El Magazín Cultural

Pablo Posada Pernikoff:"Cada ser humano se relaciona con la materia"

El artista español Pablo Posada Pernikoff inaugura el próximo 28 de septiembre su obra “Luz manantial” en el Museo Mercedes Sierra de Pérez “El Chicó”.

María Alejandra Santamaría Vargas
26 de septiembre de 2017 - 11:10 p. m.
Mauricio Velez
Mauricio Velez

Hablar con Pablo Posada Pernikoff,es encontrarse de frente con la sabiduría y los conocimientos que brindan numerosos años de estudios y viajes, que le han otorgado a este hombre una visión de mundo única, la cual lleva consigo y plasma en sus obras y sus palabras.

Pablo ha estudiado ingeniería, matemáticas, diseño industrial y bellas artes, a la vez que estos estudios lo han llevado a vivir en Colombia, Canadá, Italia y Japón, país en el que por más de dos décadas se asentó y el cual dejó hace cinco años, al vender su apartamento, empacar sus pertenencias en cajas y dedicarse a viajar y exponer por todo el mundo, adoptando como propias las casas de sus numerosos amigos que lo reciben en cada destino, haciéndolo sentir en cada ocasión que ha llegado a un hogar nuevo.

Como él mismo lo expresa, su cercanía a las matemáticas y la física le otorgaron un séptimo sentido que lo ha hecho fascinarse por la naturaleza y la manera en que todos sus elementos funcionan internamente, generando fenómenos muchas veces imperceptibles para el ojo humano de forma instantánea, pero que con el tiempo marcan y transforman el ambiente que nos rodea. El envejecimiento natural de los materiales del ambiente, tales como la madera de los árboles, el cemento de los andenes que transitamos, la oxidación del hierro en las rejas que circundan propiedades y el musgo que comienza a crecer en las piedras, son las pasiones de Pablo. Pero su concentración no va hacia el producto final, hacia mostrar las consecuencias del paso del tiempo, sino por el contrario, a hacer evidente al tiempo en sí, capturando a través de los materiales que utiliza el momento presente en el que numerosas fuerzas están actuando sobre todos los elementos de la tierra, transformándolos irrevocablemente, mostrando su pasado y comenzando a insinuar el que será su futuro.

Una maravillosa mezcla entre ciencia y el espíritu de la naturaleza, ese que lo seduce por completo y que ha encontrado una manera de apreciarlo más de cerca desde los puntos de vista de las comunidades indígenas de la Amazonía colombiana y la Isla de Borneo en Asia, con las cuales ha compartido y ha aprendido a admirar y envidiar su profunda cercanía y conexión con la tierra.

El interés que atraviesa todas las obras de Pablo es el mismo, lograr hacer tangibles y visibles esos movimientos constantes e infinitos de las fuerzas naturales sobre todas las materias. Pero más allá de la teoría que lo apasiona y con la cual conversar con él se convierte en un viaje hacia nuevas perspectivas del mundo, lo que busca con su arte es mover alguna de las fibras de sus espectadores.

Cada una de sus piezas, las cuales evidencian trazas del tiempo, la captura de un instante con todo lo que implica a través de materiales como el vidrio, el papel, el oro, el café y técnicas como el relieve y la manipulación del vidrio, buscan que el espectador sienta algo, que se emocione, se tranquilice, se sienta exaltado o llamado a la calma, poniendo en evidencia otra de las fuertes creencias de Pablo en su vida y obra: cada ser humano se relaciona con la materia más allá de un nivel de utilidad, se relaciona con los objetos a un nivel emocional. Es por esto que tenemos objetos que pueden estar viejos y desgastados, pero que nos negamos a desechar pues están en nuestras vidas por algo más que un fin útil. En el caso de Pablo, sus objetos favoritos y los que le hablan profundamente a su alma son cuatro aretes y dos anillos que carga siempre, en su cinturón y su bufanda, que le recuerdan memorias de muchos lugares visitados y de culturas de las que aprendió, y que se han convertido en una suerte de casa móvil para este nómada.

