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                                                                                                                              Poemas para recordar a John Keats (Extractos literarios)

                                                                                                                              En febrero de 2021 se cumple el bicentenario del nacimiento de John Keats, uno de los principales poetas del romanticismo. Keats murió a los 25 años, edad en la que, a pesar de sentir que escribía a la sombra de los mejores poetas de tiempos anteriores, produjo sus textos más aclamados.

                                                                                                                              John Keats

                                                                                                                              John Keats falleció el 23 de febrero de 1821, en Roma.
                                                                                                                              Foto: Archivo particular

                                                                                                                              A la soledad

                                                                                                                              ¡Oh, Soledad! Si contigo debo vivir,

                                                                                                                              Que no sea en el desordenado sufrir

                                                                                                                              De turbias y sombrías moradas,

                                                                                                                              Subamos juntos la escalera empinada;

                                                                                                                              Observatorio de la naturaleza,

                                                                                                                              Contemplando del valle su delicadeza,

                                                                                                                              Sus floridas laderas,

                                                                                                                              Su río cristalino corriendo;

                                                                                                                              Permitid que vigile, soñoliento,

                                                                                                                              Bajo el tejado de verdes ramas,

                                                                                                                              Donde los ciervos pasan como ráfajas,

                                                                                                                              Agitando a las abejas en sus campanas.

                                                                                                                              Pero, aunque con placer imagino

                                                                                                                              Estas dulces escenas contigo,

                                                                                                                              El suave conversar de una mente,

                                                                                                                              Cuyas palabras son imágenes inocentes,

                                                                                                                              Es el placer de mi alma; y sin duda debe ser

                                                                                                                              El mayor gozo de la humanidad,

                                                                                                                              Soñar que tu raza pueda sufrir

                                                                                                                              Por dos espíritus que juntos deciden huir.

                                                                                                                              Read more!

                                                                                                                              Le sugerimos leer sobre sobre el totalitarismo que Fiódor Dostoyevski plasmó en su literatura: Fiódor Dostoyevski, un breve repaso del nihilismo al totalitarismo en su obra literaria

                                                                                                                              ¡Ten compasión, piedad, amor! ¡Amor, piedad!

                                                                                                                              ¡Ten compasión, piedad, amor! ¡Amor, piedad!

                                                                                                                              Piadoso amor que no nos hace sufrir sin fin,

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              amor de un solo pensamiento, que no divagas,

                                                                                                                              que eres puro, sin máscaras, sin una mancha.

                                                                                                                              Permíteme tenerte entero… ¡Sé todo, todo mío!

                                                                                                                              Esa forma, esa gracia, ese pequeño placer

                                                                                                                              del amor que es tu beso… esas manos, esos ojos divinos

                                                                                                                              ese tibio pecho, blanco, luciente, placentero,

                                                                                                                              incluso tú misma, tu alma por piedad dámelo todo,

                                                                                                                              no retengas un átomo de un átomo o me muero,

                                                                                                                              o si sigo viviendo, sólo tu esclavo despreciable,

                                                                                                                              ¡olvida, en la niebla de la aflicción inútil,

                                                                                                                              los propósitos de la vida, el gusto de mi mente

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              perdiéndose en la insensibilidad, y mi ambición ciega!

                                                                                                                              Canción de la margarita

                                                                                                                              Con su gran ojo, el sol

                                                                                                                              no ve lo que yo veo.

                                                                                                                              La luna, toda plata, orgullosa, pudiera

                                                                                                                              ocultarse igualmente en una nube.

                                                                                                                              Y al llegar primavera -¡oh, primavera!-es la de un rey mi vida.

                                                                                                                              Echada entre los brotes de la hierba,

                                                                                                                              acecho a las muchachas bonitas en su paso.

                                                                                                                              Miro por los lugares donde no osara nadie

                                                                                                                              y se fijan mis ojos donde nadie los fija,

                                                                                                                              y si la noche viene,

                                                                                                                              me cantan los corderos una canción de cuna.

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              Podría interesarle leer la reseña de “Vindictas”, una antología publicada en 2020 de veinte relatos de cuentistas hispanoamericanas: Las voces de la ira

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                                                                                                                              I

                                                                                                                              ¿Puede la Muerte estar dormida, si la vida es solo un sueño,

                                                                                                                              Y las escenas de dicha pasan como un fantasma?

                                                                                                                              Los efímeros placeres a visiones se asemejan,

                                                                                                                              Y aun creemos que el dolor más grande es morir.

