Buscando un libro en la página de Amazon se me atravesó este enlace:
Un facsímil de las primeras ediciones de los cuentos de Rafael Pombo, (1897), una edición muy especial por muchas razones, que son las que me motivan a hacer este escrito, pues los descubrimientos son cada uno de ellos más sorprendente que el anterior.
El primero es que estos inmortales cuentos y poemas fueron escritos y publicados por primera vez en Nueva York, donde Rafael Pombo ofició como secretario de la embajada de Colombia en los EE. UU. (1855). Su padre, Lino de Pombo, lo había sido en la embajada en Londres. Su abuelo, Manuel de Pombo, abogado payanés, fue uno de los firmantes del acta de independencia el 20 de julio de 1810. En el vientre de su madre proveniente de Popayán, llegó a Bogotá, en donde nació en 1833, para regresar a Popayán a pasar su infancia. Más tarde en Bogotá realizó estudios de humanidades e ingeniería, al mismo tiempo que se interesaba por la homeopatía. Datos que nos muestran la privilegiada formación que tuvo nuestro poeta.
Otro descubrimiento es que la editorial encargada de la única edición facsimilar que de estos bellos libros existe la hizo, después de 150 años, una editorial independiente en Colombia, Cuéllar Editores. Con ese dato salí a buscar al editor para que me contara la historia. Es apasionante.
De visita en la casa de una amiga en Bogotá, como hacen los niños cuando son invitados a casa de sus compañeros de clase, dice “muéstreme sus juguetes”. Los bibliófilos como Enrique Cuéllar se acercan a las estanterías del anfitrión a curiosear su contenido. Y en un momento, sin ocultar su emoción, con los ojos bien abiertos y con un pequeño amarillento y desvencijado cuadernillo en la mano, se acerca a su amiga y le pregunta: “¿esto de dónde salió?”. Y ella le responde: “ni idea, eso era de la biblioteca de mi abuelo”.
Pues bien, lo que sin duda muy pocos sabían era que Simón el bobito, La pobre viejecita, El renacuajo paseador y El gato bandido, entre otros, nacieron en los EE. UU. y fue así: el en su momento reconocido editor neoyorquino D. Appleton y Compañía estaba para ese entonces abriendo los ojos al mercado latinoamericano, y especialmente a la literatura infantil, que se perfilaba como un sector en permanente crecimiento, pues ya había traducido al español clásicos de literatura europea como Charles Perrault o Robert Southey; conociendo las calidades de nuestro poeta, le encargó la adaptación al lenguaje y la idiosincrasia latinoamericanas algunos cuentos infantiles, teniendo como resultado las que hoy el editor colombiano nos enseña; versiones que superan de lejos las entregadas en inglés al poeta y que le sirvieron apenas de referencia, como bien lo podrán comprobar los lectores de esta edición, pues en ella se presenta el texto entregado a Pombo en inglés y el maravilloso poema en que Pombo lo convirtió.
Estos primeros cuentos (1867) fueron publicados sin que apareciera el nombre del autor (el dato se puede verificar en la biblioteca virtual del Banco de la República); omisión que se resolvió en la segunda edición (1897). Algo similar ocurrió con las imágenes de la primera edición creadas mediante grabados en madera que, si bien ilustrativas y de aceptable calidad, no hacían justicia a la importancia de los textos. Dada la inesperada popularidad que obtuvo esta primera edición del libro, y así la necesidad de reproducirse en miles, primero en los Estados Unidos y en México, y luego en Colombia y Sur América, se hizo indispensable equiparar la calidad de los textos con las imágenes, y fue así como 30 años más tarde la misma editorial publicó la segunda edición del libro (1897), que es la que hoy y después de 130 años vemos en Colombia, con imágenes que se equiparan a la calidad de los textos, pues ellas debían corresponderse.
En 1916 las publicó el Gobierno en una edición de la Imprenta Nacional que tituló: Fábulas y verdades. Con ella además se buscaba honrar la memoria de Rafael Pombo como “Gloria de las letras colombianas”. Ya en 1905 Pombo había sido objeto de un gran homenaje en el Teatro Colón, que El Nuevo Tiempo así reportó: "Y cuando los aplausos se apagaban, salió del teatro, rodeado de jóvenes entusiastas de su gloria, con su corona de oro y el pecho lleno de medallas. Y nuevamente empezó el desfile de coches para la casa del poeta, bajo balcones cubiertos de bellezas, entre doble hilera de multitud entusiasmada, que vitoreaba a un vencedor del olvido y de la muerte, no con espada de guerrero sino con la lira de cantos inmortales".
Y, para terminar, las ilustraciones son un lujo de acuarelas y plumilla que, si bien caricaturescos como lo son los poemas, son por sí solos un libro de arte por el detalle, la minuciosidad en el dibujo, la precisión de los trazos, la armonía y riqueza de los colores, amén de las proporciones y las relaciones entre los personajes y los espacios que ocupan.
Revisé en Google las imágenes de las más de 200 portadas que del libro se han publicado. Definitivamente, no encontré ninguna que se compadeciera con los textos. De estas me quedo con la ilustrada por el gran Antonio Caballero. Conclusión, los cuentos de Pombo entraron a la historia de la literatura por la puerta grande en Nueva York y con el pie derecho. La historia lo ha probado: 150 años de vida y los que faltan. No fue este un caso más de tantos profesionales que con frecuencia se nos presentan como la nueva revelación del deporte, la literatura o las ciencias colombianas; tan dados nosotros a engrandecer lo que no siempre tiene el valor que se le atribuye.
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