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“Muchos escritores han olvidado al niño que fueron”: Ana Garralón

Durante la Feria del Libro de Bogotá 2025, la autora presentó “Las incursoras”, un ensayo que traza el mapa de algunas mujeres que aportaron al surgimiento de la literatura infantil. Con mirada crítica y una biblioteca como brújula, la autora propone una lectura distinta del pasado y el presente.

Samuel Sosa Velandia

05 de mayo de 2025 - 05:00 p. m.
Ana Garralón es ganadora del Premio Nacional de Fomento de la Lectura de España.
Foto: Victor Hugo Martín Caballero
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Nunca hubo una hoja en blanco. Ana Garralón siempre tuvo claro sobre lo quería escribir y a quienes quería retratar con sus letras. Sabía que las mujeres serían las protagonistas de sus relatos, pero que su obra no sería sobre alguna princesa o una bruja, como las que conocemos de los cuentos de hadas. Su historia, en cambio, debía ser sobre aquellas mujeres que dieron vida a esas princesas, a esas brujas, y a otros personajes y relatos de la literatura infantil y juvenil.

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Las Incursoras (Las afueras, 2024), su más reciente ensayo, es el resultado de ese anhelo. Allí la autora nos empuja a conocer la vida y obra de algunas de las pioneras de este universo literario que la ha obsesionado desde hace mucho tiempo. El libro siempre estuvo en su cabeza y entre más alimentaba su biblioteca, se daba cuenta de que podía contradecir aquella idea de que “no había mujeres en la literatura infantil”. Hasta que conversó con el editor Francisco Llorca:

“Un día me llamó y me dijo: ‘Tienes la editorial a tu disposición’. Esas cosas no suceden todos los días”, recordó la autora, quien en ese momento estaba sin trabajo y vio en esa libertad editorial una oportunidad que no podía dejar pasar. Abrió una carpeta olvidada y empezó a llenar un Excel con nombres de editoras, ilustradoras, fotógrafas, traductoras... Mujeres que habían sostenido la literatura infantil desde el siglo pasado y desde los márgenes. Así empezó ese ejercicio cartográfico en el que resultó Las Incursoras.

En su elaboración no solo encontró material bibliográfico, sino una genealogía de resistencias. Fue entonces cuando quiso detenerse a mirar el pasado y recuperar esas voces que contaron y escribieron historias para niños, muchas veces desde la sombra y sin buscar el aplauso de los adultos. Por eso, fue clara en decir que no comparte el discurso de la “invisibilización” como una consigna impuesta, porque ha conocido mujeres que no quisieron estar en el centro de la escena, pero cuyas letras permanecen en los libros que todavía se asoman en las bibliotecas o las ferias.

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“Ese discurso victimista no me interesa. Creo que hoy en día las posibilidades de elección son mucho mayores. Cuando estudié magisterio, al terminar la carrera, las únicas opciones que tenía eran trabajar en un colegio de monjas —del que ya me habían expulsado— o presentar una oposición para entrar a un colegio estatal. Y dije: no quiero nada de eso. Entonces elegí mi propio camino. Por eso me siento identificada con muchas de las autoras que aparecen en este libro: mujeres que también eligieron su camino, que renunciaron a ciertas cosas porque prefirieron otras, que no eran ni la gloria, ni el dinero, ni formar una familia numerosa”. Con eso Garralón tuvo claro que no bastaba con saber lo que escribieron, también había que entender quiénes eran, qué pensaban, qué les dolía. “La biografía suele quedar en una nota al pie. A mí me interesaba saber quién estaba detrás de esos libros”, dijo.

Aunque este libro tiene una investigación amplia, Garralón aseguró que no tuvo la pretensión de hacer algo académico. La definió como una conversación en la que ordenó, encontró y cuestionó datos. Para eso, la autora acudió a librerías de viejo, exploró catálogos descatalogados y navegó por los enlaces de Wikipedia.

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“Este fue el primer libro que escribí con internet como herramienta. Antes, mis libros eran hechos a base de fotocopias, de subrayados en papel”, dijo, reconociendo las virtudes del mundo digital, pero también encontrando que puede ser un pozo sin fondo. Un artículo lleva a otro, y ese a otro más. Un peligro, sí, pero también una revelación. La corriente feminista ha dejado mucha huella digital. Las biografías de las autoras que consulté están muy bien cuidadas. Hay un trabajo colectivo que agradezco profundamente”.

