Noticias

Últimas Noticias

    Política

    Judicial

      Economía

      Mundo

      Bogotá

        Entretenimiento

        Deportes

        Colombia

        El Magazín Cultural

        Salud

          Ambiente

          Investigación

            Educación

              Ciencia

                Género y Diversidad

                Tecnología

                Actualidad

                  Reportajes

                    Historias visuales

                      Colecciones

                        Podcast

                          Opinión

                          Opinión

                            Editorial

                              Columnistas

                                Caricaturistas

                                  Lectores

                                  Blogs

                                    Suscriptores

                                    Recomendado

                                      Contenido exclusivo

                                        Tus artículos guardados

                                          Somos El Espectador

                                            Estilo de vida

                                            La Red Zoocial

                                            Gastronomía y Recetas

                                              La Huerta

                                                Moda e Industria

                                                  Tarot de Mavé

                                                    Autos

                                                      Juegos

                                                        Pasatiempos

                                                          Horóscopo

                                                            Música

                                                              Turismo

                                                                Marcas EE

                                                                Colombia + 20

                                                                BIBO

                                                                  Responsabilidad Social

                                                                  Justicia Inclusiva

                                                                    Desaparecidos

                                                                      EE Play

                                                                      EE play

                                                                        En Vivo

                                                                          La Pulla

                                                                            Documentales

                                                                              Opinión

                                                                                Las igualadas

                                                                                  Redacción al Desnudo

                                                                                    Colombia +20

                                                                                      Destacados

                                                                                        BIBO

                                                                                          La Red Zoocial

                                                                                            ZonaZ

                                                                                              Centro de Ayuda

                                                                                                Newsletters
                                                                                                Servicios

                                                                                                Servicios

                                                                                                  Empleos

                                                                                                    Descuentos

                                                                                                      Idiomas

                                                                                                      Cursos y programas

                                                                                                        Más

                                                                                                        Cromos

                                                                                                          Vea

                                                                                                            Blogs

                                                                                                              Especiales

                                                                                                                Descarga la App

                                                                                                                  Edición Impresa

                                                                                                                    Suscripción

                                                                                                                      Eventos

                                                                                                                        Pauta con nosotros

                                                                                                                          Avisos judiciales

                                                                                                                            Preguntas Frecuentes

                                                                                                                              Contenido Patrocinado
                                                                                                                              17 de abril de 2019 - 08:40 p. m.

                                                                                                                              ¡Oh arte inmarcesible!: La Constitución de Rionegro en 1863, de ángeles para demonios

                                                                                                                              Los últimos doscientos años de la historia colombiana, sus protagonistas y las influencias artísticas que los llevaron a cambiar el rumbo de los acontecimientos. En esta segunda entrega, presentamos algunos elementos culturales paralelos a la Constitución de Rionegro de 1863.

                                                                                                                              FERNANDO ARAÚJO VÉLEZ

                                                                                                                              La Constitución de 1863, creada en Ríonegro y puesta en práctica desde Bogotá. / Ilustración: Daniela Vargas

                                                                                                                              Durante muchos años, hasta los últimos del siglo XX, se corrió la voz de que Víctor Hugo había dicho que la Constitución de Rionegro fue escrita para ángeles. En salones de clases, bares, cafés, en la calle y en las distintas tertulias que los colombianos sostenían sobre política y literatura, la sentencia de Víctor Hugo se multiplicaba, y en medio de sus multiplicaciones los contertulios contaban parte de la historia de aquella Carta Magna que el 8 de mayo de 1863 firmaron 73 delegatarios del Partido Liberal en una vieja casona del pueblo de Rionegro, Antioquia. De boca en boca pasaban algunos de los nombres de los autores de aquel texto: Tomás Cipriano de Mosquera, José Hilario López, Santos Gutiérrez, Santos Acosta, Ezequiel Hurtado, José Eusebio Otálora, Eustorgio Salgar, Julián Trujillo, Francisco Javier Zaldúa, José María Rojas Garrido, Lorenzo María Lleras, Salvador Camacho Roldán, Agustín Uricoechea, Camilo Antonio Echeverri y Manuel Ancízar. De boca en boca, también, se mezclaban distintos conceptos sobre el contenido de aquella Constitución que, aseguraban, habría podido transformar la historia republicana del país, que desde aquel día pasó a llamarse Estados Unidos de Colombia.

