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“Nunca me destaqué especialmente por ser buen estudiante”: Ricardo Abello

El abogado especialista en Derecho Internacional y consultor de La Haya, Ricardo Abello, habla acerca de su familia, de sus estudios y de sus inicios en su carrera profesional, en esta nueva entrega de Memorias conversadas, escrita por Isabel López Giraldo.

Isabel López Giraldo
02 de noviembre de 2023 - 06:13 p. m.
Ricardo Abello hace parte del Colegio de Abogados Rosaristas, el cual presidió en dos ocasiones.
Ricardo Abello hace parte del Colegio de Abogados Rosaristas, el cual presidió en dos ocasiones.
Foto: Cortesía

Ricardo, cuénteme quién es usted

Soy un abogado, egresado de la Universidad del Rosario. Buen amigo, alguien tranquilo, rumbero. Me gusta disfrutar la vida, los pequeños placeres son fundamentales para mí: un buen almuerzo, un buen vino.

Naveguemos por sus orígenes

Aura Noguera de Abello, mi bisabuela fue la gran patrona de Santa Marta. Osvaldo Abello Noguera, mi abuelo, fue un ser bueno, amable, generoso. No hizo fortuna con el ejercicio de la profesión, pero siempre vivió bien, disfrutó la vida. Estudió Derecho en Bogotá y muy joven fue nombrado consejero de Estado, en el año 1965. Lo fue hasta quince días antes de la toma del Palacio de Justicia cuando le dijeron algo así como: “Ya pensionado, no vuelvas”. Eso hizo que no estuviera el día de la toma.

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Susana Trujillo, mi abuela, nació en el Tolima y luego se instaló en Bogotá, donde conoció a mi abuelo, su segundo esposo. Mis tíos, los hijos de su primer matrimonio, siempre lo consideraron como un padre, tuvieron una muy buena relación con él. Murió el 28 de noviembre de 1974.

Nacho, José Ignacio Abello Trujillo, mi papá, abogado bogotano, fue una persona afable, de un sentido del humor inigualable, inteligente, de gran sensibilidad, buen conversador, rumbero, con un grupo de amigos maravilloso encantados por la literatura, la filosofía, el teatro. Nunca ejerció su carrera. Viajó a Bélgica a estudiar Filosofía en la Universidad de Lovaina, también cursó la maestría y el doctorado. A su regreso dictó clases de Filosofía del Derecho, Introducción al Derecho en el Externado, Teoría del Conocimiento y Lógica. Muy rápidamente se vinculó a la Universidad de los Andes donde enseñó hasta su muerte. La última conferencia la dictó dos semanas antes de morir, a sus sesenta y cinco años. Dejó varios libros.

¿Qué recuerdos tiene de su rama materna?

Mis abuelos son oriundos de Simacota, Santander. Tuvieron que salir de su tierra, dejar su finca, por temas de la violencia partidista, pues los iban a matar. Llegaron a Bogotá con siete hijos. Lizardo Galvis, mi abuelo, abrió un comercio de ropa en el que tuvo mucho éxito. Contó con un soporte enorme que recibió de mi abuela, Rosadelia Ortiz, una mujer que lo ayudó sacando adelante a sus hijos. Ligia, mi mamá, la tercera de sus hermanos, fue la primera que pudo ir a la universidad, entonces estudió Derecho en el Externado. Viajó y a su regreso al país se vinculó como docente del Externado enseñando Lógica y Filosofía del derecho. Trabajó como secretaria general  cuando la División Nacional de Estupefacientes era una secretaría del Ministerio de Justicia.

¿Cómo vivió sus primeros años?

Mis padres fueron un par de intelectuales a quienes les encantaba la música clásica. Al terminar sus estudios de Derecho viajaron a Lovaina a estudiar filosofía.

Cuando nací, en Lovaina, mi papá tenía veinticinco años, pero no obtuve la nacionalidad pues Bélgica solo la otorga por el vínculo sanguíneo. Regresamos a Colombia en 1971 cuando yo tenía tres años. Una vez en el país, en 1974, nació mi hermana, pero también murió mi abuela paterna y se separaron mis papás, aunque nunca se divorciaron.

Somos dos hermanos. Alessia es muy santandereana en cuanto a temperamento, muy inteligente, trabajadora, supremamente exitosa. Es abogada en temas de infraestructura. Está casada y tiene gemelas.

Usted me contó que pasó un tiempo importante de su vida en Bélgica

En 1979 mi mamá decidió dejar el Ministerio y viajar con sus dos hijos a terminar su doctorado en Bélgica. Mi mamá logró revivir la beca que había tenido en 1965. Durante los cuatro años que le tomó sacar adelante su tesis doctoral, dada una división política, mi mamá tuvo un trabajo muy curioso: sacaba copias de los libros, lo hacía con aparatos especiales.

Cuénteme de su vida académica

Estudié en l’Ecole des Bruyeres, y comencé mi bachillerato en el Institut Saint Etienne. Nunca me destaqué especialmente por ser buen estudiante, quizás porque tuve la dificultad de acoplarme académicamente en un idioma que me era extraño. Luego mi mamá me envió a Inglaterra para que aprendiera inglés en Farnham. Pasadas las dos semanas que tomaba regresamos a Colombia. Era agosto de 1982, tenía yo catorce años.

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Llegamos a la casa de una tía. Tuvimos la necesidad de adaptarnos a la ciudad, a un nuevo colegio, a nuevos amigos. Para integrarme me ayudó muchísimo mi colección de discos, esta fue la locura en mi colegio: Police, Pink Floyd, Bob Marley, Gloria Gaynor, Madness, Specials. También me ayudó la bicicleta, comencé a hacer Ciclo Cross a nivel competitivo cuando la pista quedaba por donde hoy pasa la avenida Boyacá en el barrio Pontevedra y gané algunas medallas, que conservo.

