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En una de las fotografías se puede ver a la actriz de origen mixteca y triqui mirar con esperanza a la cámara mientras con sus brazos hace el gesto de estar a punto de volar como los migrantes que vuelan más allá del muro en la fotografía imaginada. Por encima de la frontera artificial se ve volando a un/a migrante con su hijo, evocando así el caso contrario de los cientos de niños separados a la fuerza de sus padres, con quienes en muchos casos no se han reencontrado aún, debido a la política racista anti-migratoria denominada por Trump: tolerancia 0. Roger Bartra, tras una exhaustiva revisión de Los salvajes en el cine (2018), afirma que Donald Trump es “la mejor representación del salvajismo pendenciero en la política”. Para el crítico mexicano “Trump es un curioso ejemplo de la personificación moderna del viejo mito del salvaje: agresivo, con un lenguaje rudimentario, ignorante, con poses de benefactor que esconden un temperamento errático e imprevisible”.
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El fenómeno global cinematográfico de Roma, que aunque no ganó el Oscar como mejor película se ha llevado premios tan importantes como el León de Oro y el Globo de Oro, expresa en parte un rechazo colectivo contra otras fronteras tan o más complejas como la que se empeña en sellar Trump con la construcción de un muro para cuyo fin ha declarado el estado de emergencia nacional. Cuando Yalitza Aparicio declaró en los medios que no se interesó antes en el cine, y que incluso fue al casting de Roma para reemplazar a su hermana, también explicó que se debía en parte a no ver gente como ella en la pantalla grande; al menos en roles protagónicos. Tal estado de discriminación, característico de las pervivencias racistas estructurales en las sociedades actuales, ha fundamentado una serie de comentarios agresivos que señalan a Aparicio como “pinche india” y además como una aparecida que ha sacado provecho de su cara diferente. Es notable que Hollywood haya nominado a Aparicio como mejor actriz, pero es evidente que en el actual estado del mundo tal historia tenía pocas opciones de tener un final “feliz” con la estatuilla en la mano de una actriz supuestamente “natural”, quien además no habla inglés, justo en una ceremonia que se caracterizó por no contar con doblaje en español en varios medios que la transmitieron previa subscripción.
Un final premiado tipo cenicienta no es en realidad lo que han vivido y viven las 70 millones de trabajadoras domésticas que Cuarón señaló que en el mundo actual no poseen derechos laborales. Es sintomático de una sociedad multicultural al tiempo excluyente, amurallada y jerárquica como la estadounidense, que Yalitza Aparicio sea celebrada por ser “la primera” mujer indígena nominada al premio Oscar como mejor actriz y que Roma sea la primera película en español que compita en la categoría de mejor película. Se podía anticipar que el multiculturalismo hollywoodense no estaba dispuesto a ceder tanto; y pasó lo predecible: Roma se ganó los tres premios políticamente menos incorrectos. Así fue como vimos a Cuarón solo en el escenario (aunque nombrando a su gente con gran emoción), lo cual nos reiteró un éxito y aceptación que sabíamos que ya tenía en los Estados Unidos, pero ¿por qué NO ganó ni Yalitza con todos sus méritos, ni la excepcional Roma hablada en mixteco y español?
El Oscar para Roma como mejor película extranjera reafirma la frontera entre el nosotros anglo-céntrico y el ellos otro-hablante, en donde al igual que Trump y sus seguidores ponen a todos los mexicanos/migrantes como potenciales delincuentes, se reafirmó la otredad de indígenas e hispanos como extranjeros en un país donde el español es una lengua hablada por millones de personas; y claro, en donde muchos migrantes son explotados laboralmente a pesar de la doble moral de inclusión y tolerancia 0. El propio Cuarón, ganador de muchos premios y quien pertenece al circuito el cine de Hollywood (y ahora de Netflix), ha declarado que “en México y en otros lugares, las personas que se parecen a Yalitza son inmediatamente clasificadas y consideradas indignas. Ser reconocido por la Academia tiene un gran impacto. Es otra pared. Y espero que ese muro haya empezado a caer”.