                                                                                                                              Read more!

                                                                                                                              Entonces salía a relucir la frase de Víctor Hugo, y con él y con ella, los filósofos y escritores que influyeron en aquellos hombres que el tiempo pasó a llamar liberales radicales, y que alguno bautizó como El Olimpo Radical. Su obra, que constaba de 93 artículos, le apostaba al modelo federal y dividía al país en nueve estados: Antioquia, Bolívar, Boyacá, Cauca, Cundinamarca, Magdalena, Panamá, Santander y Tolima, que serían prácticamente autónomos, regidos por una Constitución propia, con la única salvedad de que debían “organizarse conforme a los principios del gobierno popular, electivo, representativo, alternativo y responsable”. Se iniciaba con una frase sencilla y contundente que eliminaba a Dios de plano: “La Convención Nacional, en nombre y por autorización del pueblo y de los Estados Unidos Colombianos que representa, ha venido en decretar la siguiente Constitución Política”, y según iban pasando los artículos, quedaba claro que la libertad, en todas sus manifestaciones, atravesaría las relaciones de los colombianos entre sí y de ellos con el Estado, y que habría un absoluto derecho a la vida, hasta el punto de que eliminó definitivamente la pena de muerte.

                                                                                                                              Si desea seguir leyendo el especial de "¡Oh arte inmarcesible!", le recomendamos la siguiente nota: Las letras de la independencia

                                                                                                                              La palabra y el concepto que signaban los diferentes artículos de aquella Carta del 63 era la libertad. Libertad de prensa, libertad de comercio, libertad de portar armas, libertad de educación, libertad de credo, de oficios, de pensamiento, libertad de expresión y de circulación. “A la vista de este generoso catálogo de garantías individuales -escribió Ricardo Zuluaga Gil, calificando a la Constitución del 63 como ‘La Constitución de la utopía’- se entiende bien que el gran Víctor Hugo hubiese dicho que esa era “una Constitución para ángeles”. Pero como vivíamos en medio de una sociedad de hombres con un desarrollo muy imperfecto todavía, ese proyecto político social tan humanista no iba a perdurar en el tiempo. Las fuerzas más retardatarias de nuestra sociedad combatieron incesantemente en el campo de batalla y en la prensa ese modelo constitucional, y finalmente lo llevaron al fracaso solo 23 años después de haber sido puesto en vigencia, cuando fue reemplazado por la Constitución conservadora de 1886, cuya impronta, al haberse extendido por más de un siglo, borró de la memoria colectiva los rastros de esa utopía que se creyó posible en Rionegro en 1863”.

                                                                                                                              Read more!

                                                                                                                              En París, pocos años después de que los liberales radicales debatieran en Rionegro y trataran de implantar su Declaración de Principios, Víctor Hugo, bañado en gloria por sus obras de teatro, sus poemas y su novela Nuestra Señora de París, perseguido por sus amoríos, encarcelado por sus infidelidades y por haberse enfrentado a la aristocracia de su país, hablaba ante la Asamblea Nacional Francesa y decía: “¡Llegará un día en el que las armas se os caigan de los brazos, a vosotros también! Un día vendrá en el que la guerra parecerá también absurda y será también imposible entre París y Londres, entre San Petersburgo y Berlín, entre Viena y Turín, como es imposible y parece absurda hoy entre Ruan y Amiens, entre Boston y Filadelfia. Un día vendrá en el que vosotras, Francia, Rusia, Italia, Inglaterra, Alemania, todas vosotras, naciones del continente, sin perder vuestras cualidades distintivas y vuestra gloria individual, os fundiréis estrechamente en una unidad superior y constituiréis la fraternidad europea, exactamente como Normandía, Bretaña, Borgoña, Lorena, Alsacia, todas nuestras provincias, se funden en Francia”. La guerra era absurda. Las armas eran absurdas.

