Cinco editoriales independientes renunciaron a la Cámara Colombiana del Libro: los representantes de Babel Libros, Cataplum Libros, La Diligencia Libros, Laguna Libros y Tragaluz Editores firmaron una carta en la que comunicaron su retiro. “La mayoría de editoriales independientes del país no están afiliadas a la CCL y las pocas que sí no estamos representadas por un gremio que privilegia los intereses comerciales. Por esta razón, mediante esta carta, renunciamos como afiliados a la Cámara”, escribieron.
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Según María Osorio, de Babel, esta decisión se tomó después de que se enteraran de que la Cámara despidió a Olga Naranjo, quien en ese momento era la directora de contenidos de la Feria del Libro de Bogotá, y a Juana Silva, coordinadora de contenidos infantiles y juveniles. En palabras de Osorio, “esa fue la gota que rebosó la copa”, pero las razones por las que decidieron hacerse a un lado tienen que ver, sobre todo, con que a ellos “la Cámara no los representa”.
“Los intereses de los editores independientes son muy diferentes a los de las multinacionales. Nosotros buscamos una vida más larga y sana. No solamente trabajamos para el mercado, pero nuestra opinión no importa”, dijo Osorio. Como ella, Felipe González, fundador y director de Laguna, renunció por “la desconexión” que, para él, hay entre la dirección de la Cámara y las editoriales independientes. La carta de renuncia no ha sido respondida por la Cámara del Libro. Su presidente, Enrique González, dijo que consideraba que esta había sido una medida apresurada y que hubiese preferido una discusión interna. Sobre esto, Felipe González respondió que “resentía” que aún no hubiese alguna respuesta, ya que era un acto de protesta, pero también una invitación al diálogo. “Con este silencio, lo que entiendo es que aceptaron la renuncia y listo. No hay interacción y por eso, justamente, renunciamos”.
Por su parte, John Naranjo, director de la editorial independiente Rey Naranjo, no renunció a la Cámara del Libro, pero tiene opiniones muy similares a las de Osorio y González. “Llegaron los tiempos de cambio. Hay un relevo generacional natural y un cambio en la dinámica editorial del país que también es normal, así que tengo la esperanza de que la Cámara, con su autorregulación, cambie”. Hay una crisis de liderazgo. La Cámara sin Feria del Libro no existe y esta pandemia les llegó como un golpe de alarma”.
Para estos editores, los despidos de Naranjo y Silva fueron determinantes. Estas medidas representan su queja: una fractura comunicativa y una falta de interacción clara. Según ellos, su desazón no tiene que ver con que no se les haya pedido autorización para despedir a las encargadas de contenidos de la Feria, sino con el hecho de que nunca se les comunicó ni tampoco se les dio una explicación sobre estas decisiones. Además de que desde 2018, año en el que Giuseppe Caputo renunció como director cultural, este cargo ha sido “muy susceptible”. Para ellos, la dirección cultural de la Feria del Libro de Bogotá representa la esencia de un proyecto en el que el libro no solamente es un producto que se vende.
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“La dirección de contenidos ha sido irrespetada sistemáticamente durante los últimos años. El recorte de las personas que estaban pensando los contenidos nos pareció totalmente contrario a lo que todos estábamos pensando. El Gobierno estaba sugiriendo que no echaran a la gente, pero lo primero que hicieron fue sacar a las de las ideas” concluyó Osorio, que también habló sobre la razón por la que cree que se tomaron estas decisiones. Su opinión es similar a la de varios integrantes del sector que se manifestaron en redes sociales sobre los despidos de Naranjo y Silva. Según ellos, para la Cámara del Libro no es importante la programación cultural de su Feria.
También se habló sobre la “tensión” entre la gestión de Sandra Pulido, directora de la Feria del Libro, y las personas que han ocupado la dirección cultural desde la salida voluntaria de Caputo.
“El 30 de abril me llamó Sandra Pulido y me dijo que como no iba a haber Feria este año y tampoco sabían si el siguiente, no iban a necesitar un director de contenidos, así que me despedían”, dijo Olga Naranjo, que se pregunta por qué, si era un asunto económico debido a la crisis por el nuevo coronavirus, no se intentó negociar con ella, Silva y los demás empleados que fueron despedidos. “¿Era mejor pagarnos la liquidación que explorar otras vías? No creo que esa fuera la única alternativa. Para mí el mensaje es claro: ellos no querían negociar”, dijo Naranjo para El Espectador.
Sobre la tensión mencionada entre Sandra Pulido y los directores culturales —una queja que se repitió entre varias fuentes consultadas para este texto—, Naranjo dijo que su relación con Pulido siempre fue cordial, pero que el ejercicio de poder fue constante. “Yo ya sabía cómo funcionaba la Filbo porque conocía a los que antes habían ocupado el cargo. Yo sabía que, por ejemplo, cuando Giuseppe (Caputo) fue director, ella no era la jefa, sino la gerente comercial, un cargo paralelo al de él. También sabía que cuando Caputo se fue y Andrea Salgado fue contratada, Pulido pasó a ser la directora de la Feria. Cuando yo entré me la presentaron como mi jefa, algo que me preocupó porque entendí que los contenidos no iban a tener independencia. Ella es una gran profesional en su campo, pero de literatura no sabe”, concluyó.
A este diario, Caputo le respondió sobre su relación con Pulido y su opinión sobre los despidos recientes en la Feria del Libro: “Sí creo que en los últimos dos años la gerencia de Sandra Pulido ha tratado de quitarle injerencia al cargo de director cultural. Me encanta que el Princesa de Asturias se lo hayan dado al Hay Festival y a la Feria del Libro de Guadalajara, dos eventos que priorizan sus contenidos culturales”.
