Otro Mundial (opinión)

Desde 1930 hasta 2018 han pasado 21 Mundiales. (En el 42 y en el 46 no hubo fútbol, hubo guerra). Quienes conciben el fútbol como fenómeno universal saben que la vida es distinta cada cuatro años: caramelos, rituales, mercadeo, política, banderas, escudos, canciones.

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Juan Carlos Rodas Montoya
10 de julio de 2018 - 08:40 p. m.
El alemán Gerard Muller, a punto de impactar la pelota y de anotar el segundo gol de su equipo en la final de la Copa del Mundo de 1974. Con este gol, Alemania fue campeón al vencer a Holanda en Munich.  / Archivo
El alemán Gerard Muller, a punto de impactar la pelota y de anotar el segundo gol de su equipo en la final de la Copa del Mundo de 1974. Con este gol, Alemania fue campeón al vencer a Holanda en Munich. / Archivo
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El fútbol es el único sitio donde me gusta que me engañen.

César Luis Menotti.

Cada cuatro años hay magia, esperanza y hay menos suicidios, pero, paradójicamente, se incrementan los divorcios. Paradójico porque actualmente son los hombres los que los solicitan. ¿Algo ha cambiado de un Mundial al otro? El balón es de un material distinto, las camisetas son más livianas, hay un VAR en el que no se puede tomar nada y hay más negocios alrededor de cada partido. Además, los micrófonos, las cámaras, los drones y la luz son “inteligentes”. Es posible que los periodistas no se tengan que desplazar hasta Rusia para vender los cupos de publicidad y narrar los partidos.

La FIFA tendrá más plata y, por ende, habrá más posibilidades de corromper espíritus y almas frágiles. Sin embargo, todas estas mentiras pasan a un segundo plano cuando uno ingresa a un estadio para ver a su selección o a la selección de sus amores ajenos. O, mejor, cuando se prepara la sala de estar para ver el Mundial a través del televisor o, mejor, cuando se compra el transistor para escuchar las narraciones de cada partido o, mejor, cuando se completa el álbum de caramelos o, mejor, cuando se compra la camiseta de la selección o, mejor dicho, ninguna mentira es tan soportable como la mentira que sucede cada cuatro años por su poder de convocatoria.

Todas las transformaciones mundialistas quedan justificadas porque parten de la promesa de que este año sí: sí haré la polla, sí me sentaré a ver todos los partidos, sí pediré permiso al jefe para ver únicamente los de Colombia, sí saldré a jugar después de los partidos, sí usaré los gerundios de manera adecuada, sí me peinaré como los jugadores de este Mundial, sí mejoraré mi carácter, sí voy a leer el libro que he aplazado desde hace tres años; sí visitaré a los enfermos, sí comeré ensalada, sí me tomaré la sopa, sí y sí. Promesas que suceden únicamente cada que hay un Mundial.

¿Por qué? Cada cuatro años los seres humanos nos convertimos en otros, hay mayor sentido de la solidaridad, el mundo se paraliza, sale a vacaciones y la guerra pasa a un segundo plano; la violencia y los problemas son más llevaderos, es decir, vivir es cuestión del Mundial. Más mentiras, pero qué importa si son engaños que ayudan a soportar y soportarnos; hay más amistad, más sonrisas, más tranquilidad en el espíritu y cada arma se convierte en un instrumento solitario porque pervive la conversación sobre lo que pasa en cada partido. Al final, todos nos abrazamos porque asistimos a otro Mundial y queda la esperanza del próximo. ¿Estaremos?        

rayuela138@hotmail.com

Por Juan Carlos Rodas Montoya

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