                                                                                                                              También puede leer: ​De los versos paralelos a la Constitución de 1886

                                                                                                                              Era absurdo que hubiera miserables, que el comercio fuera privilegio de unos, que el agua y la tierra les faltara a otros, que las balas reemplazaran los votos. Por eso Víctor Hugo seguía diciendo, seguía implorando: “Un día vendrá en el que no habrá más campos de batalla que los mercados que se abran al comercio y los espíritus que se abran a las ideas. Un día vendrá en el que las balas y las bombas serán reemplazadas por los votos, por el sufragio universal de los pueblos, por el venerable arbitraje de un gran Senado soberano que será en Europa lo que el Parlamento en Inglaterra, lo que la Dieta en Alemania, ¡lo que la Asamblea Legislativa en Francia! Un día vendrá en el que se mostrará un cañón en los museos como ahora se muestra un instrumento de tortura, ¡asombrándonos de que eso haya existido! Un día vendrá en el que veremos estos dos grupos inmensos, los Estados Unidos de América y los Estados Unidos de Europa, situados en frente uno de otro, tendiéndose la mano sobre los mares, intercambiando sus productos, su comercio, su industria, sus artes, sus genios, limpiando el planeta, colonizando los desiertos, mejorando la creación bajo la mirada del Creador, y combinando juntos, para lograr el bienestar de todos, estas dos fuerzas infinitas, la fraternidad de los hombres y el poder de Dios”.

                                                                                                                              Los textos y las palabras y los libros de Víctor Hugo pasaban de mano en mano entre los liberales radicales, quienes desde sus citas conocieron a Lamartine y volvieron a Voltaire una y cientos de veces, y repitieron sus frases, como si fueran Voltaire: “No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a expresarlo”, “No siempre depende de nosotros ser pobres, pero siempre depende de nosotros hacer respetar nuestra pobreza”, “Es peligroso tener razón cuando el gobierno está equivocado”. Respetaron a quienes pensaban distinto, hasta el punto de que avalaban la creación de nuevos periódicos, aunque en ellos los difamaran; priorizaron las necesidades de los pobres y se opusieron hasta la muerte al totalitarismo de los gobiernos que les sucedieron. Escribieron, fundaron periódicos y revistas, promovieron la lectura, y llevaron por sus vidas la máxima de que el ejemplo era más importante que la fuerza y la violencia. Se desvivieron por ser honestos y por promulgar sus ideas y la Constitución de los ángeles por toda Colombia, hasta que su radicalismo tocó los intereses de los liberales no tan radicales, de los conservadores y de la Iglesia, y tuvieron que defender con las armas lo que habían creado con las letras. Primero en la Guerra Santa de 1876 y, luego, en las batallas por el poder de 1885.

                                                                                                                              Perdieron en La Humareda, Santander. Rafael Núñez, pletórico, sentenció que la Constitución del 63 ya no existía. Se replegaron. Retornaron con la dignidad de la derrota a los discursos y las palabras, a los textos, a Voltaire y a Víctor Hugo. Entonces supieron que Hugo jamás había dicho lo de los ángeles. Como escribió Óscar Alarcón, “La única verdad es que Víctor Hugo sí conoció la Constitución de los radicales de Rionegro, porque se la envió nuestro embajador en Londres, Antonio María Pradilla, en carta fechada el 17 de agosto de 1863 (había sido sancionada el 8 de mayo), y el 12 de octubre del mismo año el destacado intelectual se la comenta, pero se refiere específicamente a la abolición de la pena de muerte. No habla ni de Dios ni de ángeles”. Ellos tampoco habían hablado de dioses ni de ángeles, sino de hombres. Y fueron los hombres que creían en dioses y en ángeles quienes los vencieron y postergaron para siempre sus ideas de libertad.

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              La Constitución de 1863, creada en Ríonegro y puesta en práctica desde Bogotá. / Ilustración: Daniela Vargas

