La intención de Hsin-Yun Huang es que su música no refleje su origen. Y ella no lo hace como una manera de ofender o insultar a su natal Taiwán sino como una muestra de profesionalismo, pues el estilo que escogió para su desarrollo artístico comprende buena parte de la historia de Occidente, muy distante, tanto en geografía como en sonoridad, a la propuesta de Oriente. Ella un día decidió emprender un camino alejado de la tradición de su familia y se dedicó a explorar un mundo desconocido. Llegó a Inglaterra a los catorce años y estudió en la Escuela Yehudi Menuhim. Sin embargo, sus títulos como licenciada y maestra en música los obtuvo en el Instituto Curtis en Filadelfia y en la Escuela Julliard, respectivamente.
Huang ha sido la intérprete más joven en conseguir la anhelada medalla de oro en el Concurso Internacional Lionel Tertis, lo que la llevó a figurar al lado de orquestas como la de Radio Bávara, en Munich, la Sinfónica de Radio de Berlín y la Filarmónica del Estado Ruso. Pero sin duda el mayor reconocimiento para ella es poder compartir escenario con sus ídolos: Yo Yo Ma, Joshua Bell y Gary Hoffman.
“Tocar con artistas de la importancia de estos personajes le enseña a uno que muchos de los buenos músicos no son simplemente aquellos que mejor ejecutan el instrumento, sino los que logran una gran expresividad y comunican sentimientos claros al público”, asegura Hsin-Yun Huang, quien visita Cartagena por segunda vez y el Festival le pareció una excusa maravillosa para encontrarse con varios colegas que tienen propuestas distintas y novedosas. Con algunos invitados, incluso, tocó hace más de 10 ó 15 años.
Esta destacada violista fue la fundadora del Cuarteto de Cuerdas Borromeo, con el que durante seis años estuvo haciendo música y viajando por el mundo. Fue un proyecto bastante estable, del que se retiró cuando entendió que las agendas y los horarios de su esposo, también músico, no coincidían con los suyos. Entonces de un cuarteto absorbente pasó a un trío esporádico que llamó Variations, una iniciativa secundada por la violinista Jennifer Koh y la violoncellista Wilhelmina Smith.
“Las experiencias con el cuarteto y el trío han sido maravillosas, pero lo que hago actualmente me apasiona mucho más y por ahora estoy concentrada en dictar clases en Julliard en Nueva York y hacer música de cámara en diferentes combinaciones”, asegura esta mujer que se ha convertido en una de las principales intérpretes de viola de su generación. Verla sobre el escenario significa presenciar a una artista que sabe muy bien a qué suena Occidente, a pesar de venir de Oriente.
El Cartagena Music Festival pasó a la historia
La Fundación Salvi le cumplió a la ciudad. El denominado ‘Corralito de Piedra’ fue el escenario perfecto donde fluyeron las notas y melodías. Los organizadores fueron más que puntuales y la logística estuvo cuadrada como un reloj para no ocasionar inconvenientes de ningún tipo.
Los músicos fueron superiores a las expectativas de sus currículos y el público, tanto en los recintos cerrados como en los escenarios al aire libre, fue decente como respetuoso.
Un festival que le apostó una vez más a la buena música y que tuvo en el Ensamble Sinsonte y en Antonio Arnedo dos propuestas novedosas y alejadas de la síncopa, lo que provocó el delirio de los asistentes, los comentarios afortunados de la prensa internacional y la sorpresa de músicos foráneos.
Por Juan Carlos Piedrahíta B. / Enviado Especial Cartagena
