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Parranda vallenata por “Cien años de soledad”

En Barcelona se adelantó la celebración del 50º aniversario de la publicación de esta novela de la mejor forma posible, el pasado 26 de mayo.

Isabel-Cristina Arenas

01 de junio de 2017 - 08:00 p. m.
El 26 de mayo, Barcelona celebró el 50º aniversario de “Cien años de soledad”. / Cortesía Casa América de Cataluña
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El próximo 5 de junio se cumplirán cincuenta años de la publicación de Cien años de soledad y en Barcelona se adelantó la celebración. Los escritores Daniel Samper Pizano y Sergio Álvarez fueron los maestros de ceremonia y, sentados en el escenario junto a los músicos —acordeón, guacharaca, caja y voz—, hablaron de la relación del vallenato con la obra de García Márquez. Lo primero que dejaron claro es que no sería una charla sobre literatura, sino una fiesta intervenida por comentarios sobre la obra del autor, y segundo, que en las parrandas no se bailaba.

Daniel Samper, con su humor característico, comentó las reglas de una parranda: se supone que no debe tener muchos invitados, 5 o 20, y esa noche había más de cien; es recomendable usar sombrero vueltiao, pero los cantantes llevaban gorras deportivas; se debe comer chivo o sancocho, y en la tribuna había salchichón. Finalmente dijo que la botella de whisky no podía faltar, y en eso sí se cumplía la regla. Los asistentes estaban felices con la posibilidad de celebrar a Colombia en Barcelona, con el orgullo que se siente cuando relacionan al país con el nombre del nobel de literatura. “Cien años de soledad tiene sentido de propiedad y así alguien no lo haya leído lo siente suyo”, comentó Sergio Álvarez.

García Márquez llegó a Barcelona, junto con su familia, el 4 de noviembre de 1967, y aquí viviría hasta 1973. Vino huyendo de la fama que lo perseguía, buscaba volver a escribir después del gran éxito de su obra, además de seguir el rastro de uno de los personajes más recordados de su libro: el sabio catalán, inspirado en el escritor Ramón Vinyes. En el barrio Sarria, en la calle Caponata, vivió con tranquilidad bajo la protección de Carmen Balcells, la agente literaria fallecida en 2015, también representante de José Donoso, Carlos Fuentes, Pablo Neruda y Mario Vargas Llosa, entre muchos otros. “Fue un tiempo de cambios para él, de pobre a rico, una celebridad mundial que se mantenía con lo que producían sus libros”, comentó Sergio Álvarez. En esta ciudad escribió El otoño del patriarca.

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La parranda se organizó en una tarima al aire libre frente de lo que será en un futuro la Biblioteca Gabriel García Márquez, en el barrio Sant Martí. El lugar —cuatro plantas, 3.000 metros cuadrados y 40.000 volúmenes— tendrá como especialidad la literatura hispanoamericana y los usuarios podrán ver uno de los 2.902 ejemplares de la primera traducción al catalán, Cent anys de solitud, por Tísner (Avel·li Artís-Gener), amigo del escritor. Este evento fue una iniciativa de Casa América de Catalunya y contó con el apoyo del Ayuntamiento de Barcelona y el Consulado de Colombia.

Daniel Samper recordó que en una parranda a la que asistió con García Márquez, el escritor se levantó y cantó una línea de La diosa coronada, de Leandro Díaz: “En adelanto van estos lugares, ya tienen su diosa coronada”, y con esta canción, que es epígrafe de El amor en los tiempos de cólera, comenzó la parranda en Barcelona. La gente del público quería bailar, se notaba en el ambiente. Sergio Álvarez dijo que si algo nos enseñó García Márquez era a ser libres, y en la segunda canción, La custodia de Badillo, de Rafael Escalona, ya muchos bailaban.

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También sonaron La celosa, de Sergio Moya Molina; El viejo Miguel, de Adolfo Pacheco; La gota fría, de Emiliano Zuleta Baquero, y General Dangond, de Rafael Escalona. En total fueron once vallenatos que animaron la noche. El amor fue el gran tema del nobel, comentó Samper, y la parranda terminó con El amor, amor, de autor anónimo. “García Márquez es un símbolo, condensa toda la historia de nuestro país. Nosotros no nos hacemos con libros, sino con música, y él se hizo con vallenatos”, comentó Sergio Álvarez.

“Cuando yo conocí el vallenato era un sacrilegio bailarlo, pero se comenzó a bailar y qué le vamos a hacer, por lo menos que aprendan a hacerlo bien”, dijo García Márquez en una entrevista con Ernesto McCausland, y eso hicieron los asistentes a la celebración de esa noche en Sant Martí; al principio algo tímidos, bailando en medio de las sillas, y al final todos frente a la tarima. Una parranda puede durar horas o días, había dicho Daniel Samper al principio de la charla, y la mejor canción de la parranda fue “el vallenato de 400 páginas”, como describió García Márquez a Cien años de soledad, que acababa de cumplir sus primeros cincuenta años. Felicidad, nostalgia y baile.

Por Isabel-Cristina Arenas

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