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A raíz de la debacle española en la guerra con estados Unidos hacia mediados de 1898, que trajo como consecuencia la pérdida de colonias como Puerto Rico, Guam, Cuba y las Filipinas, toda una generación literaria de pensadores ibéricos, replanteó desde sus plumas, la idea de un regeneracionismo de corte liberal, que daría vuelo y piso a la transición de las políticas conservadoras hacia el pluralismo y las nuevas tesis sociales, que por supuesto no podrían ser implementadas sin una revisión y una nueva formulación de los lineamientos pedagógicos. Tal fue la cosecha de ese increíble semillero intelectual que se inició a partir del denominado grupo de los tres (Baroja, Azorín y Maeztu), conocida como la generación del 98, la cual daría a la luz, espíritus del talante de Unamuno, Ganivet, los Machado, Julián Marías, Concha Burgos y Espina entre otros, generación que alimentaría una de las mentes más lúcidas de España y Europa en el albor del siglo XX: José ortega y Gasset.
Y aunque son muchos los aspectos que se pueden explorar y analizar de su obra, quisiera para este caso en particular, detenerme en sus ideas sobre educación que fueron extraídas de sus disertaciones sobre la Universidad, para las cuales me apoyaré –por su lúcida interpretación e implicaciones sobre educación para América Latina-, en las ideas que interpretó la filósofa mexicana María Teresa de la Garza, presentadas en la revista Aprender a pensar N° 1 (Ediciones de la Torre, Madrid 1990), medio que compila los escritos e ideas para Iberoamérica, del P4c (Philosophy for Children), que fundara Matthew Lipman, -discípulo de John Dewey-.
Dice de la Garza, que Ortega dilucidó tres momentos importantes frente al tema de la educación, como retos insustituibles para cumplir con la misión de la universidad, pero que a mi parecer, son aspectos que se constituyen en fundamentales acerca de la meta de toda educación: la cultura. Así consideró: I) La Economía de la Pedagogía: dice Ortega que esto es algo tan elemental que la gente lo olvida y que por eso es necesario comunicarlo: la educación es una dote rara y extraña, pues no solo nadie nace aprendido, sino que en virtud del corto tiempo que es la vida –además-, no podrá aprender todo lo que desea, por ello debe establecer una economía de aquello que considere será lo de mayor valor para su formación y la vida, de tal manera que lo más pronto posible se encamine a ello, aspecto que la escuela debería tener como una de sus prioridades, para lograr una sociedad felizmente más sana, vital y propositiva. II) La Vida como tarea Poética: señala el filósofo madrileño, que la vida es la realidad radical y la primera a defender, frente a la cual, cada ser humano debe establecer una meta para lograr convertirse en el hombre que desea llegar a ser. Para ello debe pensar la vida con un propósito auto-poético, por cuanto cada día habrá de esforzarse en el empeño de crearse a sí mismo para lograr alcanzar el objeto de su realización. Sin embargo, Ortega nos alienta y previene a la vez, al decirnos que frente a ello existe un aspecto a nuestro favor: la vocación y un obstáculo: las circunstancias. Frente a la primera, es menester que la escuela haya alentado a los chicos a descubrirla lo más pronto posible –cuya imposibilidad es causa de tantas decepciones y deserciones-, mientras la segunda, dependiendo de ellas, solo tenemos nuestra inteligencia, la cual por vía del razonamiento, logre compensar y equilibrar en lo posible nuestras falencias e impedimentos. III) La pedagogía de la contaminación: En el empeño de lograr estos fines para la educación de los hombres y la sociedad, Ortega señala al maestro como eje articulador de este proceso educativo tan sensible, teniendo en cuenta que no es posible pretender enseñar nada, que ese otro no quiera aprender. Que por mucho que lo intente y aún con los apoyos necesarios que se requiera, cada uno solo toma aquello que realmente le interesa; razón por la cual, la única opción que debe tomar seriamente el maestro, es la de desarrollar una pedagogía de la contaminación, en el sentido de contagiar al educando por el gusto de aprender, labor que de ser lograda, tendrá medio camino ganado en el propósito de su realización.
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Pero ortega no dejó las cosas ahí, sino que fue más allá, al considerar que para acceder a la Cultura como fin de toda educación, se requiere desarrollar un pensamiento crítico que sólo nos lo puede ofrecer la filosofía, desde la cual vislumbrar todos los aspectos posibles que la vida –la realidad radical-, nos plantea con luces y sombras, y que nos ayude a pensar en nuestras circunstancias y llegar a plasmar desde cada uno y para la sociedad, el acto creador, pues la cultura en la cual todos tenemos el derecho a participar, máxima expresión de la sociedad humana y de la civilización, no se resuelve en los museos o como algo ya dado y muerto, sino que exige de cada generación su cuota, cuya huella es la expresión viva del espíritu de toda época, y por derecho de cada hombre que pertenezca a esa sociedad en la que se haya inscrito, planteamiento que ya hacía eco en Alemania en la cuestión planteada por Max Stirner : “¿Educamos concienzudamente nuestra disposición para ser creadores, o se nos trata tan solo como criaturas cuya naturaleza se presta meramente a ser adiestrada?En China, el camino señalaba lo propio en boca del célebre Lin Yutang, cuando expresó que todo acto creador auténtico solo es posible en un espíritu libre, así como el verdadero arte es hijo de la libertad.