La nueva ministra de Cultura francesa, Rachida Dati, señaló este martes que “el wokismo se ha convertido en una política de censura” y prometió que durante su mandato no “respaldará a aquellos que promueven la deconstrucción”.
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“Soy partidaria de la libertad del arte y la creación, no estoy a favor de la censura”, declaró en la emisora radiofónica CNews-Europe 1.
El “wokismo” es un término inglés surgido en Estados Unidos, vinculado a la lucha contra la segregación racial, y alude al “despertar” o “toma de conciencia” (to wake) de una persona que descubre y asume las reivindicaciones contra cualquier tipo de discriminación.
En la última década, el movimiento woke ha asumido otros muchos objetivos, como la lucha anticolonial, de género, contra el cambio climático, entre otras causas que son atribuidas comúnmente a las colectividades políticas del ala izquierda de la política.
Dati, quien fue ministra de Justicia durante el periodo del exmandatario Nicolas Sarkozy y es proveniente de la derecha francesa, fue nombrada a principios de enero por el presidente Emmanuel Macron, en un ambiente tenso en la cultura francesa por la proliferación de denuncias por casos de acoso sexual en el sector del entretenimiento, de discusiones sobre el pasado colonial o de denuncia del auge de la extrema derecha.
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“Soy muy sensible a la lucha contra las discriminaciones” que lleva a cabo este movimiento, pero “considero que el wokismo se ha convertido en una política de censura”, añadió la ministra del partido Los Republicanos
Dati explicó que ha abierto una discusión interna con la plana mayor del ministerio. “Les pediré que vigilen el apoyo a la libertad de creación, y que no apoyen a estos nuevos censores”. Y agregó que: “Luchar contra las discriminaciones, los determinismos sociales, es una lucha. La cultura no es la deconstrucción, no es el borrado. No seré alguien que esté al lado de los censores”.
Francia ha retomado con fuerza ese debate “woke” proveniente de Estados Unidos, donde la intelectualidad y la mayoría de medios universitarios enfrentan una ofensiva de políticos y medios conservadores, que denuncian lo que consideran una “cultura de la cancelación”, en la que cualquier personalidad es sometida a escrutinio ideológico o social. Mientras que la izquierda intelectual considera que esa toma de conciencia ha permitido desenmascarar comportamientos racistas o sexistas.
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