3D sobre el que después se montaron las animaciones hechas en 2D, lo que evitaba tener que dibujar el mismo fondo desde ángulos distintos para cada plano, según explicó Lecompte. Pero lo más importante fue el acceso completo al archivo fotográfico de El Espectador, que sirvió como base de toda la creación de este proyecto. En otras palabras, todo lo que se ve en pantalla fue diseñado por ellos a partir de imágenes reales, un elemento crucial para garantizar la veracidad del resultado final.
El proyecto no solo se desarrolló con el apoyo del equipo del periódico. Hubo otros participantes que fueron fundamentales para su creación, como Escafandra, la productora de sonido encargada de la música y efectos de sonido originales, y Ómar Antonio Barrera, el actor de voz encargado de interpretar a don Guillermo Cano. Para Lecompte, todo este esfuerzo es la materialización de que en Colombia es posible hacer productos de animación de calidad.
A partir de ahora, este corto quedará como un homenaje a lo que Guillermo Cano quiso hacer con este oficio. Pero, más que un recordatorio de lo que fue, se trata de una directriz de lo que puede ser, del horizonte al que debemos apuntar no solo quienes trabajamos en este periódico, sino cualquiera que quiera dedicarse a este oficio. “‘Mientras haya tinta’ es un esfuerzo enorme por mostrarle a la gente que hay periodistas valientes, serios y decentes. Porque el periodismo continúa haciéndose con rigor, a pesar de tantas presiones que existen”, afirmó Achury.
No hay balas ni puñados de billetes que puedan acabar con lo que se ha construido desde hace más de 130 años. Con lo que Guillermo Cano impulsó hasta el último día de su vida. Mientras haya tinta, seguiremos aquí.