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Óscar Pantoja: “Una novela no da respuestas ni certezas”

La nueva novela de Óscar Pantoja, “Vereda”, cuenta la historia de un joven que lucha por construir su futuro en un lugar devastado por el conflicto.

Pablo Concha

06 de junio de 2025 - 04:00 p. m.
Óscar Pantoja, escritor colombiano, también se ha consolidado como un referente en la novela gráfica en Colombia.
Foto: Daniel Gómez
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Un joven intenta construir una casa en un terreno que le dejó su madre antes de desaparecer. Aunque no tiene el capital para hacerlo, ni los materiales, ayuda o todo el conocimiento, se dedica a ello ya que fue una promesa que le hizo a su progenitora. La vereda donde piensa construirla es un lugar pobre y asolado por el espectro de la violencia.

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“Era una tierra contradictoria porque a pesar de su riqueza en realidad era yerma. Como ver la cara de una persona con rasgos de amabilidad que luego te escupe. No había palabras que hicieran entender esto de la tierra verde y seca”.

Jorge Isidro trató de estudiar en la ciudad para progresar, pero se vio obligado a regresar —como muchos antes y después que él—. Vive, igual que otros, en la búsqueda eterna de trabajo, haciendo lo posible por sobrevivir. Cuando está en proceso de construcción de su vivienda, sucesos extraños comienzan a acontecer: manchas de origen incierto aparecen en las fachadas de las casas, las cuales tienen un comportamiento inusual y generan miedo en sus vecinos. Al poco tiempo, comienzan las pesadillas y el terror se apodera de todos.

Con una edición en la que la parte gráfica juega un papel importantísimo y hace de la lectura una experiencia diferente y casi interactiva, Vereda (Rey Naranjo, 2025) inquieta al contar una historia que mezcla la dura realidad del país con elementos fantásticos de forma natural y misteriosa, aportando detalles que obligan a adoptar una mirada diferente.

Óscar Pantoja (Ipiales, 1971) es autor de El hijo (2002), el cual recibió el Premio Alejo Carpentier y de Madre, reconocida con el Premio Nacional de Novela Ciudad de Bogotá en 2022. También ha escrito las novelas gráficas Neruda: lluvia, montaña y fuego, Borges: el laberinto infinito, Gabo: memorias de una vida mágica y Rulfo: una vida gráfica.

¿Cuál fue la semilla de Vereda?

Vereda surge de la puerta que quedó abierta de mi anterior novela Madre, y también de un paisaje que estoy explorando y que me parece interesante en este momento: entender lo que es el terror social unido con el universo fantástico y los elementos de la realidad. También viene de la idea de poder volver a contar historias de sueños y pesadillas que ocurren en el inconsciente de las personas y posiblemente de un territorio o país, uniéndolas con un elemento como las manchas que salen en las fachadas de las casas y lo invaden todo. Y, por último, de la idea de contar de manera diferente nuestras violencias, pesadillas y oscuridades.

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La parte gráfica del libro es muy importante y quisiera saber si en el manuscrito original había algún dibujo rudimentario o indicaciones para los diseñadores de la editorial...

Desde luego que sí. La parte gráfica es tremendamente importante en la historia y arrancó desde el origen de la idea. Contar la historia con los planos sencillos de una casa de dos aguas, humilde y a la vez soberbia, y las manchas que van surgiendo de forma imperceptible fueron los elementos primordiales con los que empecé a construir la historia. Las manchas las conseguí jugando con tinta, con el papel que se dobla, que replica la mancha, que colgaba en mi sala e iba viendo la música o ruido que iban formando, el crecimiento de esa mancha. La suela de la bota que aparece al inicio de la página es una bota que manché y luego imprimí en el papel pisándolo. Cuando terminé la novela se la pasé a John Naranjo (mi editor), con dibujos, manchas, páginas negras y cortes, y él la entendió perfectamente. El trabajo de edición de imagen lo hice desde la misma escritura. Pienso que la palabra y la imagen son dos universos fabulosos con los cuales puedo comunicarme con los lectores y contarles historias diferentes.

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Vereda representa una forma diferente de encarar el problema del desplazamiento forzado y las desapariciones. ¿Cómo fue el introducir elementos extraños en esta situación tan común en nuestro país?

Creo que cada escritor tiene la necesidad, pero también el deber, de encontrar una manera distinta de contar y comunicarse con sus lectores. De esta manera, la misma historia que se ha contado a través del tiempo hay que contarla de forma diferente, si es verdad que esto se logra. Porque si volvemos a escribir una historia como en el siglo XIX o XX, pues no estamos aportando gran cosa a la construcción literaria y tampoco estamos enviándole una invitación o seduciendo al lector para que se acerque al libro y comprenda de otra forma lo mismo que ha ocurrido a lo largo de la historia de la humanidad.

La casa que está construyendo Jorge Isidro también es un personaje de Vereda y logramos ver cosas desde su perspectiva. ¿En qué momento decide darle una voz?

Desde luego, la casa es otro de los personajes de la novela. Yo creo que empieza a tener voz, a expresarse y contar sus pensamientos porque todo parte de esa búsqueda de la que hablo en la pregunta anterior y es que, como en el cine, tenemos que buscar un ángulo distinto para poner la cámara y que la imagen sea presentada de otra manera. Ahí, en esa experimentación, es donde surge la voz de la casa. Y no nace necesariamente en el escritorio donde estoy trabajando sino afuera, explorando, saliendo, conociendo casas, estando a solas en las casas y dejando jugar a la imaginación, dejando que la imaginación entre. De esa manera surge la voz de la casa. Yo creo que todos los que hemos construido una casa, nuestros padres y madres, abuelos y abuelas, en fin, nosotros mismos, cuando estamos viendo los muros levantarse sentimos que la casa nos habla. Y eso es lo que yo quería contarle al lector en las páginas de Vereda.