La reciente aparición de Aparicio y de una frase en lengua mixteca en la portada de la Revista Vogue podría ser leída como discriminación positiva. El problema es que la discriminación en lo esencial no es positiva. Los méritos actorales de Yalitza Aparicio se sostienen por sí solos. Es paradójico que sociedades que creen en la precocidad genial de Mozart y Rimbaud parecen extrañarse con las cualidades de una actriz joven que no sólo vio a su madre trabajar como empleada doméstica sino que se comprometió con gran profesionalismo en la creación de un tipo de personaje invisibilizado en el mundo actual. Cleo, el personaje de Aparicio, se inspira en Libo, la nana del director. Cabe destacar que Cuarón se atrevió valientemente no sólo a realizarle un homenaje a su nana sino a cuestionar a su propia familia, país, y a un mundo en donde las trabajadoras del hogar son extras pero no protagonistas. De allí que Nancy García, quien interpreta a Adela y quien ayudó a Yalitza con el habla del mixteca para la película, afirmara: “Nos encantaría que se den cuenta de que todos somos seres humanos, todos somos iguales, las clases sociales no determinan quién eres, tu color de piel tampoco, es darnos esa misma oportunidad como hermandad entre todos y apoyarnos”.
Tras una gran campaña publicitaria Roma se estrenó en Netflix en diciembre de 2018. Aunque puede resultar cuestionable el uso estratégico comercial de una gran película y de un gran director para continuar posicionando tal plataforma en streaming, es necesario insistir en las dimensiones políticas generadas por la película en momentos de gran tensión mundial sobre el racismo y la migración a las grandes cosmopolis europeas y americanas (entre ellas Ciudad de México). Es importante recordar que una década atrás el tema de las empleadas indígenas domésticas fue también tratado por la directora peruana Claudia Llosa en la La teta asustada protagonizada por la actriz quechua Magaly Solier. Con todo, la creciente influencia de Netflix, y el gran reconocimiento de Cuarón en la industria cinematográfica estadounidense (dirigió una película de Harry Potter y con Gravity recibió 10 nominaciones al Oscar), le otorgan mayor visibilidad y un mayor impacto público. Para muchos comentaristas es como si Aparicio y García hubieran salido de la nada, desconociendo así las impresionantes visualidades tanto de los mixtecas (autores de antiguos libros pintados como el códice Vindobonensis o Yuta Tnoho) como de las incontables producciones audiovisuales indígenas que emergen con gran fuerza de los setentas y ochentas en todo el continente. En tal sentido, se esperaría que los reconocimientos recibidos por películas como Roma contribuyan en la transformación efectiva de las normativas y las relaciones sociales de subordinación. Un buen ejemplo es el documental Nacimos el 31 de diciembre (2011) basado en el cuento Manifiesta no saber firmar de Estercilia Simamana Pushaina. A través de la sensibilización pública la escritora wayuu ha generado procesos jurídicos para la recuperación y redignificación de los nombres en wayuunaiki, tergiversados y burlados por los registradores en la Guajira colombiana debido a aceleradas campañas de cedulación para captar más votos que favorecieron a políticos corruptos en un enorme territorio de extractivismo multinacional.
Es importante destacar que los efectos especiales que le han dado tanto impacto visual a producciones previas de Cuarón (como en Hijos de los hombres o Gravity), fueron usados en Roma para recuperar la memoria tanto de la ciudad de México en los setentas como de las labores más arduas de Cleo (como lavar el piso de la casa). Por otro lado, son sorprendentes las escasas alusiones en entrevistas y reseñas sobre uno de los eventos más importantes rememorados en Roma: el Halconazo o masacre del Corpus Christi del 10 de junio de 1970. De tales hechos se estiman más de 100 muertos (en los datos más básicos), principalmente estudiantes, tras la participación de paramilitares que en Roma son mostrados como un ejército de hombres violentos y adoctrinados entre los que se encuentra Fermín, quien tras el embarazo de Cleo la abandona. En una Latinoamérica que espera mayores aclaraciones y responsabilidades en matanzas estudiantiles como las de Tlatelolco y Corpus Christi, así como la investigación a fondo sobre la desaparición forzada de los estudiantes de Ayotzinapa, Roma también permite reabrir debates que resultan políticamente incorrectos para ciertos sectores.
