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Tuvo un abuelo que trajo al mundo 60 hijos y del que aprendió su amor incesante por las mujeres. Tuvo otro abuelo que había perdido dos dedos y medio y que sin embargo, le prodigaba caricias como si tuviera la mano completa. De ese aprendió cómo se toca con la mirada y con todo el cuerpo. Vivió ocho años en Francia, adonde se fue detrás de su amor, Margarita, con la que descubrió lo insondable, extraño e incomprensible del deseo femenino. Y sufrió de insomnio quizás por las exigentes clases a las que asistía con Focault, Ronald Barthes y Gilles Deleuze quienes lo introdujeron al que sería el gran tema de su vida: el deseo. Estos meros detalles de la vida del escritor mexicano Alberto Ruy Sánchez podrían estar unos párrafos más abajo, de no ser porque de ellos han nacido sus historias, porque en ellos está la génesis de su escritura.
Su primera novela, Los nombres del aire, nació después de un viaje a Marruecos, a la ciudad de Mogador. Un día, cuando estaba recostado en una recóndita playa junto a su mujer, vio trastocado llegar a un grupo de 20 jovencitas tapadas desde el copete hasta los pies, que tan pronto pisaron la arena empezaron a desnudarse, sin vergüenza alguna de sus pubis depilados y sus tatuajes de henna para divertirse en la playa. “Yo estaba fascinado, asustado, inquietísimo. Entiendes que no entiendes nada, que siempre hay algo inesperado en las realidades y que en este mundo árabe donde la calle es de los hombres y los cafés y la vida social es masculina, hay un mundo de las mujeres, uno que yo quería descubrir”, comenta el escritor, quien logró retratar entre poesía y novela un amor entre dos mujeres que podía tener lugar en cualquier ciudad del mundo. Para sus lectores, el relato se convertiría en un verdadero tratado sobre el deseo femenino.
Luego vendría la revancha. Era el momento de los hombres. Su siguiente novela Los labios del agua contó la historia de un joven que iba en busca de la casta de los sonámbulos, no precisamente una raza, ni un club, más bien una condición que algunos tienen y que en momentos se exacerba. La condición de ser hipersensible al deseo. “Esta segunda novela tuvo mucho de autobiográfica, quería preguntarme por qué nos enamoramos, por qué deseamos a quien lo hacemos y quién logra sorprendernos”, confiesa este mexicano que además se ha desempeñado como editor de la afamada revista Artes de México.
El embarazo de su mujer y las quietudes sexuales propias de las parejas que ha compartido durante años, lo llevó a escribir Los jardines secretos de Mogador. La ciudad marroquí volvía a aparecer como telón de fondo y tras cinco años de escuchar a cientos de mujeres embarazadas, de ser su confidente y adentrarse con permiso en sus vidas privadas, creó una historia en la que una mujer embarazada está segura de que para que su marido aprenda a leer los deseos de su cuerpo, es necesario que aprenda a leer los deseos del mundo. Así es como le pide que como condición para poder intimar, cada noche le cuente historias sobre los jardines secretos de la ciudad. “El requerimiento de mi personaje era que no se podía inventar nada, así que me sentí en la necesidad de encontrar pasiones excéntricas reales que transformaran vidas y crearan paraísos provisionales”.
Vendrían dos novelas más, Nueve veces el asombro y La mano del fuego, ambas fruto de una fascinante experiencia: “Cuando estábamos viajando en el desierto antes de llegar a Mogador, divisamos un grupo de árboles que estaban llenos de manchas negras que parecían buitres, luego cuando nos acercamos nos dimos cuenta de que en realidad, lo que estaba sobre las copas eran cabras, que se subían para poder conseguir alimentos”, cuenta el escritor. Y añade: “Lo que era excepcional y poético para mí, para el conductor eran cosas de todos los días y ahí me di cuenta de que mi labor como poeta era esa, encontrar lo excepcional en lo que no parece serlo”.
Esa ha sido su filosofía desde entonces, la filosofía de Ruy Sánchez. “Para continuar con esa mujer que se ama, para seguir deslumbrando en el trabajo, para seguir escribiendo poesía, lo que hay que hacer es encontrar las cabras en los árboles”.
El escritor mexicano participará en las charlas de El elogio de la lectura, el miércoles a las 6:30 p.m., en el Centro Cultural García Márquez.