Siendo muy niño inicié en el Liceo belga que cerró a los dos meses. Después pasé al Juan Ramón Jiménez. Más adelante me cambiaron al Refous. Volvimos a Bélgica. Nuevamente en Colombia estudié en el Ramón Jiménez donde tuve unas diferencias conceptuales e ideológicas. Entonces cursé quinto y sexto en el Gimnasio Germán Peña.

Para ese momento ocurrió la toma del Palacio de Justicia. Nosotros ese día no sabíamos  dónde estaba mi abuelo y sin forma de comunicarnos con él. Esta fue una experiencia muy compleja en ese momento de mi vida.

Presenté el ICFES y el resultado me permitió elegir la universidad que quisiera, siempre tuve claro que quería estudiar Derecho, creo que por la inmensa influencia de mi abuelo, quien fue mi ejemplo a seguir. Empecé en el Externado, pero preferí pasarme al Rosario por ser el lugar en el que mis padres tenían un vínculo menor a pesar de haber sido también profesores allí.

Mi abuelo murió en 1989 y mi mamá viajó a Ginebra a la Misión de Colombia ante Naciones Unidas cuando yo cursaba segundo año de Derecho. Viví entonces una crisis, quise estudiar gastronomía, y consideré que lo mejor era que viajara a Suiza para darle alcance a mi mamá. Suspendí la carrera para estudiar gastronomía, pero muy rápidamente supe que de la gastronomía me gustaba era estar del lado del comensal.

Estando en Ginebra tuve acceso a Naciones Unidas, fue cuando descubrí el Derecho Internacional. No solo iba a la biblioteca a explorar, sino que mi mamá me orientó y me invitó a varias reuniones.  Cualquier día el embajador Rafael Rivas Posada me dijo: “Lo voy a registrar como observador de Colombia en la reunión del Consejo de Seguridad”. Esto fue algo absolutamente excepcional porque este Consejo sesiona en Nueva York, se dio de esta manera porque a Yasser Arafat le negaron la visa. Estando allí supe que tenía varios caminos para poder dedicarme al derecho internacional: la ciencia política, las relaciones internacionales o el derecho. Decidí volver a mis estudios de Derecho para poder especializarme en Derecho Internacional.

Estando aquí perfeccioné mi francés y tomé la decisión de terminar Derecho en el Rosario. Primero viajé a Cambridge a mejorar mi inglés. Una vez en el país me reintegré a la Facultad hasta graduarme.

Momento de hacer un recorrido breve por su trayectoria profesional

Fui monitor del doctor Monroy gracias a un dato que me brindó mi amigo Andrés Da Costa en la biblioteca.

Por el Derecho Internacional me contactaron para trabajar temas internacionales que pudiera haber en la oficina jurídica del Ministerio de Cultura, entidad que se estaba creando. Comencé a trabajar en diciembre de 1997 y me retiré en agosto de 1998.

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Estando en el Ministerio de Cultura apliqué para estudiar Derecho Internacional en el Instituto de Altos Estudios Internacionales de Ginebra donde fui admitido. Después regresé a Colombia para firmar contrato como profesor con la Universidad del Rosario, donde trabajo actualmente.

Presidió el Colegio de Abogados Rosaristas, después se vinculó a un Ministerio e hizo parte de las negociaciones que se dieron en La Haya

Me vinculé con el Ministerio de Relaciones Exteriores. Como profesor de Derecho Internacional de la Academia Diplomática me vinculé en el 2009.  Posteriormente, como consecuencia del fallo del 2012 del caso entre Nicaragua y Colombia empezaron a llamarme para pedir mi opinión sobre algunos temas puntuales. Aunque nunca fui parte del equipo que manejó los casos.

Esto me acercó profesionalmente a la ministra María Ángela Holguín. En medio de diferentes charlas con la ministra surgió la idea de que Colombia presentara una solicitud de opinión consultiva ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos para la protección del medio ambiente marino en el Mar Caribe. Trabajamos con un grupo de abogados para presentarla a nombre del Gobierno, equipo que lideré. Fui designado como el agente de Colombia para la intervención ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Profesionalmente, este es un gran logro que beneficia al país y a América Latina. Colombia quedó muy bien con esa opinión en ese momento y hoy es un tema fundamental de la agenda internacional.

Fui designado por el Gobierno de Colombia como uno de los cuatro miembros ante la Corte Permanente de Arbitraje de La Haya. Me nombraron en el 2014, mi mandato fue renovado y voy hasta el 2025. También fui invitado a dar el curso de Derecho Internacional de La Haya. En cien años, cinco colombianos hemos sido invitados y a mí me correspondió dictarlo en el 2022. Ahora estoy escribiendo el curso para que sea publicado en el Recueil des Cours de l’Academie de Droit International de la Academia de Derecho Internacional.

También se inventó y dirige el Anuario Colombiano de Derecho Internacional y fundó la Academia Colombiana de Derecho Internacional que presidió durante tres años. Ahora hablemos de su familia

Muriel Laurent, mi esposa, es historiadora, profesora en el Departamento de Historia de la Universidad de los Andes. Tenemos dos hijos. Bruno va a cumplir diecinueve y estudia física en los Andes. Violeta tiene doce años, por lo cual está en una edad bien interesante y estudia en el Liceo Francés.

Le sugerimos leer la historia de vida de Ricardo Abello en la página www.isalopezgiraldo.com.

Por Isabel López Giraldo

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