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Orlando Fals Borda, su legado y las comunidades que narran su propia historia

A propósito del centenario del natalicio del sociólogo colombiano Orlando Fals Borda, presentamos este perfil destacando su pensamiento y compromiso con la creación de saberes.

César Osorio Sánchez

11 de julio de 2025 - 08:46 a. m.
El sociólogo e investigador colombiano Orlando Fals Borda nació en Barranquilla el 11 de julio de 1925 y murió en Bogotá el 12 de agosto de 2008. Este año se celebra el centenario de su natalicio.
Foto: Cortesía de Colprensa
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En la cultura Caribe, los ancestros siguen dándole calor a la casa mucho tiempo después de su partida. Sus voces resuenan, y por su presencia, conmemorar sus vidas es una oportunidad para celebrar los legados, sentir con solemnidad el eco de estas voces, y también, para preguntarnos, qué nos han dicho con su ejemplo y sus obras. Este llamado a la memoria, a indagar por los saberes para los tiempos venideros hoy es especialmente vigente, cuando el país conmemora el centenario de Orlando Fals Borda, pensador nacido en Barranquilla, el 11 de julio de 1925, un humanista que comprometió su vida y su creatividad a explorar caminos para superar problemas sensibles para la sociedad colombiana y a escala global.

Investigar la realidad para transformarla

Desde la teoría social y la acción política, Fals Borda, junto con hombres y mujeres de los cinco continentes -desde los campesinos de la región de los Montes de María hasta los aborígenes de tierras australianas- asumió que era necesario poner en diálogo teoría y práctica, saberes académicos y comunitarios, para superar problemáticas especialmente sentidas en América Latina, África y Asia como la explotación del campesinado, el racismo y el menosprecio de los saberes de los pueblos originarios, la exclusión de las comunidades de la vida política de los pueblos y la destrucción de sus vínculos con los ecosistemas por medio del despojo y el destierro. Orlando Fals Borda fue impulsor de la figura de las Juntas de Acción Comunal en Colombia (1958), fundador de la Facultad de Sociología de la Universidad Nacional de Colombia (1959), cofundador del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) en 1967, investigador y pedagogo en el seno de las comunidades campesinas que en la década de 1970 reclamaban justicia por la tierra y participó en la Asamblea Nacional Constituyente que dio nacimiento a la Constitución de 1991. Fals Borda fue artífice e inspirador de la Investigación Acción Participativa (IAP), una filosofía humanística -como lo indica el pensador Victor Negrete- y un enfoque de investigación social tejido en red, con educadoras e investigadores del sur global.

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Por su sentido ecuménico, su estrecha relación con los campesinos, y sus encuentros con investigadores de América Latina, entre la década de 1950 y 1960, tempranamente asumió que las ciencias sociales no podían darle la espalda a problemas como el desprecio colonial persistente hacia los campesinos, indígenas, las comunidades negras, la imposición de la violencia hacia las fuerzas políticas alternativas, y la distancia de las academias frente a estas realidades. Tras esos años, su texto publicado en 1970, Ciencia propia y colonialismo intelectual, no sólo sigue siendo un clásico del pensamiento social latinoamericano, sino que puede considerarse un programa hacia la descolonización de las ciencias humanas que recuerda que el avance hacia sociedades más justas exige el encuentro entre ciencia y saberes populares; también, despojarnos de los complejos de inferioridad, y entender que las tentativas para explicar la sociedad y la naturaleza surgidas desde los pueblos del sur, con su rigor y originalidad, son y deben ser considerados aportes al pensamiento universal.

¿Habremos llegado a tales profundidades culturales, para sentir que la guerra y violencia son cosas tan frecuentes y aceptables que se hayan convertido en expresiones normales de la vida colectiva?

Orlando Fals Borda

En los tiempos convulsos vividos por el continente, desde los años 40 a los 60, de conflictos armados y regímenes militares, para Fals Borda, Paulo Freire, entre otros pensadores, frente a la pobreza, el racismo y la negación de la sabiduría de los pueblos colonizados, la indiferencia y distancia de algunas academias, no solo resultaba inmovilizante, sino inaceptable. La crudeza de los problemas exigía pasar de la contemplación a la acción, investigar la realidad para transformarla, dejar de lado el prejuicio de que la mayor proximidad a los problemas significa perder el sentido crítico, y, por el contrario, valorar la cercanía como una oportunidad para conocer de forma más rigurosa esta realidad, los problemas y también, las ideas, sueños, los gestos cotidianos de solidaridad que permiten que las sociedades puedan reconstruir sus proyectos de vida a pesar de la violencia. Por supuesto, para ello era y sigue siendo necesario que la investigación y la educación sobrepasen el viejo esquema jerárquico, que divide al mundo entre quienes saben y quienes deben aprender, integrando el diálogo, la participación y las preguntas que fomentan la curiosidad histórica. Desde el proyecto de Fals Borda, para superar las heridas coloniales, para reconocer la humanidad que ha querido negarse, es ineludible recuperar y hacer visibles otros saberes, memorias e historias.

