Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.

Otra marea (El cajón de Santaora)

Terquedad vacilante o admirable persistencia, las olas del mar vuelven siempre sobre sí mismas, andan y desandan para volver a andar. En esa cadencia, abundan las visiones, ciertos poemas, entre el agua y la sed.

Julia Díaz Santa

13 de marzo de 2023 - 05:51 p. m.
Al amor le sobra una letra. Al amor le falta el orden que tiene la palabra mar.
Foto: Jorge Arturo Díaz S.
PUBLICIDAD

Hay muchas formas de llegar al agua. La sed es una de ellas. Cuando me sumergí en esa fuente, mis papás me habían llevado a la orilla azulada, salada, de cierta isla en el caribe.

Gánale la carrera a la desinformación NO TE QUEDES CON LAS GANAS DE LEER ESTE ARTÍCULO

¿Ya tienes una cuenta? Inicia sesión para continuar

Era una niña muy pequeña en ese primer contacto. Son pocos los recuerdos que tengo. Uno de ellos tiene que ver con el miedo que sentí al ver la espuma en esa margen. Había cumplido algo así como tres años. El miedo, un sentimiento tan ligado al océano como el regocijo de nadar en sus aguas.

El mar es un lugar común. Aunque la gama de azules es tan diversa como las impresiones que deja. Muestra sin pudor sus tonos, su ritmo, nos llama desde el subtexto.

Hay tantos mares como poetas en su orilla. Dulce María Loynaz escondía en esas aguas sus sigilos: “Cuando vayamos al mar / yo te diré mi secreto... / Mi secreto se parece / a la ola y a la sal”.

Esta cubana, hija adoptiva de las Islas Canarias, escribió quizás esas líneas en el mismo punto imaginado por Susan Mitchell: “Off Havana, the ocean is green this morning / of my birth. The conchers clean their knives on leather / straps and watch the sky while three couples / who have been dancing on the deck of a ship / in the harbor, the old harbor of the fifties, Kiss / each other’s cheeks and call it a night”.

“Frente a La Habana, el océano es verde esta mañana / de mi nacimiento. Los caracoleros limpian sus cuchillos en correas / de cuero y miran el cielo mientras tres parejas / que han estado bailando en la cubierta de un barco / en el puerto, el viejo puerto de los años cincuenta, besan las mejillas del otro y lo llaman una noche”, es la traducción rápida que hago de esta poeta, que nació en La Habana, pero también en Nueva York, un 20 de enero de 1944.

Hay tantos océanos como poetas en sus abismos. Algunos de esos despeñaderos no son más que el reflejo de la herida que nosotros mismos le causamos. Nuestra querida María Matilde Rodríguez Jaime, desde su casa en San Andrés, nos envía en un mensaje, a través de otra poeta:

Read more!

Hoy llegó pescado fresco al muelle

Traen mercurio en los ojos.

Vuelan las escamas tornasol

No ad for you

Los cangrejos retroceden

desovan sobre botellas que traen instrucciones para lavarse el cabello.

Los buitres viajan contra las turbinas de los aviones

Un vuelo contra otro vuelo.

Habla de mundos invisibles al alcance. “Siento que lo que escribo es el dictado de un muerto”, cierra el mensaje con el poema que nos manda por el WhatsApp de Betsimar. Betsimar Sepúlveda, quien continua con “una calma de algas en la garganta / voz anegada de espuma / zozobrar… sin más / no tiempo / sólo silencio/ hundirse…/ …por siempre en el mar”.

Y por alguna razón, conecto con Ida Vitale, en ese momento de la vida en el que ningún milagro del mundo parece aliviarnos. “El mar no es más que un pozo de agua oscura, / los astros sólo son barro que brilla, / el amor, sueño, glándulas, locura, / la noche no es azul, es amarilla”.

Ella misma había escrito en otra ocasión, con otro acento: “Va creciendo sereno desde el fondo, / sabiamente creciendo, / lentamente, hondamente, largamente, /pausadamente, / mar, / arduo, cansado mar, / Padre de mi silencio”. No hay dos mares idénticos, ni siquiera en una misma poeta.

No ad for you

Y eso de que el mar no se aprende sin verlo, fue un invento de Lucila de María del Perpetuo Socorro Godoy Alcayaga, mejor conocida como Gabriela Mistral: “Ay, mama, no lo vi nunca / y, aunque me está dando miedo, / ahora de oírlo y verlo, / me dan ganas de quedarme / con él, a pesar del miedo, / con él, nada más, con él, / ni con gentes ni con pueblos”.

Read more!

Me pasa siempre, una vez en su orilla, en sus aguas, me quiero quedar. Se disuelven las gentes y los pueblos, me sumerjo, converso. Me despido mil veces cuando se agota el tiempo y hay que salir.

Ahora mismo estoy lejos, doy piruetas como una isabelita medioluto, recién vaciada en la cubierta del bote. Por eso busco versos de mujeres que hablan del mar, como conchas raras que quiero poner en un frasquito de vidrio. ¿Qué más se puede decir de esa ondulación? Como el amor, el mar es un lugar común. Pero al amor le sobra una letra. Al amor le falta el orden que tiene la palabra mar. Son escasas las rutas para entrar y salir de ahí. La poesía es una de ellas.

No ad for you

Si le interesa seguir leyendo sobre El Magazín Cultural, puede ingresar aquí 🎭🎨🎻📚📖

Por Julia Díaz Santa

Conoce más

Temas recomendados:

Ver todas las noticias
Read more!
Read more!
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.