Andrea Salgado, escritora, editora y docente, fue la persona que ocupó la dirección cultural de la Feria del Libro de Bogotá después de que Caputo renunciara. Cuando llegó, Sandra Pulido ya era la directora de la Feria. Según Salgado, debido a este hecho, su paso por la Filbo fue “amargo”. “Me despidieron porque ‘no sabía trabajar en equipo y no reconocía jerarquías’”, algo que para ella fue injusto: “Yo me quedé fría cuando me dijeron eso porque ¿cuál equipo? Si desde que comencé a trabajar me dejaron sola. A mí se me quitó el apoyo. Me decían que lo que yo proponía era demasiado ‘elevado’”, concluyó.
Por su parte, Sandra Pulido, quien entró a trabajar en la Feria del Libro de Bogotá en 2016, le dijo a El Espectador que “no hubo amenaza ni riña”. “Si algo he aprendido en mi vida profesional es que uno tiene que tener el mejor equipo de trabajo posible. Cuando tú estás rodeada de los mejores, logras las mejores cosas, así que no le tengo miedo a que alguien sepa más que yo de un tema. Cada cargo tiene un rol con el que nos complementamos”, además, dijo que su cargo no era netamente comercial, ya que atravesaba cada una de las áreas que hacían posible la Feria.
Sobre el cambio de rótulo de su cargo (antes era gerente de feria y ahora es directora general), dijo que la Feria del Libro de Bogotá hacía parte de un grupo de directores de ferias en el mundo, así que cuando comenzó a viajar a esas reuniones, se presentaba como la directora. “Con el paso del tiempo, Enrique González aprobó esa exposición mía porque ese cargo abría más puertas”, concluyó.
Desde que Enrique González, presidente de la Cámara Colombiana del Libro, fue contratado para presidirla, la Feria ha ido fortaleciendo su prestigio en todos los frentes. De $24.000 millones que se registraron en las ventas de la Feria de 2017, en 2019 la cifra ascendió a $27.000 millones. Con respecto a los visitantes, la curva también subió: de 400.000 personas que visitaron la versión de 2010, la Feria de 2019, en la que el invitado de honor fue Colombia por la celebración de los 200 años del bicentenario por la independencia, el número pasó a 605.000 personas. Las actividades académicas culturales y profesionales también aumentaron: en 2010 se realizaron 707, en la de 2019 fueron 1.850.
Sobre los despidos de Naranjo y Silva, González dijo que la junta directiva había decidido que en el segundo semestre de 2020 no participaría en ferias nacionales ni internacionales, ya que la imposibilidad para celebrar una feria del libro este año dejó una pérdida económica muy importante. Que estas medidas se debían, solamente, a un vacío económico. También aclaró que los cargos no fueron eliminados y que para la próxima feria presencial se contratará a un nuevo director de contenidos.
Con respecto al despido de Andrea Salgado prefirió no hablar: “No me gustaría explicar por qué fue despedida, solo podría decir que las cosas no funcionaban bien”.
Sobre las renuncias de las editoriales independientes, González cree que sus directivos “están equivocados” cuando aseguran que su opinión, dentro de la junta directiva, no cuenta: “Como seguramente no se aceptó lo que ellos decían porque la junta sesiona por mayoría, ahora dicen estas cosas. En la Cámara hay libertad para entrar y salir. Creo que en su conciencia sabrán si tomaron la mejor decisión para sus empresas”.
¿Qué opina sobre la queja generalizada de que en la Cámara del Libro y la Feria del Libro les están restando importancia a los contenidos?
Si alguien está enterado de lo que ha pasado con la Feria, sabrá que ha crecido mucho, para que ahora me cuestionen por sacar a una o dos personas. Cuando tengamos que preparar la próxima feria conseguiremos a los mejores que haya en el mercado para que se hagan cargo de los contenidos. Yo no soy nuevo en esto. No sé por qué, por ejemplo, Giuseppe Caputo cree que puede mandarnos desde afuera y por medio de sus redes sociales. Él ya no está en la Cámara y que no se meta, por favor. Es una cuestión de respeto. La Feria es 50 % de la Cámara y 50 % de Corferias, un socio al que también debo responderle.
¿Y sobre la tensión entre la gerencia comercial y la dirección de contenidos? ¿Por qué, por ejemplo, Sandra Pulido es la directora general?
Sandra Pulido es muy profesional. Además, mi comité de trabajo no es solamente con ella: todos los lunes van a mi oficina a rendir cuentas las personas de la Feria. Si ha habido errores en el manejo de los contenidos, yo los he palpado directamente. Me parece de mal gusto que traten de demeritar al equipo que está dentro de la Cámara.
La Cámara Colombiana del Libro es una empresa privada. Como lo aclaró su presidente, si alguien quiere irse, puede renunciar, y si hay alguien a quien ellos quieran despedir, también tienen libertad de hacerlo desde que paguen la indemnización si el despido es injustificado. Lo que comienza a volverse público y a despertar el interés general es que, como lo dijo Nicolás Morales, editor y miembro de la junta directiva, esta Cámara del Libro tiene una particularidad: la Feria del Libro de Bogotá está a su cargo. “Si yo fuese el presidente de la Cámara, dejaría que en el futuro el cargo de director general lo ocupara una o un intelectual. El proyecto cultural no puede estar subordinado al comercial. Eso solo pasa en Colombia”.