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Pixel es la representación del cruce de las artes con la imagen corporal para crear un mundo de poesía y sueños. Es una experiencia tridimensional que logra borrar los límites de la realidad a través de la combinación de la tecnología, la música, la danza y el arte.
En el escenario once bailarines son los encargados de dar vida a un experimento que mezcla la danza y el video mapping. Los cuerpos se integran con las imágenes que son proyectadas sobre la superficie, hacen que ellas se conviertan en una extensión de sí mismos, transformando así las nociones del tiempo, el espacio y los movimientos. Este es un diálogo del ser con la proyección digital.
La obra, dirigida por el coreógrafo Mourad Merzouki, fue creada en 2014 después de que el bailarín se reuniera con los productores Adrien Mondot y Claire Bardainne, conocidos colectivamente como Adrien M/Claire B Company. Su interés por combinar el mundo virtual y la realidad los llevó a encontrar un equilibrio entre las dos prácticas de manera que la danza y las representaciones inmateriales se complementaran entre sí.
“Más allá de las proyecciones de vídeo, deseé que la música de Armand Amar se detuviera en la coreografía y la imagen como una invitación adicional para viajar”, comentó Merzouki. Para él la energía de los interpretes se combina con la poesía que habita en los cuerpos de los bailarines.
Ese deseo por conversar entre el mundo sintético de proyección digital y el cuerpo real del bailarín, lo hizo mezclar estilos como el hip-hop, danza clásica y movimientos circenses en una misma propuesta, creando así una ilusión de profundidad con puntos y líneas proyectadas sobre el espacio, generando la sensación de constante movimiento en la escenografía.
Mourad Merzouki se caracteriza por eso, por explorar y arriesgarse a crear nuevas propuestas artísticas. Por mezclar diferentes estilos de danza y desarrollar su propio lenguaje contemporáneo. Su valor y talento ha sido reconocido en su Francia con el Premio SACD, además, es el segundo coreógrafo de hip-hop (con Kader Attou) en estar a la cabeza del Centro Coreográfico Nacional de Créteil. El bailarín francés habló con El Espectador.
¿Qué lo motivo a unir las nuevas tecnologías con la danza en la obra Pixel?
No podemos negar la importancia de lo digital en nuestra cotidianidad, y como artista la tecnología me cuestiona sobre la relación al espacio, sobre nuevas maneras de hacer mover a los bailarines. Después de ver el trabajo de Adrien Mondot y Claire Bardainne tuve ganas de crear una obra con esas limitaciones. Su trabajo limpio, minimalista, me fascinó e inmediatamente quise imaginar una coreografía en ese entorno 3D.
¿De dónde surgió el interés por llevar la danza del hip - hop a un nivel profesional?
El paso al teatro y a la danza hip- hop profesional están vinculados con grandes encuentros. Empezó con el encuentro de Jean Marie Bihl, quien dirigía el Teatro de Saint Priest, donde crecí, y quien nos vio hacer acrobacias un día en la feria del pueblo. Nos abrió las puertas del Teatro, yo tenía 17 o 18 años y nunca había pisado un teatro. ¡Acabo entonces en este teatro, con mis amigos de la época y llenamos la sala! Guy Darmet, director de la Maison de la Danse de Lyon, escuchó hablar de nosotros, fue a Saint- Priest y nos propuso, en 1994, hacer un espectáculo con grandes personajes de la danza como Bill T Jones y Alvin Ailey.
En términos generales, desde el principio tuve la voluntad de hacer evolucionar el hip-hop, de sacarla de la calle, de darla a conocer al mayor número de personas. Es la razón por la cual quise ser coreógrafo.
¿Por qué se interesó en la mezcla de estilos como hip-hop, danza clásica y movimientos circenses?
Al principio hubo resistencia, el hip-hop era considerado como una cultura de suburbios, una moda, un movimiento efímero. En la época con mis amigos, no teníamos cuatro camerinos, teníamos uno, teníamos servicios reducidos. Hoy en día, mirando hacia atrás, me digo que teníamos que pasar por ahí. Y a partir de ahí, el hip-hop hace parte del paisaje coreográfico francés y estoy convencido que es la danza que se exporta más por el mundo.
¿Qué ha sido lo más difícil de llevar danza urbana a escenarios donde antes solo se presentaban compañías de danza tradicional?
Quiero mostrar que el hip-hop puede servirle a una escritura coreográfica y que no solo están las «battles». Esta disciplina puede crecer dialogando con otras formas artísticas, puede tocar a todos los públicos.
Creo que, a escala internacional, la danza hip hop no es reconocida aún lo suficiente por las instituciones. Es necesario trabajar para que se dé este reconocimiento, por parte de los actores de la disciplina, pero sobre todo por parte de los que la acogen, que la apoyan, para cambiar su mirada hacia esta danza.