
Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Al pensar en Olga Lucía, en “Ronda que ronda la ronda” y en su recopilación, nos sorprendemos al zambullirnos de lleno en un universo creativo, comunitario, lúdico y popular.
En él, se devela la enorme riqueza de cómo nuestras diversas regiones, inventan desde antaño, formas melódicas que integran los cuerpos en movimiento, con cantos y coplas que se juegan de manera colectiva, y que alegran los espacios de convivencia.
Su memorable rescate es de un indudable valor, como de ello da cuenta y fe, Guillermo abadía Morales, renombrado erudito del folclor y la cultura popular, de quien Olga Lucía, funge y brilla como una apreciada y adelantada alumna.
Si le interesa seguir leyendo sobre El Magazín Cultural, puede ingresar aquí 🎭🎨🎻📚📖
Bien nos señala la autora en su investigación que la ronda es el paraíso que, con divertido encanto, merodean los niños en sus juegos. Jugar y cantar es una manera hermosa de disfrutar la vida y el mundo.
En ese sentido, nuestra momificante y neurótica cultura adulta nos cohíbe y censura, cuando se piensa que jugar es hacer el ridículo y, por ello, nos privamos de liberar una energía sensitiva que crea puentes con muchos otros y restablece con emoción, una armonía no autoritaria en la que cada yo es la parte festiva de un poderoso nosotros.
En nuestras enormes metrópolis atomizadas y fragmentadas, la ronda tiende a no encontrar su lugar y sus espacios, es cada vez más abrumador ver cómo las ciudades están más hechas para los carros que para los niños. La ronda en ese sentido pertenece al aire libre y a las calles que ya no son para los niños.
Le recomendamos: Alekos, la pulga y el barco sobrio
Por otro lado, la ronda hija de la tradición tiende a ser olvidada. Razón por la cual, encontrar cultores y espacios para su recuperación es a todas luces urgente.
El puente generacional está quebrado, es más que necesario restablecerlo y curarlo, en beneficio de los niños y la imaginación. La expresión libre de los juegos nunca gozó de tan maravillosa vitalidad como en la ronda infantil.
Ella es una oda eterna a la alegría colectiva, ritualmente sumergida en ese espacio sagrado del círculo mágico. Olga Lucía, es esa sacerdotisa devota de su canto alegre, quien viene a refrescarnos y a devolvernos la sed de su memoria.
Le podría interesar: Pelos de diablo y triunfo
En feliz comunión la evoco, con esta ronda nada redonda de mi nada original invención, de la cual me temo, van a sospechar y rememorar.
La ronda está olvidada
con quién la rescataremos
con una Olga multiplicada
borriquitos del potrero
quitémonos el sombrero.
Que pase Olga
Que ha de rondar
Que cada uno de nosotros
La va a acompañar.
Estando la Olga un día, dividí
Cogiendo papel y lápiz, dividí
Para escribirle a todos, dovodó
Y ese todos le contestó: Que sí, que no,
Que sí, que no.
Arroz con leche me quiero enfiestar
Con una Olguita de la capital
Que sepa cantar
Que sepa bailar,
Con una rondita bien especial.