Por último recordemos que en 1973, en la misma ceremonia del Oscar que no llegó a ver a Aparicio en el escenario, Sacheen LittleFeather, activista de origen Apache-Yaqui, fue abucheada por reclamar sobre el mal trato de los nativos americanos en la industria cinematográfica (pensemos en los western y su justificación descarada de los asesinatos de los que llamó “pieles rojas”). Tal acceso del micrófono y al escenario se realizó con el apoyo de Marlon Brando, quien rechazó el premio Oscar, dejando su lugar a Sacheen para que además denunciara el asedio militar al levantamiento indígena en Wounded Knee, reserva indígena empobrecida en Dakota del Sur en donde fueron masacrados cientos de Lakota en 1890.
La historia de Cleo, como la de otras tantas mujeres indígenas y migrantes, es una historia en parte traumática que en algunas películas y literaturas indígenas logra articular sus propias voces y gestos. Yalitza Aparicio articuló su voz, emociones y gestos en Roma, a pesar de no tratarse de una producción propiamente indígena. Voces, emociones y gestos suyos y también de otras tantas mujeres; en tal sentido su interpelante y contundente actuación no puede ser considerada “súbita” o “natural”, aunque sí es cierto que no fue una actuación declamatoria o artificial. El célebre fotograma del abrazo de toda la familia con Cleo, una vez salva a dos de los niños de ahogarse en el mar, es el momento álgido en que ella confiesa en lágrimas que en realidad no quería al hijo que perdió tras el abandono del progenitor paramilitar. En tal sentido, Cleo salva de morir a los hijos de un padre que abandonó a su familia y a su esposa , Sofía, protagonizada por Marina de Tavira; quien aunque tampoco ganó el Oscar tras una gran actuación, en sus entrevistas recalcó la necesidad de revisar las historias del abandono familiar.
Cuarón, gracias a la impresionante actuación de Aparicio, también co-construyó un personaje capaz de salvar y articular antes que necesitar ser salvada y articulada. Un personaje que como todo ser humano necesita amar y ser amado. Una Cleo que habla un mixteco domesticado pero en el cual expresa a su amiga Adela, al final de la cinta: “tengo mucho que contarte”… Yalitza, Adela, Cleo, Nancy, Libo, tienen mucho que seguir contándole al mundo y a sus comunidades; claro, no necesariamente por tener una “cara” o cultura diferente como lo recalcaron muchos; sino por ser personas que, como otros tantos humanos discriminados, están rearticulando e imágenes mediante las cuales pueden interpelar con sus historias y demandas los muros psíquicos y emocionales del mundo actual.
Al final de Roma, cuando la familia regresa a casa con las previsibles dificultades económicas por la separación de los padres, los niños expresan su deseo de ir a conocer la comunidad de Cleo. Saben que ya no habrá cómo llegar a Disney. Esperemos que sea una de las semillas que nos deja esta bellísima película en blanco y negro: que no dependamos de premios como los Oscar y los Nobel, ni de plataformas como Netflix y Facebook, para reconocernos y ser reconocidos. No todos los caminos conducen a Roma… puesto que hay muchos otros lugares hacia los cuales podemos encaminarnos en nuestros mundos, lenguas y países negados. Esperemos que los reconocimientos mundiales de Roma no se queden en una suerte de coyuntura social que se hunde en el mar como la espuma en las olas. Esperamos que los debates en torno a Roma sigan abriendo las venas que sean necesarias para ayudarnos, como a sus protagonistas, a transformar, sanar y romper cada muro que quieran levantar.