Publicidad

Pintar, sólo pintar

A los ochenta años recién cumplidos, el pintor colombiano recibió el jueves la Medalla de Honor del Senado francés.

Sigue a El Espectador en Discover: los temas que te gustan, directo y al instante.
Ricardo Abdahllah / París
31 de mayo de 2012 - 10:22 p. m.
Resume e infórmame rápido

Escucha este artículo

Audio generado con IA de Google

0:00

/

0:00

El marco es la celebración del Día de América Latina y el Caribe, una conmemoración establecida por el Senado francés en 2010, “año del bicentenario de las independencias”. Entre las personas que recibirán la Medalla de Honor del legislativo están el autor panameño y miembro de la Academia Francesa René de Obaldía y el artista plástico peruano Franklin Guillén, pero la figura central de la ceremonia es el artista colombiano Fernando Botero. “Es difícil siquiera presentarlo”, comenta el presidente del Senado francés, Jean-Pierre Bel, quien no ahorra palabras para hablar del honor que representa para el legislativo tener en su recinto a “uno de los diez pintores vivos más importantes del mundo”.

“Dicen eso, pero es cosa de gustos. Si a mí me lo preguntaran, no sé si me incluiría y no sé quiénes serían los otros nueve”, bromea Botero. Siempre se ha reconocido más admirador de lo clásico que de lo contemporáneo, y aunque acepta la admiración que sentía por Lucian Freud, dice que hace años no visita una galería. “Me la paso pintando. Desde que pueda, lo hago ocho horas diarias. A los ochenta años no he encontrado otra cosa que me apasione tanto en la vida y ya no creo que vaya a encontrarla”.

“París siempre ha estado ligada a la vida y la obra de Botero”, comenta Bel, quien recuerda que fue en el Grand Palais de la capital francesa en donde en 1977 se realizó la primera gran exposición de las esculturas del artista.

Respecto a la medalla que el Senado ha decidido otorgarle, Botero dijo: “Es un reconocimiento por el que estoy muy agradecido, aunque sin duda el más importante que me ha dado Francia fue la exposición de mis obras en los Camps Elíseos”, recuerda sobre la ocasión en la que en 1992 sus obras fueron expuestas sobre la más conocida de las avenidas de París.

La ceremonia está dedicada a la memoria de Carlos Fuentes, quien fuera embajador de México en Francia a finales de los años setenta “Fue un amigo muy cercano, lo vi cada vez que pude, la última vez hace apenas unos meses. Se merecía el Premio Nobel, pero como no se lo dan a un latinoamericano sino cada diez años, no alcanzó”, comenta Botero.

“Sin viajar es muy difícil”

“Disculpe que no me ponga de pie, pero acabo de llegar de Mónaco. Estoy mamado”, dice Botero la noche anterior a la ceremonia de entrega de la medalla. El principado, donde su escultura Adán y Eva ocupa el lugar más destacado en los jardines de la Ópera de la ciudad, se ha convertido en una de sus bases “Me he ido formando un calendario de trabajo”. dice. “La otra semana voy para mi taller de Pietrasanta, por unos meses estaré dedicado a la escultura y ni modo de tener en el mismo lugar las pinturas que trabajo. El trabajo de escultura produce un montón de polvo que se les pega a los cuadros. Y se necesita espacio. Allá en Pietrasanta tengo mil metros cuadrados”.

Para la pintura, Botero prefiere el sur de Francia y por unas semanas al año su estudio parisino. “Cada vez menos”, comenta, “París es una ciudad de la que no me puedo separar, pero ya con los años uno busca un poco de calorcito y en el sur de Francia siempre hay seis o siete grados más que aquí”. Entre quienes quieren fotografiarse con él y le piden un autógrafo, Botero no deja de mostrarse modesto, acepta a quienes se acercan e intenta recordar cuando le hablan de un cuadro que compró algún pariente lejano de su interlocutor. Algunos son hijos de personas que lo conocieron durante sus primeros años en la capital francesa.

“Cuando gané el Premio del Salón Nacional de Artistas en el 58, sabía que lo que tenía que hacer era viajar, ir a ver las pinturas originales. Era una buena plata en esa época, la hice rendir tres años”, recuerda Botero, para quien la experiencia del viaje sigue siendo insustituible a la hora de la formación de un artista.

“Uno nace en Colombia y los grande museos no están en América Latina, sino en Europa y en Estados Unidos. Hay que verlos. Eso es lo que desarrolla la imaginación y empuja a buscar la calidad. No veo cómo de otra manera se puede adquirir la visión que se necesita, sino estando cerca del arte. Puede que haya excepciones a esa regla, pero a mí me parece muy difícil”.

Entre las razones que lo llevaron a suspender el Premio a los Jóvenes Artistas que en una época llevó su nombre, está que precisamente ninguno de los ganadores invirtió el dinero en viajar para formarse “No fue lo único. Tampoco me gustó el tipo de trabajos que seleccionaron, pero sí es cierto que a los que lo ganaron, ese dinero les habría alcanzado para viajar un año o dos”.

A pesar de haber tenido pocos estímulos económicos en sus años de formación (“Le pedí una beca al Icetex y me la negaron”, recuerda), Botero insiste en que ese tipo de estímulos es necesario “La mayoría de artistas talentosos no vienen de familias acomodadas. Hay que ayudarlos y hay mucha gente que puede hacerlo. Yo al menos intenté darles una mano y es una lástima que las cosas no salieran bien”, concluye.

Por Ricardo Abdahllah / París

Conoce más

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscríbete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.