En el Pacífico colombiano, la Fiesta de San Pacho se toma calles enteras. Esa misma figura de la celebración de abundancia, color y baile, es la del santo blanco, católico y occidental. En la tradición católica, entonces, es señal de pobreza, recogimiento, silencio. La imagen no cambia, pero lo que representa sí.
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Antes de la llegada de los españoles ya había rituales, símbolos, explicaciones sobre el origen, el sentido y el ser en Colombia. En un país como el nuestro -atravesado por el catolicismo en mayor medida- creer no es solo asunto de religiones o de dioses. Es también el rito cotidiano, la fe y las prácticas diversas.
Desde 2010, el Museo Nacional de Colombia quiso reivindicar otras maneras de construir memoria, entendiendo que contar la historia también implicaba preguntarse desde dónde se contaba. De allí surgió “Fuerza, fe y sustancia”, la nueva sala permanente que abrirá sus puertas al público el próximo mes.
En entrevista para El Espectador, Natalia Sofía Angarita, curadora de Arqueología del Museo, habló sobre el proceso de construcción de la sala y el reto de reunir en la exposición la pluralidad cultural, religiosa y espiritual de nuestro país.
¿Cómo se definió el enfoque temático de la Sala 17 dentro del proyecto de renovación?
Quienes estaban en el museo en ese momento definieron que la historia no podía seguir contándose de manera lineal ni limitándose a las colecciones. El Museo cuenta con cuatro grandes colecciones: Arqueología, Etnografía, Historia y Arte. La propuesta fue que estas colecciones se entrecruzaran y que, para permitir esa interconexión, era necesario abordar grandes tópicos que nos atraviesan como nación.
Uno de los planteamientos fundamentales fue que, con el cambio constitucional de 1991, Colombia se reconoce como un país pluriétnico y multicultural. Esa idea es clave como punto de partida. Es la semilla, la base desde la cual se replantea y se impulsa el proyecto integral de renovación. En ese sentido, tenemos que hacer el esfuerzo —y es uno de los motores de las curadurías y del Museo— de reflejar esa diversidad, que responde a cómo se configura la nación. Porque, incluso antes de la llegada de los españoles, ya existía una gran diversidad de culturas.
¿Qué personas e instituciones hicieron parte de la construcción de la curaduría y la narrativa de la muestra?
En 2022 consolidamos el grupo curatorial. A esta sala se le asigna la curaduría de Arqueología, que es la que actualmente tengo a mi cargo. En ese momento el responsable era Francisco Romano. Con él nos sentamos a pensar: “¿Cómo vamos a abordar un tema tan complejo y tan sensible, tanto a nivel individual como colectivo?”. Decidimos que necesitábamos el apoyo de expertos que nos ayudaran a desarrollar y fortalecer esas ideas iniciales que teníamos.
Nos aliamos con instituciones que han sido nuestros socios históricos: el Instituto Colombiano de Antropología e Historia (ICANH) y la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional. La facultad estaba dirigida por Carlos Guillermo, antropólogo que ha estudiado a fondo los temas de lo sagrado en Colombia desde la academia.
La distribución de los temas sigue una estructura. Se ubican cuatro en el ala luminosa, cuatro en el ala oscura y dos en el ala central. Los temas en las alas luminosa y oscura están organizados en pares de oposición. Son temas que se complementan, pero que también se presentan como opuestos.
Por ejemplo, tenemos el “goce” y justo enfrente está el dolor. Mira el caso de San Pacho. En el Pacífico colombiano, las fiestas de San Pacho son una celebración de abundancia, color y baile, pero centradas en un santo católico blanco. Sin embargo, desde otra perspectiva, también está la figura de San Pacho como un santo que representa la pobreza y la austeridad.
Aunque estamos hablando de la misma imagen de un santo, su significado varía según las comunidades y las prácticas específicas. En el caso del Pacífico colombiano, San Pacho es apropiado de una manera que celebra la vida y la abundancia, mientras que en otros contextos se le asocia con lo doloroso, lo austero.
¿Cuáles son las grandes temáticas que estructuran las alas de la sala?
Tomamos la decisión de evitar una visión reduccionista que dividiera la sala en vitrinas aisladas, como una vitrina para los católicos, otra para los pueblos indígenas y así, sucesivamente. Esa estructura habría sido demasiado rígida y cuadriculada.