De igual modo, para Pablo, entre los humanos y los objetos se establece un lenguaje único. Es por esto que no encarga nada de su obra, más allá de soportes o estructuras, y todas sus piezas son trabajadas por su propia mano. Para él es esencial sentir la materia y establecer una conexión con ella que es la que dictamina la manera en que será el resultado final. Sus trazos, emulando como ha sido en buena parte su vida, no salen de un plan predeterminado y estricto, sino que se dan de manera espontánea, cuando el artista escucha lo que la materia tiene por decirle y deja que su mano se deje guiar por estos mensajes.

Sus viajes además lo han llevado a adoptar diferentes estudios de trabajo, siempre prefiriendo los estudios de artesanos y maestros por encima de los talleres artísticos, ya que estos trabajadores de la materia lo alejan de los dictámenes del arte y de la necesidad de ubicar a la obra en un pedestal, y le permiten una conexión más real y sincera con su sustrato de trabajo. Por ejemplo, en Bogotá, trabaja en el taller de un maestro vidriero que no sabe de arte pero lo sabe todo sobre este material. Esta conexión con las personas, el compartir que tiene con estos artesanos a través de conversaciones sazonadas por cerveza, vino y café, es también una fuente enorme de conocimientos e inspiración para el artista,  

“Luz manantial” la exposición que inaugura el próximo jueves 28 de septiembre en el Museo Mercedes Sierra de Pérez “El Chicó” en Bogotá, es su retorno a exponer en un museo nacional luego de cinco años, y precisamente, reúne alrededor de 60 de las piezas que ha realizado en el último quinquenio. Para Posada, la casona en la que se instala este Museo es el lugar ideal para que su obra sea expuesta, pues los materiales de los que se compone le hablan elocuentemente. Cada crujir de la madera, el desgaste de la piedra y, la naturaleza que rodea al lugar dice mucho sobre todos los años que han pasado por ella y la historia que aquí se ha vivido. El propio lugar forma entonces una conexión con su obra, sus motivaciones y sus anhelos. Además, al ser un espacio no comercial, se une al que para él debería ser el objetivo de todos los artistas: crear cultura y brindar un placer estético a la audiencia.

El montaje y la manera en que el público podrá ver la exposición hasta el 16 de noviembre se convierte en sí en una nueva obra que Pablo está montando con un pequeño equipo, en donde de nuevo, los planes se desechan a favor de lo orgánico y por tanto, el diseño se ha hecho con base a la generosidad en el espacio que ha brindado el Museo y la manera en la que cada lugar le ha hablado al artista sobre cómo debe ser utilizado, buscando siempre la simbiosis con las obras para que las piezas puedan transmitir y emocionar al público.

Con respecto al nombre de esta nueva obra de arte y en referencia al título de este artículo, a Posada no le gusta la titulación de su trabajo por el riesgo en el que puede incurrir al sugestionar al espectador, por lo que “Luz manantial” era el nombre perfecto, pues suena a algo que a la vez no es nada y brinda el espacio para que el púbico, que es el engranaje final de esta pieza artística, le de una nueva vida con sus observaciones y percepciones.

Tal como este artículo, que podría pretender ser crónica, ser más que una reseña o un comentario sobre lo agradable de compartir un café y una conversación con este artista; pero finalmente es una invitación a que se adentre en la mirada única de Pablo Posada Pernikoff, se deje maravillar como él por los inagotables e infinitos movimientos de la naturaleza, y visite “Luz manantial” desde el 28 de septiembre y hasta el 16 de noviembre en el Museo “El Chicó” en Bogotá (Carrera 7 # 93 – 01), para que saque sus propias conclusiones de estas obras en las que el instante y sus posibilidades, se encapsulan.

Por María Alejandra Santamaría Vargas

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