Nicolás Buenaventura: “Entre más palabras, más armados estamos para enfrentar la vida”
El escritor y dramaturgo publicó recientemente el libro de cuentos infantiles “Casiopea y las sombras” (Panamericana Editorial). Su obra artística es un legado familiar, una misión particular y un propósito esencial para su vida.
Andrés Osorio Guillott
Nicolás Buenaventura decide salir a las calles a caminar las ideas. Sus pies están en las calles deformes, en las piedras que estaban bajo la superficie y que ahora surgen como plagas por las excavadoras que hurgan en las capas de la tierra para poder reconstruir los senderos del centro de Bogotá. Sus pies esquivan las piedras y los baches, pero su mente, su corazón y sus cavilaciones están en las ideas que pensó anteriormente o que se van pariendo con cada paso, con cada imagen, con el transeúnte que va de corbata esculcando su paciencia en su saco, en el habitante de calle que duerme mientras la ciudad se ve derrotada por el afán del nuevo día. Buenaventura habla y habla, no balbucea, habla para darles voz y sentido a las narraciones. Dice que se pone unos audífonos para evitar que los caminantes lo observen con rareza y piensen que está loco.
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Nicolás Buenaventura decide salir a las calles a caminar las ideas. Sus pies están en las calles deformes, en las piedras que estaban bajo la superficie y que ahora surgen como plagas por las excavadoras que hurgan en las capas de la tierra para poder reconstruir los senderos del centro de Bogotá. Sus pies esquivan las piedras y los baches, pero su mente, su corazón y sus cavilaciones están en las ideas que pensó anteriormente o que se van pariendo con cada paso, con cada imagen, con el transeúnte que va de corbata esculcando su paciencia en su saco, en el habitante de calle que duerme mientras la ciudad se ve derrotada por el afán del nuevo día. Buenaventura habla y habla, no balbucea, habla para darles voz y sentido a las narraciones. Dice que se pone unos audífonos para evitar que los caminantes lo observen con rareza y piensen que está loco.
El pasado y sus recovecos todo lo van determinando. No hay manera de eludir los detalles que van dibujando el camino andado. Nicolás Buenaventura, sin decirlo, refleja también su correspondencia con el teatro, con el guion, con el lenguaje como cómplice de la imagen.
“Para mí lo más fuerte es la imagen. Qué tal que del puente solo quede la sombra, qué tal que del perro solo quede la sombra, que salta, que corre, ladra y muerde; el caballo que tiene sed, la sombra de sed, porque es la sombra del caballo y no puede beber. Esas son imágenes, no las puedo explicar, y son imágenes que me superan en cualquier argumentación. Les puedo dar el camino por el que llegó allí, pero lo que significa también es, un poco, su construcción”, afirmó Buenaventura.
Casiopea y las sombras, libro que publicó recientemente con la editorial Panamericana, contiene una serie de cuentos infantiles en los que el autor expone su imaginación, su diálogo con los personajes y la posibilidad de hacer de la palabra y del relato el resultado de una lectura, de una exploración del mundo, de las imágenes que guarda en sus caminatas y de los silencios que gobiernan las paredes que habita.
“La imaginación es un diálogo con gente cercana, con gente lejana. Son diálogos que uno se inventa, que uno tiene la suerte de poder hablar con seres extraordinarios. En mi vida me he encontrado con muchos seres, y esos encuentros son los que me han llevado a escribir. La imaginación alimenta ese diálogo. Esa manera que tiene Casiopea de relacionarse con las palabras que no conoce, con el sonido de las palabras. Cosas tan sencillas como la relación con la palabra “aspaviento”, dice el dramaturgo y escritor colombiano.
El autor, que nació en Cali y vive desde hace varios años en Francia, creció tejiendo una relación estrecha con la palabra. Desde niño, por los libretos y las tablas en las que vio a su papá, Enrique Buenaventura, el escritor fue entendiendo que el trazo de la palabra era un gesto en el que se desnudaba la propia identidad, en la que cada expresión se transformaba en un pequeño espejo para verse y reconocerse. La palabra es amante, es cómplice y es trinchera. La palabra para Buenaventura es el arma con el que se defiende de los vacíos y de los absurdos que componen nuestra vida.
“Con el tiempo he ido entendiendo que las palabras no son instrumentos que utilizas para contar. Las palabras te nombran, te dicen quién eres. Las palabras dicen de qué estás hecho. Las palabras están contando todo el tiempo lo que tú no quieres contar de ti mismo. Las palabras son uno de los espejos más extraordinarios en los que uno podría mirarse. Hay una relación entre las palabras que uno tiene y las ideas que se pueden ocurrir. Cuando uno tiene pocas palabras, se hace más difícil pensar. Entre más palabras más armados estamos para enfrentar la vida”.