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Olga Lucía la bella y oronda que ronda la ronda

Una reseña sobre el libro infantil “Ronda que ronda la ronda” de Olga Lucía Jiménez, quien lleva años investigando las rondas y juegos infantiles.

Iván Darío Álvarez Escobar

28 de junio de 2022 - 01:42 p. m.
Olga Lucía Jiménez, quien se ha dedicado desde 1975, a la investigación de rondas y juegos infantiles en toda Colombia.
Foto: Cortesía
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Al pensar en Olga Lucía, en “Ronda que ronda la ronda” y en su recopilación, nos sorprendemos al zambullirnos de lleno en un universo creativo, comunitario, lúdico y popular.

En él, se devela la enorme riqueza de cómo nuestras diversas regiones, inventan desde antaño, formas melódicas que integran los cuerpos en movimiento, con cantos y coplas que se juegan de manera colectiva, y que alegran los espacios de convivencia.

Su memorable rescate es de un indudable valor, como de ello da cuenta y fe, Guillermo abadía Morales, renombrado erudito del folclor y la cultura popular, de quien Olga Lucía, funge y brilla como una apreciada y adelantada alumna.

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Bien nos señala la autora en su investigación que la ronda es el paraíso que, con divertido encanto, merodean los niños en sus juegos. Jugar y cantar es una manera hermosa de disfrutar la vida y el mundo.

En ese sentido, nuestra momificante y neurótica cultura adulta nos cohíbe y censura, cuando se piensa que jugar es hacer el ridículo y, por ello, nos privamos de liberar una energía sensitiva que crea puentes con muchos otros y restablece con emoción, una armonía no autoritaria en la que cada yo es la parte festiva de un poderoso nosotros.

En nuestras enormes metrópolis atomizadas y fragmentadas, la ronda tiende a no encontrar su lugar y sus espacios, es cada vez más abrumador ver cómo las ciudades están más hechas para los carros que para los niños. La ronda en ese sentido pertenece al aire libre y a las calles que ya no son para los niños.

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Por otro lado, la ronda hija de la tradición tiende a ser olvidada. Razón por la cual, encontrar cultores y espacios para su recuperación es a todas luces urgente.

El puente generacional está quebrado, es más que necesario restablecerlo y curarlo, en beneficio de los niños y la imaginación. La expresión libre de los juegos nunca gozó de tan maravillosa vitalidad como en la ronda infantil.

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Ella es una oda eterna a la alegría colectiva, ritualmente sumergida en ese espacio sagrado del círculo mágico. Olga Lucía, es esa sacerdotisa devota de su canto alegre, quien viene a refrescarnos y a devolvernos la sed de su memoria.

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En feliz comunión la evoco, con esta ronda nada redonda de mi nada original invención, de la cual me temo, van a sospechar y rememorar.

La ronda está olvidada

con quién la rescataremos

con una Olga multiplicada

borriquitos del potrero

quitémonos el sombrero.

Que pase Olga

Que ha de rondar

Que cada uno de nosotros

La va a acompañar.

Estando la Olga un día, dividí

Cogiendo papel y lápiz, dividí

Para escribirle a todos, dovodó

Y ese todos le contestó: Que sí, que no,

Que sí, que no.

Arroz con leche me quiero enfiestar

Con una Olguita de la capital

Que sepa cantar

Que sepa bailar,

Con una rondita bien especial.

Por Iván Darío Álvarez Escobar

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