La semana pasada saldé una deuda, tomarme un café con una amiga. En medio de la tertulia, ella se puso un poco metafísica e hizo las siguientes reflexiones: “¿Y si cuando morimos la luz que vemos al final del túnel es simplemente el destello que emite la lámpara del quirófano de un hospital? (…). Nacemos una y otra vez. La razón por la que salimos llorando es porque recordamos nuestras vidas pasadas, ya sea porque lo perdimos todo o simplemente porque no volveremos a ver a los seres que queríamos (…). Conforme crecemos, vamos olvidando nuestras vidas pasadas y solo nos enfocamos en nuestra vida actual. El Déjà vu es solo un pequeño recuerdo que permanece en nuestras almas”.
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No puedo mentir, me quedé reflexionando durante días sobre su punto de vista, así que esta columna de opinión es simplemente el medio por el cual expresaré el mío.
Según estudios neurofisiológicos, la luz que se ve antes de morir se da porque la última zona que muere por la anoxia es el surco calcarino, donde están las cortezas de procesamiento visual, es decir, al llegarles poco o nada de oxígeno (hipoxia/anoxia), estas neuronas comienzan a descargar masivamente potenciales de acción (pasan un montón de cosas a nivel celular), lo que se “interpreta” como si estuviéramos en un ambiente muy luminoso. Todo lo que se ve antes de morir son alucinaciones visuales que se dan por el propio proceso de muerte neuronal. No hay luz al final del túnel, no hay otra vida, no hay consuelo. Para la ciencia, lamentablemente, esta realidad mediocre es la única vida que tenemos.
Otros creen, y me suscribo en este grupo, que se trata de un período “entre vidas” donde hay un repaso y un descanso, es un plano vibratorio correspondiente a tu nivel de espiritualidad. Posteriormente, suele empezar un ciclo de nacimiento, al no ser que en esa encarnación se haya despertado del sueño de la separación, siendo la máxima expresión del amor (como lo hizo Jesús, Buda, etc). Todo este quilombo de nacimiento, muerte y vida entre vidas es parte también del sueño de la separación, es decir, pura ilusión dentro de un sueño, y es parte de la dualidad onírica que en realidad nunca pudo tener lugar desde la perspectiva de la “realidad fundamental”.
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Así las cosas, hay tantos puntos de vista sobre la vida después de la muerte como estrellas en el firmamento, y no pretendo imponer ninguna creencia, pues la que usted tenga es suficiente. Sin embargo, considero que es importante reflexionar sobre esta temática, tal vez para el desarrollo de la espiritualidad o porque podría ser el próximo tema para debatir en medio de un café.