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Entre las treguas de la pandemia, con la ansiedad por desarrugar el entrecejo, la actriz María Simón logró que Madrid recobrara los rostros resplandecidos de la risa. Lo hizo con la obra Putos 30, en el teatro de La escalera de Jacob de la capital española, ante un público agradecido que la escogió la mejor monologuista de 2021 en una convocatoria de la revista MET Teatro. Ella dice que es bueno burlarse de sí misma, y que junto a Gerard Clúa en la escritura, encontraron en la incertidumbre de cumplir años un buen pretexto. Lo demás es su “libertad de ser payasa” que ella reivindica como el secreto de su ser.
Después de casi 400 presentaciones de Putos 30 en Europa, María Simón está de paso por Bogotá. Gracias a una alianza colaborativa entre la colectiva Radio Bestial y Malkoa Teatro, debutó el pasado 16 de junio en la Sala Gaitán, entre sonoros aplausos. En julio estará en el teatro R101 en el sector de Quinta Camacho. Ella admite que tenía dudas por ser su primera vez en América, y mucho más en la Colombia de García Márquez, donde mamar gallo es un arte. Pensó que no se iban a entender sus bromas españolas, pero poco a poco sacó sonrisas al exigente auditorio bogotano, que al final gozó sus irreverencias.
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María Simón resalta que su historial con la gracia empezó hace más de una década cuando se dio cuenta de que la gente se reía con ella. Llevaba varios años de formación como diplomada en interpretación musical en la Escuela Superior de Arte Dramático de Murcia, y como actriz y licenciada en arte dramático de la Escuela de interpretación Cristina Rota de Madrid, de aquí para allá en diversos montajes, hasta que recaló en los caminos de la comedia. En 2015 fue cofundadora de la compañía de teatro Malkoa, y en esa atmósfera de creación colectiva, con repertorio con contenido social y picaresca, surgió Putos 30.
Con sonrisa cómplice, insiste en que es buena terapia criticarse, romper los estigmas de mujer, pulir el sarcasmo, y pasar una larga hora reflexionando con el público sobre cómo afrontar el rompecabezas del cumpleaños desde el estrado del buen humor. Le viene de familia. Y resalta la figura de su abuela paterna, Carmen Gallardo, que vivía en el piso de arriba y no cantaba bien, pero igual se dejaba oír destemplada, y luego bajaba a la hora de dormir a leerle autores del siglo de oro. En especial, Fuenteovejuna, de Lope de Vega, con cierre magistral del triunfo del amor y protesta popular contra los abusos del comendador.
Con la abuela Carmen a la cabeza y, por supuesto, sus padres en el plan, asistir a teatro siempre fue un acto ceremonial de la familia. Así fuera para repetir una y otra vez a Tirso de Molina o a Calderón de la Barca, y también a la infaltable Casa de Bernarda Alba de García Lorca. “Había que arreglarse bien, escuchar con respeto, y llorar o reír hasta el límite, para aplaudir al final con valentía”. Un ritual que pronto ella convirtió en su razón de vida. Por eso, a los 13 años ya estaba en las tablas y después de diversas interpretaciones, llegó al escenario en el que archivó el pánico escénico: La katarsis del tomatazo.
Funciona desde hace más de tres décadas y se le considera el espectáculo de mayor tradición en la cartelera madrileña. En formato de cabaret, los alumnos de la Escuela de Interpretación Cristina Rota, bajo la dirección de María Botto, se exponen al aplauso o la rechifla con sus montajes originales y sus interpretaciones. María Simón intervino en cuatro temporadas que le permitieron calibrar su comicidad, aunque insiste que ese desparpajo ante la vida surgió entre el ajuar y los baúles de su abuela, la buena vibra de sus padres médico y enfermera, la magia mediterránea, su feminismo amistoso y el ingenio popular.
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Admite que le gusta el teatro contemporáneo, la danza o el performance, pero se siente a sus anchas cuando se conecta con el público en el escenario a través del alborozo, y brota el caudal de la alegría que sube como espuma hasta alcanzar la hilaridad. Ya lo enseñó el ingenioso Erasmo de Rotterdam en su Elogio a la locura, que hace un poco más de 500 años caricaturizó a la sociedad con burla humanista: “Con frecuencia los locos hablan de modo sensato”, dejó escrito el célebre erudito holandés. “La risa es una conexión con el universo”, agrega ella convencida del poder de provocarla.
Lo consiguió con Putos 30 apelando a la burla de sí misma, mezclando las dudas de esa edad sobre el futuro con las nostalgias del pasado, pero exaltando que la juventud sigue vigente, aunque se asome la escalera que lleva a la madurez. María Simón encara los prejuicios, los expone al ridículo mientras comparte su feminidad. Algo parecido a su segundo monólogo exitoso: Sex o no sex, en el que rompe estigmas para mostrarse como mujer que ya pasó por los tiempos del miedo. Por lo pronto, la cita para divertirse con Putos 30 es en el teatro R101 de la calle 70 con 11, en Bogotá, con cuatro presentaciones los días 1, 2, 8 y 9 de julio.
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