                                                                                                                              Durante muchos años, hasta los últimos del siglo XX, se corrió la voz de que Víctor Hugo había dicho que la Constitución de Rionegro fue escrita para ángeles. En salones de clases, bares, cafés, en la calle y en las distintas tertulias que los colombianos sostenían sobre política y literatura, la sentencia de Víctor Hugo se multiplicaba, y en medio de sus multiplicaciones los contertulios contaban parte de la historia de aquella Carta Magna que el 8 de mayo de 1863 firmaron 73 delegatarios del Partido Liberal en una vieja casona del pueblo de Rionegro, Antioquia. De boca en boca pasaban algunos de los nombres de los autores de aquel texto: Tomás Cipriano de Mosquera, José Hilario López, Santos Gutiérrez, Santos Acosta, Ezequiel Hurtado, José Eusebio Otálora, Eustorgio Salgar, Julián Trujillo, Francisco Javier Zaldúa, José María Rojas Garrido, Lorenzo María Lleras, Salvador Camacho Roldán, Agustín Uricoechea, Camilo Antonio Echeverri y Manuel Ancízar. De boca en boca, también, se mezclaban distintos conceptos sobre el contenido de aquella Constitución que, aseguraban, habría podido transformar la historia republicana del país, que desde aquel día pasó a llamarse Estados Unidos de Colombia.

                                                                                                                              Read more!

                                                                                                                              Entonces salía a relucir la frase de Víctor Hugo, y con él y con ella, los filósofos y escritores que influyeron en aquellos hombres que el tiempo pasó a llamar liberales radicales, y que alguno bautizó como El Olimpo Radical. Su obra, que constaba de 93 artículos, le apostaba al modelo federal y dividía al país en nueve estados: Antioquia, Bolívar, Boyacá, Cauca, Cundinamarca, Magdalena, Panamá, Santander y Tolima, que serían prácticamente autónomos, regidos por una Constitución propia, con la única salvedad de que debían “organizarse conforme a los principios del gobierno popular, electivo, representativo, alternativo y responsable”. Se iniciaba con una frase sencilla y contundente que eliminaba a Dios de plano: “La Convención Nacional, en nombre y por autorización del pueblo y de los Estados Unidos Colombianos que representa, ha venido en decretar la siguiente Constitución Política”, y según iban pasando los artículos, quedaba claro que la libertad, en todas sus manifestaciones, atravesaría las relaciones de los colombianos entre sí y de ellos con el Estado, y que habría un absoluto derecho a la vida, hasta el punto de que eliminó definitivamente la pena de muerte.

                                                                                                                              Si desea seguir leyendo el especial de "¡Oh arte inmarcesible!", le recomendamos la siguiente nota: Las letras de la independencia

                                                                                                                              La palabra y el concepto que signaban los diferentes artículos de aquella Carta del 63 era la libertad. Libertad de prensa, libertad de comercio, libertad de portar armas, libertad de educación, libertad de credo, de oficios, de pensamiento, libertad de expresión y de circulación. “A la vista de este generoso catálogo de garantías individuales -escribió Ricardo Zuluaga Gil, calificando a la Constitución del 63 como ‘La Constitución de la utopía’- se entiende bien que el gran Víctor Hugo hubiese dicho que esa era “una Constitución para ángeles”. Pero como vivíamos en medio de una sociedad de hombres con un desarrollo muy imperfecto todavía, ese proyecto político social tan humanista no iba a perdurar en el tiempo. Las fuerzas más retardatarias de nuestra sociedad combatieron incesantemente en el campo de batalla y en la prensa ese modelo constitucional, y finalmente lo llevaron al fracaso solo 23 años después de haber sido puesto en vigencia, cuando fue reemplazado por la Constitución conservadora de 1886, cuya impronta, al haberse extendido por más de un siglo, borró de la memoria colectiva los rastros de esa utopía que se creyó posible en Rionegro en 1863”.

                                                                                                                              Read more!

                                                                                                                              En París, pocos años después de que los liberales radicales debatieran en Rionegro y trataran de implantar su Declaración de Principios, Víctor Hugo, bañado en gloria por sus obras de teatro, sus poemas y su novela Nuestra Señora de París, perseguido por sus amoríos, encarcelado por sus infidelidades y por haberse enfrentado a la aristocracia de su país, hablaba ante la Asamblea Nacional Francesa y decía: “¡Llegará un día en el que las armas se os caigan de los brazos, a vosotros también! Un día vendrá en el que la guerra parecerá también absurda y será también imposible entre París y Londres, entre San Petersburgo y Berlín, entre Viena y Turín, como es imposible y parece absurda hoy entre Ruan y Amiens, entre Boston y Filadelfia. Un día vendrá en el que vosotras, Francia, Rusia, Italia, Inglaterra, Alemania, todas vosotras, naciones del continente, sin perder vuestras cualidades distintivas y vuestra gloria individual, os fundiréis estrechamente en una unidad superior y constituiréis la fraternidad europea, exactamente como Normandía, Bretaña, Borgoña, Lorena, Alsacia, todas nuestras provincias, se funden en Francia”. La guerra era absurda. Las armas eran absurdas.