Y si bien el libro fue tomando forma como una cartografía de mujeres que acompañaron, cuidaron, editaron y contaron historias para la infancia, también es una suerte de autobiografía intelectual. “Es un libro muy personal. Recoge lo que he leído, lo que he vivido, lo que me ha emocionado”.

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Mirar el pasado la hizo ver el presente de otra forma. Percibe el ahora con un vértigo producido por un ritmo tan feroz que devora la memoria. “Se descataloga muy rápido. Y la calidad, muchas veces, no está a la altura de lo que se publicaba antes”, dijo Garralón, que insistió que su libro no es una reivindicación desde la nostalgia, sino una invitación a mirar con nuevos ojos. “No es que estas autoras no fueran leídas por revisionismo. Es que el mercado las desapareció. Hay un culto a la novedad que borra todo lo demás”.

Y sin embargo, ahí siguen, esperando ser redescubiertas. “Los cuentos populares siguen funcionando porque hablan al corazón. No importa si el protagonista es un niño o un mono. Lo que importa es que hay una prueba, un conflicto, una resolución. Y eso, todavía hoy, nos toca”.

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Y agregó: “Muchos autores hoy escriben seis o siete libros al año. Publican por necesidad, no por deseo”. Valora más a aquellas que escribían poco, pero con intención. “Las Incursoras no querían ser escritoras profesionales. Escribían cuando tenían algo que decir”.

Asimismo, cuestionó la forma en la que los libros se aproximan a los niños. A su parecer, muchos libros parecen escritos para los mediadores: para encajar en los programas escolares, para no incomodar. “Se ha perdido la conexión con la infancia real. Muchos escritores han olvidado al niño que fueron”. Y, sobre todo, insiste en una idea luminosa: la infancia debe hablar en los libros, los niños tienen derecho a ver reflejadas sus emociones, sus preguntas, sus miedos más simples.

Para ella, pensar en los niños como lectores no es una concesión didáctica, sino un acto de respeto profundo. Criticó las historias en las que todo lo resuelven los adultos. “Los niños también tienen derecho a perderse en el bosque. A buscar su camino, a equivocarse, a crecer con sus propias herramientas”.

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La escritora también encontró cierta autocensura contemporánea. “Hay temas que se esquivan por miedo a las editoriales, a los padres, al mercado”. Sin embargo, desde su mirada, no hay tema que no pueda ser abordado con ellos: la migración, la muerte, la pérdida. Pero debe hacerse con profundidad y literatura, no con fórmulas.

“La muerte no puede ser solo el abuelito que se va al cielo”, advirtió. Los cuentos populares lo sabían: hablaban de abandono, de miedo, de monstruos. Hoy, muchas veces, esas capas se diluyen en libros que intentan proteger al lector, sin darse cuenta de que la literatura es, precisamente, el lugar donde podemos convivir con lo que nos asusta.

Sostuvo que hay que pedirle a un escritor —o una escritora— una sola cosa: que escriba bien. El revisionismo le parece necesario cuando rescata voces verdaderamente silenciadas, pero advirtió del riesgo de exigir a cada autora un manifiesto, una causa, una postura. “No todas tienen que reivindicar. Algunas solo escribieron. Y eso también vale”.

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Garralón no escribe para niños, pero ha dedicado su vida a acercarlos a los libros. Desde aquella clase de literatura infantil en magisterio, supo que ese era su lugar. Abrió librerías, trabajó con editoriales, buscó libros en ferias. Y, sobre todo, se dejó transformar por las buenas historias: las que llegan cuando uno más las necesita, las que se quedan como un pequeño refugio para siempre, y por eso quiso compartirnos su intimidad: su biblioteca.

“Quise dejar pistas. Señales. Como si cada capítulo fuera una piedra en el camino hacia una biblioteca más justa, más completa, más humana”, concluyó.

Por Samuel Sosa Velandia

Comunicador social y periodista de la Universidad Externado de Colombia. Apasionado por las historias entrelazadas con la cultura, los movimientos sociales y artísticos contemporáneos y la diversidad sexual. Además, bailarín de danza folclórica en formación.@sasasosavssosa@elespectador.com
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