Publicidad

Nikolái Gogol: el maestro de la sátira (Plumas transgresoras)

Nikolái Gógol fue uno de los escritores más destacados del Imperio ruso y de las letras universales en el siglo XIX.

Mónica Acebedo
04 de agosto de 2024 - 09:00 p. m.
Nikolai Gógol se destacó como dramaturgo, novelista y escritor de cuentos cortos.
Nikolai Gógol se destacó como dramaturgo, novelista y escritor de cuentos cortos.
Foto: The Bridgeman Art Library

“[…] Kovaliov se despertó y ordenó que le alargasen un espejito que había en la mesa. Quería verse un granillo que la tarde anterior le había salido en la nariz. ¡Cuál no sería su asombro al notar que el espacio nasal estaba liso como una tabla!”.

La nariz

Dice la cita con la que inicio esta reflexión que un hombre se despierta una mañana y se percata de que no tiene nariz. Al comienzo de la novela nos damos cuenta de que otro hombre encuentra esa nariz en su bolsillo. Esa es la trama de La nariz (1836), una novela irónica, realista, o mejor, surrealista, y uno de los tantos ejemplos de lo que era la prosa de Nilolái Gógol, mordaz y sumamente transgresora. Los relatos del ucraniano son urbanos; el contexto espacial es San Petersburgo (capital del imperio ruso de la época); se caracterizan por tener un trasfondo de crítica social tanto al comportamiento del colectivo como a la corrupción de las autoridades, a la burocracia, a la actitud indiferente y mercantilista de las personas que habitan la ciudad. Afirmaba Dostoyevski al referirse a los escritores de su tiempo: “todos hemos salido de Gógol”.

Y es que, en efecto, Gógol es uno de los pioneros del Realismo ruso, que de acuerdo con Alexandar Flaker, las formas que dominan este prolífico movimiento se estructuran alrededor de “caracteres suscitados por aspectos sicológicos-sociales”. (Historia de la literatura, Akal, 1993, V 5, p. 344). Y, va más allá porque moderniza esas estructuras de forma satírica a partir de diversos géneros (en especial novela, teatro y cuento) en los que profundiza en lo cotidiano, explora en la búsqueda de identidad de las personas con un discurso lleno de humor y, al mismo tiempo, presenta una visión trágica de la existencia.

Nikolái Vasílievich Gógol nació el 1 de abril de 1809 en Soróchintsi (hoy Ucrania, en ese entonces, parte del Imperio ruso). Su familia pertenecía a la baja nobleza y era dueña de pequeños terrenos. Estando muy joven lo enviaron interno a una escuela en la que aprendió nociones básicas y mucha religión. Luego, fue educado por un tutor, quien despertó su interés por la lectura. En 1825 murió su padre y decidió trasladarse a San Petersburgo, convencido de que allí encontraría fortuna y una ciudad cosmopolita. Sin embargo, pronto se decepcionó, ya que le costó mucho encontrar trabajo. Obtuvo cargos gubernamentales, al tiempo que se aventuró con la escritura. Logra que le publiquen Veladas de un caserío en Dikanka (1832), una colección de relatos cortos inspirados en la tendencia del Romanticismo alemán, en el que retrata un pueblo de buenas personas. Posiblemente, este primer acercamiento romántico lo hace mutar a una tendencia crítica. Más adelante, en Arabescos y Mírgorod (1836) empieza a perfilar sus críticas a las contradicciones del colectivo social. En adelante, su obra se vuelve irónica y crítica. También en 1836 presenta la comedia El inspector, cuya trama es la vida rutinaria de un pueblo que se ve trastornada por el anuncio de la llegada de un inspector fiscal. Después de cierto reconocimiento viaja al extranjero, donde publica la novela Las almas muertas (1842), una obra de corte romántico, con los visos del realismo social, considerada por la crítica literaria como la primera novela moderna rusa. Entre 1835 y 1852 redactó varios relatos que se convirtieron en Las novelas de San Petersburgo (La avenida Nevski, La nariz, El capote, Memorias de un loco). Al final de su vida se obsesionó con la religión y vivió muchas angustias en la exploración moralizante y espiritual. Murió el 4 de marzo de 1852.

El capote, por ejemplo, es un divertido y, al tiempo, fatídico relato que narra la vida de un funcionario llamado Akaki Akákievich, un hombre corriente e insignificante, agobiado por la miseria y la rutina: “[…] un funcionario del que no podría decirse que tuviera nada de particular: era bajito, algo picado de viruelas, algo pelirrojo, a primera vista, hasta algo cegato, con leves entradas, los carrillos surcados de arrugas y la cara de ese color que suele llamarse hemorroidal…”. Decide comprar un abrigo (capote) nuevo y ahorra hasta que logra completar el valor de su nueva prenda. Sus compañeros deciden organizarle una fiesta para celebrar la adquisición. En la reunión le roban el capote junto con todas sus ilusiones. Para recuperarlo, acude a una persona que de repente lo puede ayudar, se llama personaje importante, quien lo humilla y postra en la desesperación y alienación de la sociedad. Es una crítica directa a la indiferencia social.

Memorias de un loco, por su parte, narrada en forma de diario, cuenta la historia de un simple empleado que se enamora de la hija de su jefe. Está convencido de que si logra reconocimiento social ella lo aceptará y todos sus problemas se terminarán. Se obsesiona tanto con lograr aceptación, que termina por enloquecer: “Si yo, por ejemplo, entrase de repente vestido con uniforme de general, con una charretera en el hombro derecho y otra en el izquierdo y una banda azul sobre el pecho, ¿qué diría entonces la bella señorita? […]”.

En suma, Nikolái Gógol fue uno de los escritores más destacados del Imperio ruso y de las letras universales en el siglo XIX. Su obra yuxtapone el realismo social con elementos fantásticos, humorísticos y trágicos. Fue referente de otros escritores como Dostoyevski y Chejov.

Por Mónica Acebedo

Temas recomendados:

 

Melibea(45338)09 de agosto de 2024 - 01:06 a. m.
Voy a releer Almas Muertas como sugiere el lector.
Hans(06202)04 de agosto de 2024 - 10:00 p. m.
Las almas muertas es una obra inconclusa, pero fascinante.
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.
Aceptar