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Convergencias de saberes y memorias comunitarias

En esta apuesta por la convergencia de saberes, Fals Borda fue gestor de un movimiento global -junto con pedagogos como Rajesh Random, Bud Hall, Carlos Rodrigues Brandão- que sigue vigente y que remarca la idea de que la justicia social no es posible sin la justicia epistémica. Avanzar hacia sociedades más democráticas exige que los centros de pensamiento se abran y reconozcan los saberes comunitarios, el conocimiento que habita en los testimonios de las sabedoras de todos los pueblos, en la música, la literatura, las cartografías, los dibujos, en los objetos de memoria, así como en los archivos de baúl y comunitarios. Por supuesto, esta perspectiva exige una postura radicalmente pluralista: si el objetivo es lograr el conocimiento más elevado de la realidad para transformarla, es necesario conjugar las herramientas y conceptos de la sociología, la historia, la economía, la literatura, las artes gráficas, la fotografía, la música y sobre todo, comprometer la imaginación para construir explicaciones creativas de lo vivido, también, para que este conocimiento no se quede confinado en las aulas y pueda llegar a las mayorías. Su obra, Historia doble de la Costa (1979-1987), otro clásico para las ciencias sociales a nivel internacional, es un testimonio de este compromiso, un texto escrito en dos canales, que conjuga el rigor académico con la sensibilidad -científica y literaria- de quien puede narrar con asombro las historias que florecen en la vida cotidiana.

Fals Borda, junto con German Guzman Campos y Eduardo Umaña Luna indagaron con detalle el horror de la guerra en Colombia, y por medio de los archivos y los testimonios recaudados por la Comisión Nacional Investigadora de las Causas de la Violencia, (1958), y aquellos rescatados por Guzman, en la obra colectiva La violencia en Colombia (1962), reconstruyeron la cotidianidad de esos tiempos cruentos vividos por el país, y además, la forma en que los partidos políticos, fomentaron el sectarismo, al tiempo en que se configuraba un sistema político clientelista, que seguía fiel a las exclusiones coloniales de las comunidades negras, los indígenas, los campesinos, y también de la clase trabajadora emergente en el país. Marcado por esta experiencia, y en las décadas siguientes, Fals Borda fue insistente en la necesidad de una Recuperación Crítica de la Historia, de una lectura de lo vivido como pueblo, que permitiese entender que la historia es experiencia de hombres y mujeres, es dolor, conflicto, utopías y esperanzas con piel, nombres y rostros.

¿Quedan aún resquicios de órdenes sociales en los que la cooperación, el altruismo, la construcción, el amor, el respeto a la vida puedan ser todavía recuperados y activados?

Orlando Fals Borda

En la vida compartida con los campesinos de los Andes y de la costa caribe colombiana, Fals Borda reconoce que las fuentes de esas historias por narrar, no están solo en los archivos históricos institucionales o en los textos especializados, sino en los archivos de baúl o comunitarios en los que las comunidades de las diversas regiones del país atesoran su conocimiento, experiencias, vivencias que consideran memorables, que deben perpetuarse y ser compartidos con las generaciones futuras. En estos archivos, se funden historias personales, familiares, saberes escritos y recetarios para enfrentar la guerra o la enfermedad, documentos oficiales, fotografías, pertenencias personales, recuerdos materiales que han permitido rememorar, comprender y explicar lo ocurrido, darle presencia a quienes ya no están y en un país que no supera las confrontaciones armadas, han sido evidencia y testimonio de las violencias y, también, de la búsqueda de la paz. Desde la mirada de Fals, para edificar un futuro diferente, un nuevo orden social, es necesario reconocer en esa historia, en esos archivos, no solo las raíces de las injusticias y las violencias, sino también, las expresiones de dignidad, los liderazgos sociales que han enarbolado otras ideas de lo justo como Benkos Bioho, José Antonio Galán, José María Melo, María Cano, Manuel Quintín Lame, Juana Julia Guzman, entre otros hombres y mujeres que pese a la turbulencia de sus tiempos simbolizan aspiraciones de justicia social.

En coherencia con su mirada participativa, colaborativa de la construcción de saberes, la invitación de Fals es a conocer, deliberar, analizar colectivamente esta historia, para encontrar inspiración para los nuevos tiempos. En una sociedad que sigue buscando la paz, el reconocimiento de los pueblos étnicos, de los campesinos, que se enfrenta a la creciente destrucción de los ecosistemas, y que aún no supera profundas desigualdades, la obra de Fals resuena, por los retos que propone, por las preguntas que siguen abiertas y por la creatividad que exige traer las memorias al tejido del futuro.

In memoriam: Maestro Fals Borda, que en la celebración de este centenario, suenen las notas de acordeón y los sones de Máximo Jiménez.

Por César Osorio Sánchez

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