Es interesante que en la novela no se mencione a la guerrilla ni a los paramilitares u otros grupos armados de Colombia. ¿Fue deliberado el no nombrar a ninguno de estos actores violentos?

En las páginas de Vereda no se nombra de manera directa a los grupos armados, pero están en todo el libro, en todos los rincones y en todos los párrafos. Son una presencia realmente poderosa y destructiva que va tomando forma a lo largo de las páginas y no los nombro de forma directa porque no creo que sea importante desde la literatura que estoy construyendo. Siento que el lector debe construir esa otra parte y ponerle el nombre que crea conveniente. Si bien son los actores armados que están en Colombia, infortunadamente también pueden estar en cualquier país de Latinoamérica o de otro continente. La ultra violencia no está lejos de ningún sitio, por desgracia. Donde la violencia se levante y carcoma todos los espacios de la sociedad, ahí está el principio de mi novela.

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Los sueños son muy importantes en la novela y en muchos fragmentos, en especial hacia el final, logran emborronar lo que está sucediendo. ¿Hubo alguna obra o autor que le inspirara a desarrollar esa parte onírica en Vereda?

Las ruinas circulares, de Jorge Luis Borges, fue una de las historias que me marcó; ese hombre que tiene el deber de soñar, o la misión de soñar a un hombre y soñarlo hasta las últimas consecuencias. Crearlo en el sueño, educarlo, formarlo y después dejarlo ir dándose cuenta que él también puede ser un soñado. Sin lugar a dudas este cuento tiene elementos que comparto en mi novela. Pero yo quise ir más al fondo, llegar al límite del límite del cuento propuesto por Borges y cruzarlo. Espero haberlo alcanzado con mi personaje que atraviesa el universo del sueño y colinda con la realidad o la pesadilla misma. En el otro lado, en cuanto a referentes, está Inception, de Christopher Nolan.

En una de las últimas secuencias de sueños, Jorge Isidro ve a un escritor, el cual se asusta mucho al descubrirlo. Es un fragmento raro. ¿Podría ser que el personaje estuviera contemplando a su creador?

Me encanta que te hayas dado cuenta de ese detalle. Cuando las paredes se rompen en el sueño llegan a otras dimensiones, otras realidades, otros sueños, otros mundos y perspectivas. Y, desde luego, probablemente mi personaje tal vez me vio algún día escribiéndolo. De pronto hizo ruido y yo me asusté y no lo pude comprender, pero esa posibilidad de poder insertarse como en un cameo de Alfred Hitchcock en la novela me parece fabuloso. Yo creo que mi personaje me vio escribirlo y yo no supe, pero él sí se enteró.

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Al final del capítulo 20 hay una mancha que semeja un rostro, o eso me pareció... ¿Sería recomendable que los lectores analizaran las manchas y buscaran las figuras que pueden representar?

Hay una frase que encontré y que me gusta mucho. Di con ella en uno de los libros que investigué para poder encontrar este camino de las manchas y dice que uno puede controlar lo que se quiere decir, pero no se puede controlar lo que se quiere ver. En ese sentido, me parece una posibilidad abierta y el lector puede entrar a jugar con ella con la lectura de las manchas. Cada uno va a encontrar algo distinto. Eso es lo bello, enriquecedor e interesante de la propuesta. Parto también del Test de Rorschach porque lo investigué y encontré ideas tremendamente valiosas para trabajar en una obra literaria.

Al finalizar la novela persisten muchas incógnitas, quizá como sucede en la vida real con las víctimas de la violencia y el desplazamiento. ¿Qué hacer cuando no hay respuestas?

Una novela no da respuestas ni certezas. Eso lo dice Han Kang en La vegetariana, autora que leí desde mucho antes de ganar el Nobel y que provocó la escritura de Madre. Ella y otras mujeres han hecho que yo entienda que una novela no resuelve preguntas, sino que abre las preguntas y es el lector el que tiene que resolver con su propio pensamiento. Chejov también lo consideraba así, él dejaba los finales abiertos, no concluía tajantemente nada, esto con el fin de que el lector pudiera completar la lectura. Y así es el juego de la literatura moderna, que no haya algo que el escritor te dé como absoluto, sino que deje el espacio abierto para que el lector lo complete.

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¿Qué viene ahora para Oscar Pantoja?

Viene otro reto muy poderoso que todavía no sé siquiera cómo empezarlo a escribir, pero ya estoy buscando las formas y los caminos. Eso es lo que quiero hacer en mi nueva novela. En cómic, estoy trabajando en la vida de un gran escritor y un relato de una maravillosa escritora. En literatura infantil próximamente vendrá un libro/álbum fabuloso que sé que le va a gustar a los niños, niñas, jóvenes y adultos. Y en medios audiovisuales, ando escribiendo un guion porque quiero volver a filmar un cortometraje.

*Pablo Concha es escritor colombiano. Autor de los libros de cuentos Otra Luz y La piel de las pesadillas. Su relato “El infinito en una cita” fue incluido en la antología de cuento Puñalada Trapera II (Rey Naranjo editores, 2022). Colaborador literario en varios medios.

Por Pablo Concha

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