El escritor colombiano Juan Gabriel Vásquez ganó el VI Premio Biblioteca de Narrativa Colombiana, por su libro Canciones para el incendio (Alfaguara). En sus inicios se dio a conocer con sus cuentos, pero la novela lo ha convertido en uno de los autores más reconocidos. También se ha destacado como periodista y traductor. Una de sus novelas más conocidas es El ruido de las cosas al caer, por la que recibió el Premio Alfaguara de Novela y el Premio Literario Internacional IMPAC de Dublín.
Su más reciente publicación es Canciones para el incendio, que está compuesta por nueve historias en las que aborda las distintas formas de violencia con las que lidia el ser humano. Además, sus narraciones están hiladas por la violencia del pasado y el presente. Este libro surgió tras siete novelas y cuatro libros de ensayo.
Vásquez habló con El Espectador acerca de su más reciente obra, de cómo construyó las historias, de los escritores que fueron sus referentes y de la forma en la que empezó a ver la situación del país estando en el exterior.
¿Qué momento y lugar son los indicados para sentarse a escribir?
El momento: las tres primeras horas de la mañana. El lugar que prefiero es mi estudio, donde están mis libros y mis tapones para los oídos.
Los cuentos de su libro “Canciones para el incendio” están hilados por la violencia ¿Es esa la intención?
Por supuesto. Me gustan los libros de cuentos que tienen un tema o una obsesión que los atraviesa, que cuentan una historia más grande que las historias individuales. En este caso, las distintas formas en que los seres humanos lidiamos con las distintas violencias que encontramos en la vida.
Sus historias tienen un fondo biográfico ¿cómo vivió la violencia de los 80 y 90 en Bogotá?
La viví de una manera terriblemente natural: conviviendo con ella, asumiéndola como parte del paisaje. Me tomó muchos años reconocer que no había nada de natural en esos años, y tal vez fue entonces cuando comencé a escribir sobre ella.
¿Cuánto tiempo se demoró en la construcción del libro?
El cuento más viejo lo escribí en 2007. Cuando terminé los ensayos de Viajes con un mapa en blanco, en 2017, había escrito una docena. Escogí cuatro cuentos que tenían temas o estrategias comunes, que acabaron siendo los cuentos pares. Durante un año largo, de 2017 a 2018, escribí cinco cuentos nuevos, los impares, y eso fue lo que publiqué.
¿En qué momento decide cuáles cuentos iba a incluir? ¿Tenía otros que no salieron?
Tenía muchos que no salieron. Voy a recordar una vez más lo que dice Rodrigo Fresán: “hay libros de cuentos y hay libros con cuentos”. Los segundos son meras recopilaciones de lo que uno ha hecho durante un tiempo; los primeros se escogen pensando en que dialoguen entre sí, en que cuenten una historia que sea más que la suma de sus partes. Los escogí pensando en que hablaran del mismo asunto: el ser humano frente al daño que hace o que los demás le hacen.
¿Considera que la escritura y sus cuentos son una forma de contar la realidad?
Considero que son una forma de investigar la realidad. Mis cuentos, igual que mis novelas, ven la realidad o sus habitantes como misterios que hay que resolver. Por eso a menudo hay alguien que averigua o descubre un secreto sobre otra persona. Eso pasa en Canciones para el incendio.
¿Siempre quiso ser escritor?
Siempre he escrito, pero me costó muchos años decidir que dejaría todo lo demás de lado para que esa actividad privada, esa manera de relacionarme con el mundo, fuera además una profesión con la cual trataría de ganarme la vida. Esa decisión no fue fácil.
¿Qué tanto ha influido en sus textos el hecho de haber estado un tiempo fuera del país?
Mucho. He dicho con frecuencia que mi primer libro no tiene ninguna relación con mi país porque no había descubierto cómo escribir sobre la realidad desmedida, cruel y a menudo incomprensible que es Colombia. La distancia me ayudó a descubrir cómo convertir mis dudas, mis incertidumbres y mis frustraciones con mi país en literatura.
¿Cuáles escritores latinoamericanos fueron sus referentes al inició de su carrera como escritor?
Crecí leyendo al boom latinoamericano como si fueran clásicos de otro siglo, lo cual no deja de tener sentido: en cierta forma, Cortázar, García Márquez, Fuentes y Vargas Llosa, y el antecedente triple de Borges, Onetti y Rulfo, siguen pareciéndome los fundadores de mi tradición. Aunque en realidad no lo sean, claro. Pero leer es esto: armar nuestra propia versión de la historia de la literatura.
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