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Cuidar cada detalle. Aprender de quienes demuestran en un escenario que la grandeza no está en lo exorbitante sino en lo particular, en la conjunción de todas las partes y su correcto funcionamiento. No pasar por alto lo que puede ser obvio. Cuidar cada sonido y también a sus creadores. Tocar y no escuchar una voz. Comunicarse por miradas y gestos. Ser ejemplos de que los momentos más memorables están hechos de muchos elementos y no tanto de extensas palabras.
“Nunca nos hemos negado a que haya una voz. En el principio, de hecho, lo intentamos. Siempre hemos tenido la idea de no sonar como lo hacen generalmente las bandas de rock. No somos de ese perfil del rock star, somos más bien introvertidos y no nos llama la atención proyectar esa imagen. En cuestiones técnicas, nos gusta tener un estándar de calidad. Siempre ensayamos y nos preocupamos por sonar bien. En algunos toques nos pasó que nos subimos pasados de tragos y no nos gustó como sonó. Por otra parte, nos han ido pasando experiencias de vida que nos han unido como amigos y nos hemos dado cuenta de que es indispensable poder tener un momento antes de presentarnos donde podamos estar todos juntos. Y es indispensable también estar ensayando y tocando. Hay ocasiones en que por trabajo dejamos de ensayar. Necesitamos estar parchando”, comentó Alejandro Araújo, bajista de Montaña.
Montaña, Coordenadas y Gravedad. Palabras que refieren al nombre de la banda, su primer álbum y al EP que estrenaron el pasado 15 de octubre. Palabras que suenan estrepitosas, que vienen de la ciudad, pero que nos alejan de ella y nos trasladan a otros espacios. Cerrar los ojos, sentir que la cabeza se mueve al ritmo de la batería y que el cuerpo está asistiendo a otro espacio y otro tiempo.
Alejandro Araújo (bajo eléctrico), Felipe León (guitarra eléctrica), Daniel Medina (guitarra eléctrica), Sergio Moreno (batería), Luis Moreno (arte) y Mariana Duque (mánager) integran esta banda que ha venido mutando en sus sonidos, ha sido un referente del post rock y del math rock en Colombia. Y digo que ha venido mutando porque si bien su base parte de estos géneros que surgieron entre las décadas de 1980 y 1990 en Estados Unidos, Japón y algunos países de Europa, su último EP tiene una influencia del rock de finales de los años 60, con emblemas como Black Sabbath y Led Zeppelin.
“Lo que queríamos era mantener la improvisación. Por otro lado, veníamos escuchando a Black Sabbath, Led Zeppelin, como de ese metal viejo. Queríamos darle un color por ahí. Queríamos que sonaran las cosas que no suelen sonar en los discos, pero que sí suenan en los conciertos, es decir, el pedal cuando uno lo oprime, el sonido del cambio del selector del micrófono, los tropiezos. Eso tiene espíritu. Quería que no sonara a producido en estudio, sino a la presentación en vivo. Tiene más distorsión. Es más crudo”, dijo Araújo.
Una improvisación que también proviene de otro género, del jazz hip-hop que viene practicando el baterista de la banda y que todos los integrantes han venido adaptándolo a esa identidad, pues cada vez que comienzan un concierto lo hacen improvisando. La libertad de movimientos, de sonidos. La capacidad para que lo natural sea lo distintivo y la constante sea cambiante.
Por mucho tiempo pasaron por los bares de Bogotá, donde los amplificadores estaban rotos, o donde no daban con bandas que tuvieran un estilo similar. Y ahí estuvo la victoria: en seguir buscando y deambulando como músicos errantes que no se detienen hasta hacer de su diferencia una gran huella. De bar en bar y de cada ensayo-error surgieron dos momentos cumbres que disfrutaron y reafirmaron su presencia en la escena musical: la presentación en Rock al Parque en 2017 y en el Estéreo Picnic en 2019.
“Tuvimos una gran fortuna para la convocatoria de ese Rock al Parque porque tuvimos un jurado muy acorde a las músicas raras. Nos tocó Mariángela Rubbini, Eblis Álvarez (Meridian Brothers) y Andrés Leyva (Kraken). Esa vez ganamos y nos tocó un lunes a las 7:00 de la noche. Un horario estelar en el escenario del lago. Cuando salimos a tocar todavía se veía la tarde, empezamos y vimos cómo se fue llenando de personas. Fue increíble. Cuando estábamos cerrando yo ya no veía donde terminaba la gente. Todavía uno se encuentra gente que le recuerda la presentación. En el Estéreo Picnic fue una experiencia distinta. Abrimos la tarima. Sin embargo, fue bastante gente”.
Han viajado por Cali, Manizales y Medellín. El precio de ser distintos es que el camino puede ser más complejo, pero la realización de la meta es mucho más satisfactoria. Y así han ido entendiendo su carrera y su sello. No abandonan su lado metalero. Ser músicos no les quita tampoco su faceta de oyentes y fanáticos. Para componer y crear también hay que saber escuchar. Y sus canciones, en especial las de Gravedad, así lo reflejan. Sonidos que nos recuerdan la estridencia y la adrenalina de un concierto, de vivir el momento y hacer que este sea tan humano que muestre los tropiezos, que los muestre como partes de un paisaje que los necesita para ser verdaderos e inolvidables.
“Nos acostumbramos a que tenemos que vernos mucho en la tarima. No hablamos mucho en términos musicales. Muchas de las cosas que hacemos es por la mirada. Nos comunicamos por gestos. Y por eso nos hemos ido por la improvisación. Los shows siempre los empezamos así. Para improvisar hay que mirarse. Y desde el Picnic decidimos ubicarnos como una medialuna. Nos gusta sentir la música encima. Hay bandas que les gusta sentir los amplificadores abajo. Nos gusta que esté todo en la tarima, que se escuche duro. Somos muy metaleros en ese sentido. Así que es indispensable la comunión y que podamos vibrar con la música encima”, concluyó Alejandro Araújo.
Si quiere escuchar la música de Montaña, lo invitamos a que entre a este link.