                                                                                                                              II

                                                                                                                              Cuán extraño es que el hombre deba errar sobre la tierra,

                                                                                                                              Y llevar una vida de tristeza, pero que no abandone

                                                                                                                              Su escabroso sendero, ni se atreva a contemplar solo

                                                                                                                              Su destino funesto, que no es sino despertar.

                                                                                                                              John Keats falleció el 23 de febrero de 1821, en Roma.
                                                                                                                              Foto: Archivo particular

                                                                                                                              A la soledad

                                                                                                                              ¡Oh, Soledad! Si contigo debo vivir,

                                                                                                                              Que no sea en el desordenado sufrir

                                                                                                                              De turbias y sombrías moradas,

                                                                                                                              Subamos juntos la escalera empinada;

                                                                                                                              Observatorio de la naturaleza,

                                                                                                                              Contemplando del valle su delicadeza,

                                                                                                                              Sus floridas laderas,

                                                                                                                              Su río cristalino corriendo;

                                                                                                                              Permitid que vigile, soñoliento,

                                                                                                                              Bajo el tejado de verdes ramas,

                                                                                                                              Donde los ciervos pasan como ráfajas,

                                                                                                                              Agitando a las abejas en sus campanas.

                                                                                                                              Pero, aunque con placer imagino

                                                                                                                              Estas dulces escenas contigo,

                                                                                                                              El suave conversar de una mente,

                                                                                                                              Cuyas palabras son imágenes inocentes,

                                                                                                                              Es el placer de mi alma; y sin duda debe ser

                                                                                                                              El mayor gozo de la humanidad,

                                                                                                                              Soñar que tu raza pueda sufrir

                                                                                                                              Por dos espíritus que juntos deciden huir.

                                                                                                                              Read more!

                                                                                                                              Le sugerimos leer sobre sobre el totalitarismo que Fiódor Dostoyevski plasmó en su literatura: Fiódor Dostoyevski, un breve repaso del nihilismo al totalitarismo en su obra literaria

                                                                                                                              ¡Ten compasión, piedad, amor! ¡Amor, piedad!

                                                                                                                              ¡Ten compasión, piedad, amor! ¡Amor, piedad!

                                                                                                                              Piadoso amor que no nos hace sufrir sin fin,

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              amor de un solo pensamiento, que no divagas,

                                                                                                                              que eres puro, sin máscaras, sin una mancha.

                                                                                                                              Permíteme tenerte entero… ¡Sé todo, todo mío!

                                                                                                                              Esa forma, esa gracia, ese pequeño placer

                                                                                                                              del amor que es tu beso… esas manos, esos ojos divinos

                                                                                                                              ese tibio pecho, blanco, luciente, placentero,

                                                                                                                              incluso tú misma, tu alma por piedad dámelo todo,

                                                                                                                              no retengas un átomo de un átomo o me muero,

                                                                                                                              o si sigo viviendo, sólo tu esclavo despreciable,

                                                                                                                              ¡olvida, en la niebla de la aflicción inútil,

                                                                                                                              los propósitos de la vida, el gusto de mi mente

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              perdiéndose en la insensibilidad, y mi ambición ciega!

                                                                                                                              Canción de la margarita

                                                                                                                              Con su gran ojo, el sol

                                                                                                                              no ve lo que yo veo.

                                                                                                                              La luna, toda plata, orgullosa, pudiera

                                                                                                                              ocultarse igualmente en una nube.

                                                                                                                              Y al llegar primavera -¡oh, primavera!-es la de un rey mi vida.

                                                                                                                              Echada entre los brotes de la hierba,

                                                                                                                              acecho a las muchachas bonitas en su paso.

                                                                                                                              Miro por los lugares donde no osara nadie

                                                                                                                              y se fijan mis ojos donde nadie los fija,

                                                                                                                              y si la noche viene,

                                                                                                                              me cantan los corderos una canción de cuna.

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              Podría interesarle leer la reseña de “Vindictas”, una antología publicada en 2020 de veinte relatos de cuentistas hispanoamericanas: Las voces de la ira

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                                                                                                                              I

                                                                                                                              ¿Puede la Muerte estar dormida, si la vida es solo un sueño,

                                                                                                                              Y las escenas de dicha pasan como un fantasma?

                                                                                                                              Los efímeros placeres a visiones se asemejan,

                                                                                                                              Y aun creemos que el dolor más grande es morir.

                                                                                                                              II

                                                                                                                              Cuán extraño es que el hombre deba errar sobre la tierra,

                                                                                                                              Y llevar una vida de tristeza, pero que no abandone

                                                                                                                              Su escabroso sendero, ni se atreva a contemplar solo

                                                                                                                              Su destino funesto, que no es sino despertar.

                                                                                                                              Por John Keats

                                                                                                                              Ver todas las noticias
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