                                                                                                                              También puede leer: ​De los versos paralelos a la Constitución de 1886

                                                                                                                              Era absurdo que hubiera miserables, que el comercio fuera privilegio de unos, que el agua y la tierra les faltara a otros, que las balas reemplazaran los votos. Por eso Víctor Hugo seguía diciendo, seguía implorando: “Un día vendrá en el que no habrá más campos de batalla que los mercados que se abran al comercio y los espíritus que se abran a las ideas. Un día vendrá en el que las balas y las bombas serán reemplazadas por los votos, por el sufragio universal de los pueblos, por el venerable arbitraje de un gran Senado soberano que será en Europa lo que el Parlamento en Inglaterra, lo que la Dieta en Alemania, ¡lo que la Asamblea Legislativa en Francia! Un día vendrá en el que se mostrará un cañón en los museos como ahora se muestra un instrumento de tortura, ¡asombrándonos de que eso haya existido! Un día vendrá en el que veremos estos dos grupos inmensos, los Estados Unidos de América y los Estados Unidos de Europa, situados en frente uno de otro, tendiéndose la mano sobre los mares, intercambiando sus productos, su comercio, su industria, sus artes, sus genios, limpiando el planeta, colonizando los desiertos, mejorando la creación bajo la mirada del Creador, y combinando juntos, para lograr el bienestar de todos, estas dos fuerzas infinitas, la fraternidad de los hombres y el poder de Dios”.

                                                                                                                              Los textos y las palabras y los libros de Víctor Hugo pasaban de mano en mano entre los liberales radicales, quienes desde sus citas conocieron a Lamartine y volvieron a Voltaire una y cientos de veces, y repitieron sus frases, como si fueran Voltaire: “No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a expresarlo”, “No siempre depende de nosotros ser pobres, pero siempre depende de nosotros hacer respetar nuestra pobreza”, “Es peligroso tener razón cuando el gobierno está equivocado”. Respetaron a quienes pensaban distinto, hasta el punto de que avalaban la creación de nuevos periódicos, aunque en ellos los difamaran; priorizaron las necesidades de los pobres y se opusieron hasta la muerte al totalitarismo de los gobiernos que les sucedieron. Escribieron, fundaron periódicos y revistas, promovieron la lectura, y llevaron por sus vidas la máxima de que el ejemplo era más importante que la fuerza y la violencia. Se desvivieron por ser honestos y por promulgar sus ideas y la Constitución de los ángeles por toda Colombia, hasta que su radicalismo tocó los intereses de los liberales no tan radicales, de los conservadores y de la Iglesia, y tuvieron que defender con las armas lo que habían creado con las letras. Primero en la Guerra Santa de 1876 y, luego, en las batallas por el poder de 1885.

                                                                                                                              Perdieron en La Humareda, Santander. Rafael Núñez, pletórico, sentenció que la Constitución del 63 ya no existía. Se replegaron. Retornaron con la dignidad de la derrota a los discursos y las palabras, a los textos, a Voltaire y a Víctor Hugo. Entonces supieron que Hugo jamás había dicho lo de los ángeles. Como escribió Óscar Alarcón, “La única verdad es que Víctor Hugo sí conoció la Constitución de los radicales de Rionegro, porque se la envió nuestro embajador en Londres, Antonio María Pradilla, en carta fechada el 17 de agosto de 1863 (había sido sancionada el 8 de mayo), y el 12 de octubre del mismo año el destacado intelectual se la comenta, pero se refiere específicamente a la abolición de la pena de muerte. No habla ni de Dios ni de ángeles”. Ellos tampoco habían hablado de dioses ni de ángeles, sino de hombres. Y fueron los hombres que creían en dioses y en ángeles quienes los vencieron y postergaron para siempre sus ideas de libertad.

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              Por FERNANDO ARAÚJO VÉLEZ

                                                                                                                              Ver todas las noticias
                                                                                                                              Read more!
                                                                                                                              Read more!
                                                                                                                              Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
                                                                                                                              Aceptar