En el ala oscura abordamos el dolor, el defecto, la condena y la imposición; en la sección dedicada al defecto, por ejemplo, mostramos cómo hay prácticas que, aunque puedan parecer problemáticas o cuestionables para algunas personas, se han transformado en expresiones de devoción. Aquí también hablamos de “villanos de culto”: figuras cargadas de esa noción del defecto pero que generan devoción.
El ala central —cuyo montaje todavía estamos ejecutando—, desarrolla dos de los diez temas que mencionamos antes: el trabajo ritual y el trabajo de la vida. Son los temas que conectan todo lo que se despliega a los lados. Las prácticas rituales ocurren en cualquier manifestación religiosa, sin importar la tradición.
Siempre hay un rito: uno hace algo para pedir, algo para agradecer. Por eso este espacio funciona también como un lugar de tránsito, como una articulación entre las otras salas. Es algo común a muchas formas de lo sagrado.
Y, por último, en el ala luminosa, hablamos del goce, la virtud, el milagro y la agencia.
¿Cuál es el significado del árbol del ala central? ¿Por qué es tan importante para la sala?
Es el árbol de la vida, una obra de Miller Lagos, artista contemporáneo que, al igual que Christian Quiceno y muchos otros, han sido clave en este proceso.
Es una metáfora. Representa cómo se originan y se desarrollan los pensamientos dentro de distintas comunidades. Entonces, por ejemplo, para algunos pueblos indígenas, es una forma de explicar cómo nacen, cómo llegan al mundo y cómo se desarrollan sus comunidades. Pero también, si uno lo piensa desde el mundo católico, el árbol de Adán —el árbol del Génesis— es una representación de cómo se rompe esa unión directa entre los seres humanos y Dios.
Su obra no necesariamente parte de una fe, pero sí se relaciona con nuestras temáticas a través de materiales y símbolos que permiten contar otras formas de lo sagrado.
¿Cómo ha sido sintetizar un tema tan amplio como lo sagrado en Colombia? ¿Cuáles han sido los criterios?
Fácilmente podríamos llenar todo el museo solo con este tema. Es infinito. Uno de los retos más grandes que ha tenido el museo ha sido condensar en un espacio relativamente pequeño tantas capas, tiempos y significados.
Por eso, a la entrada de esta sala vamos a tener unos disclaimers. Allí le decimos al visitante: “Usted puede entrar a esta sala y puede encontrarse con cosas que, tal vez, no le gusten. Pero entienda que está en una exposición que trata de contar algunas cosas. Puede que la práctica o la creencia que usted tiene no esté aquí representada, porque el espacio que tenemos es muy limitado”.
¿Cómo es el proceso de selección y recibimiento de los objetos que se exhiben en el museo? ¿Cómo manejan la restauración de los objetos que requieren algún tipo de intervención para su exhibición?
Como te mencioné al principio, el museo tiene cuatro colecciones: Arte, Arqueología, Etnografía e Historia. Cada colección tiene una curaduría, y cada curaduría está dirigida por un curador jefe.
Cuando se empieza a conceptualizar una nueva exposición, el curador primero se asegura de tener claro el enfoque y luego consulta con sus colegas de otras colecciones. Por ejemplo, Historia puede aportar elementos de su colección que complementen la temática; Arte puede contribuir con sus piezas más relevantes, y Etnografía puede ofrecer objetos que enriquezcan la narrativa. Todos colaboramos para hacer que la exposición sea lo más completa posible.
Además, trabajamos con redes y buscamos aportes de diversas perspectivas, incluyendo comunidades con las que colaboramos. A veces, estas comunidades nos dicen: “Tenemos un objeto relacionado con esta práctica que consideramos importante, y nos gustaría donarlo para que lo incluyan”. Antes de cada exposición, nos aseguramos de que todo el proceso esté bien coordinado, desde la investigación hasta la restauración de objetos que lo necesiten.
¿Qué tipo de actividades y recursos estarán disponibles para los visitantes cuando la sala abra al público?
La apertura oficial será el 5 de junio, pero para el público general estará disponible a partir del 6.
Cualquier visitante podrá recorrer la sala, que contará con el acompañamiento del equipo de acción educativa. Además, vamos a iniciar una programación cultural diseñada para ampliar y profundizar los contenidos de la exposición. Tendremos charlas especializadas sobre algunos de los temas y, como suele pasar en estos procesos, iremos construyendo actividades en el camino. Queremos invitar al público a estar atento a la programación mensual del Museo, donde podrán encontrar eventos y actividades relacionadas con esta sala.