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En el rodaje de la primera escena de La defensa del dragón, Natalia Santa, su directora, se quedó sin voz. Llevaba tres años con esa historia golpeándole la cabeza durante las noches, invadiendo sus semanas y sus meses; y el día que iba a comenzar a grabarla, se le atascó en la garganta como un nudo amargo y doloroso. Era la primera vez que dirigía una película y no sabía cómo hacerlo, lo de ella —creía— era escribir.
***
Cuando Natalia Santa terminó el colegio, no sabía qué estudiar. Su dilema estuvo enraizado en las humanidades: literatura, arte o cine. Sin embargo, a la hora de decidir no pensó qué le gustaba más, sino en qué tendría menos posibilidades de perder. “En esa época solo estaba la carrera de cine en la Universidad Nacional, donde se presentaban mil y pasaban veinte, entonces en el espíritu de no arriesgarme a perder decidí presentarme a lo que sabía que me iba a ser más fácil pasar”. Estudió literatura y trabajó tres años en el medio editorial con Santillana en los sellos Alfaguara, Aguilar y Taurus.
Santa entró en ese mundo editorial del que escuchaba hablar en la universidad, los libros, las investigaciones periodísticas y, a pesar de eso, no se sentía en su lugar. “Eran muchísimas horas de trabajo dentro de una oficina y sabía que ese no era mi lugar, entonces me fui y estudié inglés en Nueva York durante un año y mi idea era hacer una maestría allá de literatura, pero sentía que ese tampoco era mi lugar. Digamos que estuve muchos años sintiendo que no había encontrado mi lugar en el mundo”. ¿Cómo descubrir cuál es el lugar al que uno pertenece?
Después de su paso furtivo por Estados Unidos, Santa regresó a Colombia a trabajar con su mamá, Fabiola Carrillo, en el guion de Un verano en Venecia, una telenovela que se estrenó en el país a mediados del 2009 en RCN Televisión. “Yo ya había trabajado con ella en algunas cosas, así que me vine y trabajé con mi mamá durante dos años en ese proyecto. Fue una experiencia un poco traumática, porque lo que nosotras escribimos fue absolutamente distinto a lo que el director llevó a escena. Yo creo que esa experiencia traumática fue la que me llevó a ser directora y siempre pienso en esa frase que dice: ‘si alguien va a destrozar mi guion, prefiero ser yo’”.
Santa trabajó en RCN como lectora de proyectos durante nueve años. Nueve años que le sirvieron para saber qué quería contar y que, además, le ayudaron a soltarse del muelle y saltar al mar: escribió su primer guion para cine.
“Era la historia de una niña de trece años que crece en una familia de izquierda, que conoce a otro niño de la misma edad de una familia completamente conservadora como el país, absolutamente religiosa. La niña se da cuenta de que el mundo en el que ella vive es un mundo muy pequeño y se da cuenta, además, de que la realidad es otra. Se le abre el mundo. Se siente diferente”. Ese guion era la historia de infancia de Natalia Santa. Esos años en los que no entendía el mundo que crecía detrás de la puerta de su casa, las consecuencias irremediables de ser un pecador, los chiflidos y los señalamientos por ser liberal. Por ser de izquierda. Pese a eso —o por eso—, ese guion se quedó guardado en un cajón.
En 2011, Santa emprendió la escritura de una nueva historia. Una vez, viendo algunas fotos documentales de Iván Herrera, su esposo, sintió un anzuelo en el corazón: vio la foto de una relojería antigua y se imaginó cómo sería la vida de ese relojero que se la pasa mirando por el monóculo relojes que nadie va a comprar. Así nació La defensa del dragón.
La película, que se estrenará el próximo 27 de julio en las salas del país, nació como un suspiro, pero sin nostalgia. Limpia, sin vericuetos. “Con ese guion ya había un deseo de dirigir una película, porque visualmente ya estaba muy clara para mí, pues partía de una serie de imágenes que había hecho mi esposo y desde ahí yo ya tenía una estética y una propuesta visual: que fuera cámara fija, que los encuadres fueran simétricos e, igual que las composiciones, que los personajes transitaran la imagen como lo hacen en las fotografías de Iván”.
La historia se desarrolla entre tres hombres que, a primera vista, son unos perdedores. Con vidas planas y monótonas. Pero que luchan por mantenerse con vida, a salvo, en medio de un mundo que creció de forma tan vertiginosa que no les dio tiempo de apresurar el paso. Un relojero, un ajedrecista y un homeópata recrean un tiempo pasado que todavía muchos no alcanzan a superar. Cuando comenzó a dirigir la película, Santa sintió, por primera vez que estaba en el lugar correcto. A pesar del miedo y las turbulencias.
Y yo le pregunté qué sintió ese día que la llamaron de Cannes, ese día que le dijeron que su película, que había sido rechazada en 2012 en los estímulos que da Proimágenes para la realización de cine y cuya decisión ella celebró, estaba dentro de una de las competencias de cine más importantes del mundo. Qué había sentido al escuchar que La defensa del dragón, que en 2013 recibió ese mismo estímulo que le habían negado un año atrás, era la película más importante del año. Pensé en ella, la primera mujer colombiana en participar en la Quincena de realizadores del Festival, siendo fiel a sí misma. Cumpliendo sus sueños con lealtad bestial hacia sus propios instintos. Le pregunté eso, ¿qué sintió?, como si fuera posible decirlo. “Una completa e íntima felicidad”, dijo.