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Una apuesta por el mito literario de México


Rodrigo Prieto, director y fotógrafo mexicano, nominado al Óscar en varias ocasiones, quiso asumir el riesgo de llevar el realismo mágico a Netflix el próximo 6 de noviembre. “Pedro Páramo”, quizá la obra cumbre de la literatura mexicana, fue adaptada por este director y su equipo, en un intento por hacerle una oda a Juan Rulfo y su genialidad.

Juliana Vargas - @jvargasleal

06 de noviembre de 2024 - 09:00 a. m.
Escena de Pedro Páramo, la película de Rodrigo Prieto que se basa en la novela de Juan Rulfo.
Foto: Netflix
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“Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo”. Así comienza la novela Pedro Páramo, a través de la voz de Juan Preciado, de quien pensamos que habla en primera persona y en presente. Hay quien dice que esta novela explora la temática de volver a los orígenes, que es una novela sobre el regreso al hogar. Pero acá no hay hogar al cual volver. Comala se ha ahogado en lluvia, barro y, sobre todo, susurros. Susurros de las personas que vivieron en Comala y que, después de muertas, todavía caminan sobre el pueblo, le hablan a Juan Preciado y lo acogen en sus casas. “Oigo voces”, le dice Juan Preciado en más de una ocasión a las personas con las que se encuentra, que no son más que otros muertos.

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Hay otros que dicen que la búsqueda del padre es el tópico central de la novela, principalmente porque motiva el viaje de Juan Preciado a Comala y porque, mientras avanza la historia, más se acerca el lector al personaje de Pedro Páramo. Sin embargo, si la sangre de Pedro Páramo está hecha de plomo, la de Juan Preciado está hecha de vacíos y murmullos que se cuelan por entre los huesos hasta, literalmente, matarlo de miedo. Juan Preciado es tan solo un resultado colateral de un negocio de su padre, que se casó con Dolores Preciado para, sencillamente, saldar deudas, y más que encontrar a su padre, lo que encuentra Juan Preciado es su propio fin. Si acaso, Pedro Páramo es la reversión de este tópico, en el que el padre ha muerto y, con él, el paraíso, que ahora es apenas un infierno yermo.

Ciertamente, Comala puede considerarse como el pueblo que alguna vez fue el paraíso. Dolores Preciado lo recuerda de la siguiente manera: “Ver subir y bajar el horizonte con el viento que mueve las espigas, el rizar de la tarde con una lluvia de triples rizos. El color de la tierra, el olor de la alfalfa y del pan. Un pueblo que huele a miel derramada”. Comala era una tierra siempre fecundada por la lluvia: “Fulgor Sedano sintió el olor de la tierra y se asomó a ver cómo la lluvia desfloraba los surcos”. Cuando Juan Preciado llega a Comala, el pueblo se ha convertido en un Averno y la lluvia en desdicha: “El agua que goteaba de las tejas hacía un agujero en la arena del patio. Sonaba: plas plas y luego otra vez plas en mitad de una hoja de laurel que daba vueltas y revueltas metida en la hendidura de los ladrillos. Ya se había ido la tormenta. Ahora de vez en cuando la brisa sacudía las ramas del granado haciéndolas chorrear una lluvia espesa, estampando la tierra con gotas brillantes que luego se empañaban”.

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Pedro Páramo | Tráiler oficial | Netflix

Pedro Páramo es entonces la historia de la erosión que viene después de la tragedia. “Es un rencor vivo”, dice Abundio Martínez sobre Pedro Páramo. Esta novela es la historia de un rencor tan fuerte que traspasa la misma muerte y sobrevive en los muertos que todavía recuerdan su paso por Comala. Es el rencor que surge en forma de pena y murmullos.

Es la historia del amor no correspondido de Pedro Páramo y toda la destrucción que le sigue: “Pensaba en ti, Susana. En las lomas verdes. Cuando volábamos papalotes en la época del aire. Oíamos allá abajo el rumor viviente del pueblo mientras estábamos encima de él, arriba de la loma, en tanto se nos iba el hilo de cáñamo arrastrado por el viento. ‘Ayúdame, Susana’. Y unas manos suaves se apretaban a nuestras manos. ‘Suelta más hilo’”.

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Pedro Páramo es la historia del cacique que mató y destruyó porque perdió a la única persona que amó. Susana San Juan es el principio y el fin del cacique que tornó el paraíso en infierno.

Esa es la visión de Rodrigo Prieto, el director de la película que se estrenará en Netflix el 6 de noviembre y explorará la obra cumbre de Juan Rulfo, publicada en 1955. A lo largo de la película, quiso explorar de dónde había surgido la maldad de Pedro Páramo y cuándo fue que la inocencia se tornó en caciquismo tiránico. La genialidad de Juan Rulfo reside en la conjunción de escenas costumbristas con secuencias líricas, en forma de drama de estaciones, pasando de Juan Preciado a Pedro Páramo y viceversa. De forma análoga, Rodrigo Prieto quiso contar la historia de manera concéntrica, produciendo la película como si fuera el rompecabezas que creó Juan Rulfo al escribir la novela, haciendo partícipe al lector para unir las piezas. Y esto, porque el tiempo no es lineal, sino circular. Comala puede ser interpretado como el pueblo que se somete al cacique que, con poder ilimitado, decide qué será de sus habitantes. Pedro Páramo es el hombre que, al no obtener lo que quiere, se vuelca sobre los demás para saciar el vacío de su corazón, matando a quienes lo contradicen y haciendo de las tierras lo que desea. Es el tropo del hombre que piensa que nunca recibió el amor que merecía y, cuando pensó que lo tendría, el destino se lo arrebató. Pedro Páramo es la historia de Latinoamérica, que se repite como si fuera una condena.

Rodrigo Prieto, con ayuda del actor Manuel García-Rulfo, cuyo árbol genealógico remite al mismísimo Juan Rulfo; Nicolás Aguilar, con quien comparte la dirección de fotografía, y Mateo Gil, el guionista que alguna vez quiso dirigir esta película, cree que puede darle una nueva perspectiva a uno de los mitos literarios de México. Quiere mostrar la diferencia que hay entre el Comala luminoso, verde y lleno de vida con el barro en el que se ha derretido luego de la muerte de Pedro Páramo. Quiere mostrar la influencia que ejerció Susana San Juan sobre el villano que pudo no serlo. Quiere mostrar la historia de amor y rencor que se entremezclan entre los muertos de Comala que todavía le susurran a Juan Preciado desde el otro mundo.

“Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo”, le dice Juan Preciado a Dorotea desde la tumba que comparten mientras, afuera, la lluvia cae hasta agujerear los patios y los ladrillos. De todos los muertos que sintió Juan Preciado en Comala, no se topó precisamente con el que quería ver. Sin embargo, las gotas aún hacen “plas, plas” afuera, siempre disciplinadas, siempre constantes, hasta borrar el recuerdo de Comala. “Plas, plas”, hacen las gotas, “plas, plas”, es Pedro Páramo llorando. “Quiero pensar que Rulfo nos sigue acompañando”, dijo Rodrigo Prieto en una entrevista reciente. Quizás así sea, quizá lo pueda sentir a través de la lluvia.

Por Juliana Vargas - @jvargasleal

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