En el comunicado de prensa del Festival de Poesía (FIP) de Granada dice: “Bonnett es hoy una de las autoras latinoamericanas más leídas y admiradas en España. Su presencia marca un hito en la historia del FIP y subraya el papel central que la poesía iberoamericana desempeña en esta cita literaria ya consolidada como una de las más importantes del mundo hispano”. Hablemos de lo que piensa y siente al ser un referente, o una figura cada vez más visible, en un país mucho más acostumbrado a la lectura y escritura de literatura…
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Últimamente he tenido dos sorpresas: que soy muy leída aquí y muy leída en México. Se me ampliaron esos dos territorios. Me parece más natural que ocurra en México que en España, que siempre ha sido un poquito refractaria a lo nuevo latinoamericano, con excepción del ‘Boom’ y, por supuesto, de autores hiperconsagrados. En este país el fervor por la poesía es enorme. Por ejemplo, estuve ahora en unas jornadas en la Universidad de Salamanca, que son las que se hacen con el poeta que ha ganado el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, y estaba repleto de gente entusiasmada. Ayer, en el Festival de Poesía de Granada, había 500 personas. Primero leyeron otros dos poetas, uno español y uno uruguayo, y luego yo fui la figura central, por lo del Reina Sofía. Me entrevistaron y leí. Mira, la gente no se paró, estaban todos ahí completamente conectados. Aquí hay una tradición poética muy importante.
Nuestro interés comparado al de ellos, ¿es mucho menor?
Sé que Colombia es uno de los países latinoamericanos donde hay más interés por la poesía. Yo creo eso. Pero en España hay una cosa muy interesante en relación con la tradición poética. Estuvimos en el huerto de San Vicente, en la casa de veraneo de la familia García Lorca, y una actriz que, al parecer, es muy famosa aquí, leyó un poema y luego un cantaor cantó las canciones de Lorca. Hay como una mística también. Granada es una ciudad que ha dado poetas enormes. Luis García Montero es de allá. Me parece que es gracias a que la poesía aquí está muy viva que a mí me pueden leer con ese interés.
Se lo pregunto porque usted está leyendo su poesía, pero se trata de versos escritos, sobre todo, en Colombia, un país latinoamericano acostumbrado a vivir sus tristezas y desgracias con violencia. No solo física, sino también moral…
Los españoles vienen de esa guerra civil que parece lejana, pero que les sigue resonando profundamente. Ahí hay un vínculo, hay muchos autores, como Almudena Grandes, que han recreado esa guerra. A pesar de que haya varias generaciones entre la guerra y ahora, no sé por qué creo que ha resucitado mucho el interés por este tema. Y creo que eso puede hacerlos más sensibles a la violencia colombiana. Además, mi poesía tiene también un gran espacio para lo íntimo: la familia, el padre, mi hijo, el duelo. Y esa poesía tiene la particularidad de tocar muchas almas de muchas maneras: a los que han sufrido, pero también, por ejemplo, a los estudiantes, que leen desde la curiosidad de lo que puede ser el dolor de una persona joven. Les interesa tanto lo uno como lo otro.
Ya que mencionó la Huerta de San Vicente, y que Federico García Lorca es una figura muy importante este año en el Festival de Granada, hablemos de su relación con la poesía de Lorca. ¿Qué piensa de este poeta tan referencial? ¿Cómo fue su encuentro con él?
Claro que pasé por Lorca cuando estudié. Él es un poeta vanguardista y, como poeta incipiente, me interesé mucho por las vanguardias. Venía de una idea de poesía muy tradicional, y fue en la universidad donde descubrí ese universo gigantesco de la poesía contemporánea. Oyendo las lecturas y al cantaor aquí, me dieron muchas ganas de volver a leerlo. Eso es lo que tienen estos encuentros: el lugar es emblemático y, aunque no puedo mentir sobre una relación constante con Lorca, sí me dieron ganas de revisitarlo. Fue como sentir de nuevo el deseo de abarcarlo todo, de ver de qué me perdí o qué no leí bien. Estar en su contexto, con esa efervescencia, despertó algo en mí.
Y sobre su Reina Sofía, ¿cuáles han sido las implicaciones de este premio? ¿Qué ha pasado con su obra, con la recepción, con lo que usted piensa de su propia poesía?
Los premios siempre generan un poco de incredulidad. Uno se pregunta: ¿sería yo realmente merecedora de esto? Porque hay poetas mayores, maravillosos, que podrían ganarlo. Ganamos dos latinoamericanas seguidas: Gioconda Belli y yo. Eso habla también de un equilibrio que busca el jurado, creo yo. Me siento afortunada, somos tres mujeres las últimas ganadoras, lo cual es casi un milagro si uno mira el historial del premio. El 90 % han sido hombres. Es un síntoma de cambio de mentalidad, de apertura, de deseo de reivindicación. Desde afuera, cambia la consideración que se tiene de una. Todos los libros llevan ahora la cintilla que dice que soy Reina Sofía, y eso llama la atención. Para mí, es una ratificación, un aval. Me dicen: “Lo que ha hecho usted es importante”. Me da seguridad, alegría. Acabo de sacar un libro, “Los hombres de mi vida”, que es de poemas, y salió la semana pasada en España. Todo esto se multiplica gracias al premio, pero también se me dificulta el tiempo. Hay muchos compromisos, y yo tengo que cuidar mis tiempos de reflexión, lectura y escritura.
En la Feria del Libro de Bogotá, el Magazín Cultural está impulsando un especial llamado “Cultura en titulares”: a cada autor que entrevistamos, le preguntamos si cree que la cultura y la literatura son un lente valioso para entender el mundo, cualquier tema, cualquier contexto…
La literatura, sobre todo la narrativa —la novela, el cuento—, tiene el poder de hablar desde lo particular. A la gente le encanta oír historias, y cuando lee, establece una referencia consigo misma. Hay un diálogo muy personal que interpela tanto como sujeto como ser social. Por ejemplo, acabo de leer la novela de Giuseppe Caputo. Él desafía a la sociedad, la pone contra la pared y visibiliza el tema gay de manera frontal, incluso agresiva. La literatura incomoda, rompe tabús. Habla de lo innombrable, pero también del poder, de las clases sociales, de la maternidad... temas neurálgicos tratados con osadía y lucidez. El ensayo y la novela son formas efectivas de acercarse a la realidad política y social. La poesía, además, tiene un poder de renovación muy impresionante: el lenguaje se pone a la altura de los tiempos. No escribimos como los poetas del siglo XIX o XX. Incorporamos elementos del momento. Eso permite abordar los grandes temas con pensamiento crítico y sensibilidad.
Usted será la protagonista del capítulo que presenta la tercera temporada de El refugio de los tocados, nuestro pódcast. Para basar la conversación sobre usted y la literatura, eligió “Una soledad demasiado ruidosa”, de Bohumil Hrabal, ¿por qué?
Son tantos temas de ese libro… Por ejemplo, la vejez, tratada con una ligereza hermosa, sin dramatismo. Dentro de la miseria del personaje principal hay una grandeza espiritual. Hrabal no necesitó 400 páginas para todo eso. Además, es un autor que no termina de ser leído ni conocido, no sé por qué. Cada vez que lo recomiendo, la gente queda maravillada, pero no es popular. Los medios y los intermediarios tienen mucho que ver. Por eso creo que los pódcasts y los espacios culturales deberían dejar de hablar de los mismos nombres y empezar a visibilizar joyas como esta. Me parece una idea fabulosa.